" (...) P. Oiga, ¿duele todavía?
R. ¿El qué, el atentado?
P. Una bomba explotando en su coche y llevándole la pierna.
R. Dolor físico ya no tengo, pero un atentado de ETA
es para siempre. No se supera nunca del todo. Se queda contigo y tiene
un impacto brutal e inverbalizable. Otra cosa es cómo gestiones el
impacto de una bomba de ETA. Y ahí todos mis respetos para todos: no
creo que nadie lo haya hecho bien o mal.
No hay un manual de la buena y
de la mala víctima, en contra de lo que algunos pretenden. Yo no quiero
olvidar que un 19 de febrero de 2002 me pasó eso, y me pasó para
siempre. Vino para quedarse. Pero mucho tiempo después he sido feliz
otra vez.
P. ¿Por qué nunca ningún familiar de una víctima se llevó por delante a algún miembro o simpatizante de ETA?
R. Buena pregunta. Y se mueve en el campo de la
sicología… No lo sé. En mi caso no le dediqué ni un microsegundo al “ojo
por ojo, diente por diente” (...). (Entrevista a Eduardo Madina, El País, 06/08/2013)
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