2/5/11

Se ajustició al terrorista Bin Laden... en cambio, el crimen de guerra en Irak, que mató a 300.000 personas por órdenes de Bush, sigue impune

"Podríamos preguntarnos cómo reaccionaríamos si unos comandos iraquíes aterrizaran en el complejo de George W. Bush, lo asesinaran, y lanzaran su cuerpo al Atlántico.

Sin lugar a dudas sus crímenes excedieron en mucho los de Bin Laden, y no es un “sospechoso” sino indiscutiblemente el que “tomó las decisiones”, quien dio las órdenes de cometer el “supremo crimen internacional, que difiere solo de otros crímenes de guerra en que contiene en sí el mal acumulado del conjunto” (citando al Tribunal de Núremberg) por el cual se ahorcó a los criminales nazis: los cientos de miles de muertos, millones de refugiados, destrucción de gran parte del país, el encarnizado conflicto sectario que ahora se ha propagado al resto de la región.

Hay más que decir sobre [el terrorista que hizo volar el avión cubano, Orlando] Bosch, quien acaba de morir pacíficamente en Florida, incluida la referencia a la “doctrina Bush” de que las sociedades que albergan a los terroristas son tan culpables como los propios terroristas y hay que tratarlas de la manera correspondiente.

Parece que nadie se dio cuenta de que Bush estaba llamado a la invasión y destrucción de EE.UU. y al asesinato de su criminal presidente." (Jaque al Neoliberalismo, 09/05/2011)


"Ahora, para centrarme en el problema fundamental planteado por EL PAÍS, qué aspectos morales y legales tiene la muerte de Bin Laden, quiero dejar una cosa clara:

me opongo por completo a todas las formas de tortura, incluido el waterboarding (ahogamiento simulado), que me parece una salvajada.

La cuestión del waterboarding la plantearon el lunes varios miembros aguafiestas del Gobierno de Bush -Rumsfeld y Cheney-, que ahora quieren arrogarse el mérito de haber encontrado a Bin Laden gracias, según dicen, a los éxitos conseguidos con el empleo legítimo de dicha técnica.

Pero los "métodos reforzados" como el ahogamiento simulado fueron declarados ilegales hace años, y no me parece posible que unas pizcas de información recibidas tal vez en 2002, como presumen Rumsfeld y Cheney, hubieran esperado a 2011 para mostrar alguna utilidad.

Todavía no conocemos la verdadera secuencia de acontecimientos, que se desarrolló durante un periodo de casi 10 años, y desde luego no se explica por qué, si el equipo de Bush estaba en posesión de un dato tan valioso, anuló de pronto la orden de busca y captura de Bin Laden, con el argumento de que ya no era un objetivo importante.

¿Fue legal matar a Bin Laden? Según las leyes, es legítimo disparar al jefe de tus enemigos, y Bin Laden era el líder de Al Qaeda y había ordenado personalmente los atentados del 11-S.

El hecho de que el ataque contra Bin Laden se llevara a cabo con un número mínimo de soldados de las fuerzas especiales de la Marina en helicópteros y casi sin bajas es asombroso.

Comparémoslo con la destrucción causada por las bombas en numerosos países, entre ellos Libia e Irak: desde luego, a Obama le habría costado mucho menos ordenar el bombardeo de la mansión de Bin Laden que la arriesgada operación de las fuerzas especiales, pero las pérdidas de vidas humanas habrían sido enormes.

Y en cuanto a la incursión sin anunciar en Pakistán, ni las personas ni los Gobiernos tienen la obligación de ser masoquistas." (BARBARA PROBST SOLOMON: Es legítimo disparar al jefe de tus enemigos. El País,08/05/2011 )


"Tanto los portavoces del poder ejecutivo como los del judicial buscaron justificar la actuación de los soldados calificándola como "acto de guerra".

Lo más significativo de este intento desesperado de sobreseer un comportamiento que, de acuerdo con la nueva versión, no puede serlo no es que disparar contra unos enemigos sin armas difícilmente encaje en la noción de "acto de guerra";

lo más significativo es que muestra la repugnancia que, por fortuna, por inmensa fortuna, sigue experimentando el actual Gobierno de Estados Unidos a hablar de asesinato selectivo o de ejecución extrajudicial, por más que sea eso, eso exactamente, lo que llevó a cabo.

Se dirá, no sin razón, que es una exhibición de hipocresía. Por vía de comparación se podría observar, sin embargo, cómo el vicio volvió a rendir tributo a la virtud:

el presidente del Comité de Asuntos Exteriores y de Defensa del Parlamento israelí, Shaul Mofaz, aseguró que Estados Unidos había recurrido a la misma estrategia que emplea su país contra los terroristas y, a continuación, llamó a incrementar los asesinatos selectivos de palestinos, según recogía el Jerusalem Post.

