"DOCTOR GRAY
Me di cuenta de que
cada soldado tenía una relación particular con la muerte. Una de las más
comunes era la relación cobarde, en la que la muerte es el mayor enemigo.
Tenía un amigo llamado Mac que estaba convencido de que todos los alemanes
habían salido a matarlo a él personalmente, y de que cada pedazo de tierra en
el que estaba iba a ser el blanco de un obús o de una bomba.
Murió un millar de
veces en mi presencia. Solía dormir junto a mí e incluso en sueños era capaz de
calcular si los obuses caerían en un radio de un par de kilómetros.
Esta clase
de relación es negativa. Lo contrario quizá sea el soldado temerario que
prácticamente corteja a la muerte. En nuestro desembarco del sur de Francia, yo
estaba encogido debajo de nuestro jeep, porque caían obuses alemanes alrededor
de la lancha, y a través de la masa de cuerdas, correas y mecanismos vi a un
capitán americano fumando un cigarrillo y echando la ceniza en el agua.
Le miré
la mano con fascinación. Ni siquiera le temblaba tanto como me tiembla a mí
ahora. Tuve el deseo irracional de arrastrarme a través de los engranajes del
vehículo, rodearlo y abrazar a aquel tipo; aunque nunca en mi vida he querido
abrazar a un hombre.
(Richard Holmes: Un mundo en
guerra. Historia oral de la segunda guerra mundial, ed. Crítica, Barcelona,
2008, págs. 539)
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