"En octubre de 1936 el valle de la Sauceda era el último bastión de
resistencia republicana en la provincia de Cádiz. Entre sus montuosas
tierras se habían refugiado familias enteras de campesinos llegados de
localidades vecinas como Ubrique, los Gazules o San José del Valle, que
organizados como comités republicanos estaban consiguiendo repeler los
ataques del ejército franquista hasta finales de octubre de 1936. Para
los franquistas, el control de este Valle era fundamental para garantizar su dominio sobre la retaguardia de Cádiz y continuar avanzando hacia Málaga.
El 1 de noviembre llegó la ofensiva final. Cuatro ejércitos y tres aviones bombarderos arrasaron el Valle. Todo aquel sospechoso de haber participado con la República pasaría por el cortijo del Marrufo (Jerez), considerado uno de los primeros campos de concentración de la Guerra Civil. Juan González, vecino de San José del Valle, estaba refugiado en la Sauceda cuando llegó el ataque de los sublevados.
“Era muy temprano, ni siquiera había desayunado, cuando se empezaron a escuchar unos ruidos enormes, como si fuesen paredes que se derrumbaban. De repente, vimos aparecer un avión rata que comenzó a bombardear la zona. Inmediatamente después llegaron otros tres aviones. Entonces, todo el mundo huyó como buenamente pudo”, recuerda a Público Juan González.
Juan, que tenía solo ocho años en 1936, huyó junto a sus padres, un hermano y dos hermanas. Convencidos de que no habían hecho nada por lo que pudieran ser castigados, la familia decidió regresar a San José del Valle e informar a la Guardia Civil de su retorno. “Nos presentamos todos en la Guardia Civil.
El 1 de noviembre llegó la ofensiva final. Cuatro ejércitos y tres aviones bombarderos arrasaron el Valle. Todo aquel sospechoso de haber participado con la República pasaría por el cortijo del Marrufo (Jerez), considerado uno de los primeros campos de concentración de la Guerra Civil. Juan González, vecino de San José del Valle, estaba refugiado en la Sauceda cuando llegó el ataque de los sublevados.
“Era muy temprano, ni siquiera había desayunado, cuando se empezaron a escuchar unos ruidos enormes, como si fuesen paredes que se derrumbaban. De repente, vimos aparecer un avión rata que comenzó a bombardear la zona. Inmediatamente después llegaron otros tres aviones. Entonces, todo el mundo huyó como buenamente pudo”, recuerda a Público Juan González.
Juan, que tenía solo ocho años en 1936, huyó junto a sus padres, un hermano y dos hermanas. Convencidos de que no habían hecho nada por lo que pudieran ser castigados, la familia decidió regresar a San José del Valle e informar a la Guardia Civil de su retorno. “Nos presentamos todos en la Guardia Civil.
A ellas les dijeron: 'Ustedes se pueden
marchar junto al niño'. Ese niño era yo. A mi padre y a mi hermano les
dijeron que se quedaran en el cuartel para prestar declaración y firmar
unos papeles. Jamás los hemos vuelto a ver”, asegura Juan.
La tradición oral y las investigaciones del grupo de trabajado dirigido por el doctor en Historia Fernando Sigler han permitido averiguar cuál fue el destino del padre y el hermano de Juan y de tantos otros campesinos de la zona: la finca del Marrufo.
La tradición oral y las investigaciones del grupo de trabajado dirigido por el doctor en Historia Fernando Sigler han permitido averiguar cuál fue el destino del padre y el hermano de Juan y de tantos otros campesinos de la zona: la finca del Marrufo.
Este cortijo fue convertido en un campo de concentración, tortura y fusilamiento
desde noviembre de 1936 hasta finales de 1937. Se han encontrado 28
cuerpos en la finca y se estima que en todo el Valle puede haber entre
300 y 600 cadáveres de represaliados republicanos.
“Eran los meses de terror caliente cuando los rebeldes asesinaban a cientos de personas sin formación de causa y enterraban sus restos en fosas comunales clandestinas. No obstante, al tratarse de asesinatos cometidos en la oleada de violencia inicial, apenas ha quedado constancia documental”, asegura Fernando Sigler a Público.
El grupo de investigación de Sigler sí ha encontrado, no obstante, datos fidedignos de un grupo concreto de víctimas que fueron fusiladas en aquel periodo. El cura de la pedanía jerezana del Mimbral inscribió en el registro de defunciones a los desaparecidos de su feligresía que fueron fusilados en la finca del Marrufo y alrededores. En total, 52 personas. Entre ellos, el padre y el hermano de Juan.
“Eran los meses de terror caliente cuando los rebeldes asesinaban a cientos de personas sin formación de causa y enterraban sus restos en fosas comunales clandestinas. No obstante, al tratarse de asesinatos cometidos en la oleada de violencia inicial, apenas ha quedado constancia documental”, asegura Fernando Sigler a Público.
El grupo de investigación de Sigler sí ha encontrado, no obstante, datos fidedignos de un grupo concreto de víctimas que fueron fusiladas en aquel periodo. El cura de la pedanía jerezana del Mimbral inscribió en el registro de defunciones a los desaparecidos de su feligresía que fueron fusilados en la finca del Marrufo y alrededores. En total, 52 personas. Entre ellos, el padre y el hermano de Juan.
“Una vez, tras terminar la misa, el cura
me dijo que si alguna vez necesitaba el certificado de defunción de mi
padre que se lo pidiera. Yo no sabía nada. Así que cuando me fui a casar
se lo pedí y me entregó el atestado falso que utilizaron para matarlo.
Este documento decía que a mi padre lo mataron por 'rompimiento de
carretera y otros asuntos'. Todo falso”, asegura Juan cuyo hermano
también aparece en los papeles del clérigo. Su cuerpo descansa en la
finca del Barrufo. (...)
Entre las decenas de personas desaparecidos
que se cree que están en el Marrufo se encuentran los hermanos Andrés y
Antonio Barreno Pérez. Desaparecieron un buen día y jamás aparecieron.
Su nieto, Andrés Rebolledo, presidente de la Asociación de de
Represaliados por el Franquismo de la Sauceda y el Marrufo, sigue
buscando a día de hoy la verdad sobre la desaparición de su abuelo.
"Un
sobrino de mi abuelo nos contó que salieron de la casa aquella mañana
cuando se veía que el Valle iba a ser tomado. Tras varios días
escondidos en el monte, cuenta que los encontraron, los metieron en un
camión y que, probablemente, los llevaron al Marrufo. Y ahí ya se sabe: interrogatorio, tortura y fusilamiento", señala Andrés, cuya lucha continúa en los tribunales." (Público, 14/06/2013)
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