“La radio inglesa ha
dicho que Antonescu y el Presidente del Consejo, Mihail Antonescu han sido
llamados por Hitler, seguramente para prevenir una eventual rendición ís,
acerca de lo cual circulan insistentes rumores. El día 22 fue invadida
Eslovaquia y Europa Central hierve de alemanes. (…)
Se dice en Budapest, y por personas dignas de crédito, que
hace unos días llegó la estación del Este un tren con vagones precintados por
la Policía alemana, procedentes del Norte de Italia. Parece ser que estos
vagones llevaban doce o trece e viaje y en ellos iban judíos de Trieste y de
Fiume, a los que habían dado de comer os primeros días.
Algunos judíos húngaros
quisieron socorrerlos; al parecer, ya entre ellos muertos, no quedando ningún
niño; se escuchaban las voces de las madres, los gritos de personas
enloquecidas por el hambre y por el encierro.
Yo no puedo asegurarlo, pero sí
el que hoy mismo me han ofrecido 10.000 pengös si consigo rescatar a un niño judío de siete años, que fue
detenido en la estación junto con su abuelo y de los que no ha vuelto a saberse
nada.
Por otra parte, todo esto tiene lugar fuera de la mirada de
las gentes, aunque se han producido hechos que forzosamente han de ser
públicos, como, por ejemplo, el abofeteamiento de Kerentes-Fischer, ministro
del Interior del Gabinete Kallay, quien al responder a la Policía alemana que
no podía contestar las preguntas que le fueron hechas, recibió una paliza, sin
consideración a ser un hombre sexagenario.
Los soldados y los oficiales se
comportan en la calle con corrección, sin molestar a nadie; pero la Gestapo persigue
incansablemente a los fichados, siendo cada día mayor la cifra de los detenidos.
Se calcula, hasta el día de la fecha, en unos 2.000 los desaparecidos de sus domicilios.
La mayoría de los polacos que huyeron de su país han sido trasladados a Vienai
y los más significados (oficiales del Ejército, judíos), fusilados aquí mismo. (…)
Alemania ha invadido Hungría e invadirá todos estos países
por la simple razón de que ha perdido completamente la influencia sobre sus
aliados, necesitando la presencia de sus tropas para conseguir, si no una
fidelidad, al menos una sumisión. Por supuesto que, tal como están las cosas, incluso
sabiendo las consecuencias que tales hechos pueden acarrear, Alemania no tiene
más remedio que invadir, invadir siempre, sembrando de soldados inútiles
Europa.
No sé cuál sería la
mejor posición de España en estos momentos pero le es posible llevar a cabo una
tarea importantísima si se da cuenta de que la guerra puede terminar
bruscamente y que hay millones de hombres, pertenecientes a estos desdichados
países, a los cuales sólo la Providencia o la inteligente intervención de los
países neutrales, puede salvar de la más horrible esclavitud.
España ha de
comenzar a actuar teniendo en cuenta que su posición ante el mundo tiene que
ser airosa y humanitaria, no olvidando, sobre todo, que la realidad bélica no
puede durar por toda la eternidad.
Retraerse demasiado, en nombre de una
neutralidad forzada, le haría perder categoría internacional; pero bien pudiera
ser su primera baza la de salir con valentía en defensa de estos pueblos,
irremisiblemente condenados a pasar de manos alemanas a manos rusas.
España ha
renunciado al derecho de asilo en sus representaciones diplomáticas y ello no
ha producido sino la desorientación en nuestras misiones, coartadas para
dedicarse al noble deporte de salvar vidas humanas, no sólo desde el punto de
vista internacional y de nuestra conveniencia diplomática, sino porque es un
acto de puro catolicismo, del cual, en realidad, corremos siempre el peligro de
conocer su parte más árida, que es la fe, sin bañamos en el Jordán consolador
de la esperanza ni de la caridad. (…)”
(Eugenio Suárez:
Corresponsal en Budapest (1946),
Ed. Fundación Mapfre, 2007, págs. 96/7)
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