"DOV PAISIKOWIC
Varios minutos después llegó el brigada de la compañía de
las SS. Era el jefe de todos los crematorios. Nos recibió muy amablemente y
dijo: «Aquí tendrán de sobra para comer, pero tendrán que trabajar mucho». Las
puertas de las cámaras de gas se abrieron bruscamente. Empezaron a caer personas,
personas desnudas.
Todos estábamos asustados y nadie se atrevía a preguntar qué
era aquello. Inmediatamente nos llevaron al otro lado de esta casa y allí vimos
el infierno en la tierra: montañas de muertos, y gente arrastrando cadáveres
hasta una gran fosa, de unos treinta metros por diez.
Había una gran hoguera,
con tres troncos. En el otro lado sacaban grasa de la fosa con un cubo.
Estábamos completamente aturdidos y no sabíamos qué hacer en semejante
situación, pero no teníamos alternativa y nos pusimos a trabajar de inmediato.
Cuatro personas cargaban con un muerto, pero llegó el SS y dijo: no, cada uno
ha de cargar uno.
Nos enseñó que, con un simple bastón de paseo, se enganchaba
al muerto por el cuello y se arrastraba hasta la fosa, como quien arrastra un
trapo o una madera. En la fosa había otros que empujaban a los muertos dentro.”
(Richard Holmes: Un mundo en
guerra. Historia oral de la segunda guerra mundial, ed. Crítica, Barcelona,
2008, págs. 296/7)
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