Dibujos que presentó el fiscal como prueba contra Ernesto
Sempere en el procedimiento sumarísimo de urgencia. Sempere los había
hecho a los 15 años. Según el fiscal, "exaltaban la causa roja"
"Ernesto Sempere tenía 18 años cuando, en el concurrido banquillo de
los acusados, que compartía aquel 20 de febrero de 1940 con otras 17
personas, escuchó su sentencia: 20 años y un día de cárcel por un delito
de adhesión a la rebelión. Le habían denunciado compañeros de instituto
a raíz de una pelea.
Entre las pruebas que aportó el fiscal en aquel
consejo de guerra figuraban varios dibujos, firmados años antes por el
autor: "Ernesto Sempere, quinto curso". Tenía 15 años. La "Fiscalía del
Ejército de Ocupación", según consta en el sumario del proceso
sumarísimo, acusó a Sempere de "utilizar la caricatura para denostar
nuestro Glorioso Movimiento y exaltar la causa roja".
Todas las personas con las que compartía banquillo, excepto una
mujer, también muy joven, fueron condenadas a muerte. Se cumplió la
voluntad del abogado militar que defendía a todos los presos y que se
había limitado a declarar: "Aquí tienen a 18 rojos. Hay 16 que tienen
las manos manchadas de sangre y merecen ser condenados a muerte, y dos
jovencitos que tienen pequeñas salpicaduras".
Poco antes de morir, Sempere sintió la necesidad de hablar con sus
delatores y les buscó. Dio con el teléfono de uno de ellos, lo marcó, se
presentó y dijo: "Llamo para perdonarte".
Al otro lado, el hijo del
hombre al que quería perdonar respondió que aquello que le contaba era
imposible porque su padre, ya fallecido, había sido un ferviente
comunista. La familia Sempere decidió aquel día que no querían arruinar a
un hijo el buen recuerdo que pudiera tener de su padre, y no les
buscaron más.
Las personas que le denunciaron nunca comparecieron en el juicio. En
sus declaraciones, hechas en oficinas de la Falange, acusan a Sempere de
ser del Partido Comunista, "peligrosísimo para la Causa Nacional" y
"extremadamente izquierdista"; de valerse de "la conversación, la
propaganda escrita en periódicos locales, el dibujo y la radio" para
combatir a los nacionales; de robar en una iglesia y pedir el
fusilamiento de dos compañeros de instituto.
Hay muchos "he oído decir" e
incluso "sólo de rumores conozco los hechos" pero, con todos aquellos
testimonios, el "Auditor de guerra del Ejército de Ocupación" construyó
el perfil del culpable, del rebelde. Su informe sobre Sempere concluye:
"De mala conceptuación religiosa".
Sempere se había presentado voluntario en el cuartel de la Guardia
Civil después de que le amenazaran con tomar represalias contra su
familia. En el cuartel declaró: que en su instituto había sido
secretario de propaganda de la Federación Universitaria de Estudiantes
-organismo que antes de la guerra defendía los valores de la República y
que después se convirtió en un movimiento de disidentes intelectuales y
comunistas-; que "nunca" había hablado por la radio; que "de ninguna
manera" había robado en la iglesia porque entonces no estaba en el
pueblo y porque era católico; que era "amigo íntimo" de uno de los
chicos que decían que había pedido que fusilaran y que no conocía al
otro.
Su firma en la declaración no se corresponde con la que aparece en
el carné del Partido Comunista que, con su nombre y sin foto, también
sirvió de prueba para la acusación.
Sempere regresó tras el juicio a la prisión número 1 de Ciudad Real,
donde compartía celda, entre otros, con su padre, presidente en la
provincia del Partido Radical Socialista, transformado más tarde en
Partido de Unión Republicana. Los separaron poco antes del juicio de su
padre, condenado a muerte y finalmente fusilado la madrugada del 17 de
julio de 1940 junto a las tapias del cementerio, a escasos metros de su
hijo.
"Sus últimos actos fueron los de escribir una extensa carta
despidiéndose de toda la familia y los de confesar y comulgar perdonando
a los que mataban", escribió Ernesto Sempere en sus memorias.
En septiembre de 1940 le trasladaron a la cárcel de Valdenoceda
(Burgos), donde recientemente fueron exhumados los cuerpos de 156
republicanos que murieron de hambre y de frío en la prisión. Sempere
volvió a librarse por su juventud. Sobrevivió porque tenía 18 años y
porque por las noches "soñaba con pan". En diciembre de 1948 le
concedieron la libertad condicional.
No volvió a participar en política; siguió tocando en una orquesta,
como la que dirigía en prisión, y trabajó de contable en una pequeña
constructora. Murió en 2005, de cáncer. Le dio tiempo a tener ocho hijos
y ninguna hija, y a que le entraran ganas de perdonar a los que lo
metieron en la cárcel con 18 años por unos dibujos que había hecho
cuando tenía 15." (El País, 13/05/2007)
"De las condiciones de vida de aquella prisión, dio cuenta en sus
memorias uno de los pocos supervivientes, Ernesto Sempere, fallecido en
2005.
"A los tormentos del hambre, el frío, las enfermedades engendradas
por la desnutrición y el conocimiento de los fallecimientos que
diariamente se producían, a más de un incierto porvenir, se unían las
interminables noches sin dormir, asaltados por miles de chinches que
bajaban de las viejas paredes de la vetusta fábrica de sedas o se
descolgaban de los techos.
Además, las legiones de ratas, algunas
enormes, que circulaban con nocturnidad y descaro entre los camastros de
los penados, mientras algunos las mataban a zapatos, transmitían
enfermedades allí incurables (...)
La vida en la cárcel era
tremendamente dura. De comer nos ponían un caldo infame, manchado con
una sola alubia que, además, siempre tenía un gorgojo en su interior.
También nos daban, y esa era toda la comida, una sardinita de lata y un
minísculo trozo de chocolate. Eso era todo. Recuerdo, como todos, el
hambre que pasamos, hasta el punto de que mis mejores sueños estaban
protagonizados por algo tan simple como una barra de pan". (El País, 01/06/2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario