19/6/13

"Mis torturadores, aún impunes, no supieron que los observaba"

"¿Cómo fue su detención-desaparición y qué ocurrió mientras estaba secuestrado?

Yo viví en Quito casi cinco años y estudié un año de sociología y dos de periodismo en la Universidad Central. Fui detenido en esa ciudad el martes 24 de septiembre de 1985, por tres hombres que se identificaron como miembros de Inteligencia Militar.

 Pocas horas después supe que había sido un operativo conjunto de militares colombianos y ecuatorianos. Estuve vendado, esposado de pies y manos, casi todo el tiempo tirado por el piso durante casi cuatro días.

Los interrogatorios y la tortura síquica eran constantes. No me dejaban dormir, y la comida que me dieron fue bien escasa, pero debo decir que no sufrí maltratos físicos.

El viernes me trasladaron a otro lugar que por detalles muy precisos identifiqué casi de inmediato como la sede del Servicio de Investigación Criminal, SIC, no lejos de la presidencia de la República. Fue ahí donde recibí terribles torturas. Por poco me quiebran la columna vertebral a golpes.

 Durante tres días me pusieron electricidad en la cabeza, en la lengua, y en las partes genitales. Sigo sin olvidar el olor de mi piel quemada, ni los estallidos de la cabeza, ni las risas de los torturadores.

¿Realizaba usted alguna actividad política por la que se le pudiera señalar como subversivo?

Nosotros, un grupo de colombianos, habíamos formado el Centro de Estudios Colombianos, CESCO. Nuestra labor era denunciar el terrorismo de Estado que se establecía en nuestro país. También difundíamos una revista llamada La Berraquera. Todo lo que hacíamos era público, pues hasta conferencias nos permitieron organizar en la Casa de la Cultura.

¿Esto se dio dentro de qué contexto político?

El gobierno del presidente León Febres Cordero necesitaba establecer una serie de medidas neoliberales, y sabía que esto traería la reacción y el rechazo popular. Entonces, pretextando la guerra a las nacientes guerrillas, reprimió, asesinó y torturó a obreros, profesores, estudiantes, campesinos, hombres y mujeres. 

Se dice que unas tres mil personas terminaron en la cárcel, y no creo que las guerrillas llegaran a tener 300 miembros. Se aplicó la guerra contra el “enemigo interno”, esa que había dictado la doctrina de la Seguridad Nacional estadounidense en los años sesenta. (...)

En el libro usted dice que estando aún desaparecido reconoció a los torturadores.
Un lunes, hacia el medio día, me sacaron del SIC, me llevaron por la autopista Occidental, me cambiaron de auto, me retiraron las vendas, y me metieron de nuevo al SIC con mucha cordialidad. Yo continuaba en condición de “desaparecido”, pues se seguía negando mi captura.

 Yo no podía creerlo: ahora el amable oficial Fausto Elías Flores Clerque se iba a encargar de la “investigación”, ¡después de haber ayudado a torturarme! Al día siguiente, luego de que un ex torturador me tomara la indagatoria, me encontré frente a frente con los jefes torturadores.

 No sé cómo pude simular que no los conocía: Byron paredes Morales y Edgar Vaca Vinueza, quien no sólo era el jefe del grupo sino que también era experto en torturas. En esos pasillos del segundo piso del SIC también me crucé a Enrique Amado Ojeda, jefe del SIC-Pichincha, y a Mario Pazmiño, asesor presidencial y el enlace con los servicios de seguridad colombianos. Estos dos últimos asistieron a mis torturas.

¿Cómo los reconocí? Es que los torturadores no se dieron cuenta que yo los veía. Porque nunca me cambiaron las vendas que los militares me pusieron. Y éstas, con el sudor y el llanto, se fueron despegando. Y cuando tiraba un poco la cabeza hacia atrás veía todo.

¿Qué puede decirnos de la trayectoria que han seguido sus torturadores?

El gratificar a los “servicios” prestados permitió que todos ellos ascendieran hasta altos cargos en sus instituciones. Continúan gozando de total impunidad, aunque la Comisión de la Verdad, conformada por el presidente Correa, detalla sus crímenes en su contundente informe presentado en el 2010.

Además, estos hombres hicieron parte del grupo paramilitar denominado SIC-10, encargado del trabajo “sucio”. Tenemos que Paredes llegó a coronel (y narcotraficante); Flores ascendió a coronel y jefe antinarcóticos en una provincia; Ojeda fue general de la policía; Vaca, que fue jefe del SIC-10, llegó a Comandante general de la policía; y Pazmiño ascendió a director de Inteligencia del Ejército, hasta que el presidente Correa lo destituyó por ser el hombre de la CIA.

Pero, yo creo que esos policías y militares son tan responsables de mis torturas, y las de miles de otras personas, así como de los cientos de asesinatos que cometieron, como quienes los entrenaron para ello. Y esto no se ha tenido en cuenta. Ni la Comisión de la Verdad lo investigó ni lo expuso como creo se merece. 

Porque fueron los servicios de seguridad de Israel y de Estados Unidos, sin dejar a un lado a los de España, quienes convirtieron a esos potenciales enfermos mentales, en sanguinarios criminales."        (Entrevista a Hernando Calvo Ospina, Patricia Rivas, El Telégrafo, Rebelión, 19/06/2013)

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