No es eso lo que se proponen los dirigentes norteamericanos.

Calificando de acto de guerra la muerte de Bin Laden, y anunciando el fin de Al Qaeda -algo que, a todas luces, resulta cuando menos prematuro-, Obama parecía estar transmitiendo un mensaje subterráneo diferente del expreso.

Lo que para la Casa Blanca se habría acabado después del asalto al escondite de Abbottabad no es el yihadismo, que podría seguir golpeando mientras exista un solo fanático y un único kilogramo de dinamita, sino la guerra contra el terror como estrategia para combatirlo.

El debate sobre la tortura como medio para obtener información que permita dar caza a los terroristas, reabierto en Estados Unidos por Dick Cheney tras la captura y muerte de Bin Laden, es, en realidad, teórico, o, más bien, retrospectivamente exculpatorio: Guantánamo continúa en funcionamiento, no por voluntad, sino por incapacidad de Obama para cerrarlo, pero desde su llegada a la Casa Blanca cesaron las torturas a los detenidos.

Cheney y, con él, los partidarios de la estrategia de la guerra contra el terror desean que se les reconozca la parte que supuestamente les correspondería en la captura de Bin Laden. No solo para reivindicar la paternidad del éxito, sino para lavar en él los execrables abusos cometidos. (...)

El Gobierno de Estados Unidos tal vez podría haber hecho frente a los riesgos para la seguridad que generaría un Bin Laden vivo y entre rejas, lo mismo que lo hizo mientras estuvo en libertad. Lo que no estaba en condiciones de resolver eran los problemas jurídicos que suscitaba.

¿Qué debería hacer con Bin Laden vivo, recluirlo en Guantánamo como jefe de los "combatientes enemigos" y privarse, así, de someterlo a cualquier género de juicio, justo o injusto, como sucede con el resto de los internos?

¿O debería haberlo entregado a los tribunales de Estados Unidos, incurriendo en la contradicción de ofrecer un juicio justo al máximo jefe de los "combatientes enemigos" mientras se le sigue negando a estos por el derecho que adquirirían a perseguir penalmente a sus captores, desde los presidentes Bush y Obama hasta el último de los carceleros de Guantánamo?" (JOSÉ MARÍA RIDAO. Nadie llora a Osama, El País, domingo,08/05/2011, 12/3)


"A pesar de lo confuso y a veces contradictorio de las informaciones dadas por los norteamericanos sobre este asunto, el jefe de la CIA y el portavoz de la Casa Blanca reconocían que el objetivo de la operación era eliminar al terrorista, nunca capturarlo para juzgarlo por sus crímenes de acuerdo con las leyes. (...)

Se ha llegado a decir que la pista que llevó hasta Bin Laden la proporcionó un preso de Guantánamo torturado por el método de la bañera, o ahogamientos simulados. Ya perdonarán que dude de que alguien capturado en 2001 conozca 10 años después el paradero del tipo más buscado del mundo, y que las torturas aplicadas ahora hayan sido más efectivas que las de entonces. (...)

Sin embargo, desde el punto de vista de la legalidad y el Estado de derecho, la muerte de Bin Laden ha sido un asesinato, una ejecución extrajudicial. Es evidente que el comando que efectuó la operación pudo haber capturado al terrorista, que estaba desarmado, para juzgarlo en Estados Unidos, pero esa opción no estaba en el programa. (...)

¿Se imaginan al presidente del Gobierno español ordenando a los Geos una operación para eliminar, por ejemplo, en Marruecos, a Daoud Ouhnane, uno de los huidos del 11-M cuyas huellas acreditan que fue uno de los que transportó las bombas a los trenes de cercanías de Madrid? ¿O al fiscal del Estado en el momento de declarar legal la operación y de reconocer que la información se obtuvo mediante torturas a un preso?

¿O algo menos grave, como el secuestro en Francia del etarra Antonio Troitiño para que acabe de cumplir condena o el de Josu Ternera para ser juzgado por el atentado de la casa cuartel de Zaragoza? Aunque en algún caso puede que exista la tentación, es evidente que en España se impone el cumplimiento de la ley.

Eso mismo que no ocurrió con la operación de Bin Laden, en la que en ningún momento se trató de hacer justicia sino de escenificar una venganza, de aplicar el derecho del amo. Porque solo los amos del mundo se pueden permitir el lujo de vengarse, de saltarse la ley a la torera, aunque sea para asesinar al mayor terrorista del milenio." (JOSÉ YOLDI: El derecho del amo y el alipori. El País, 09/05/2011, p. 19)


El presidente Barack Obama, junto al vicepresidente Joe Biden (primero por la izquierda) y la secretaria de Estado estadounidense (segunda por la derecha), recibe un nuevo dato de la misión que tenía por objetivo acabar con Bin Laden (El País, 02/05/2011)

"La primera foto que la Casa Blanca difundió universalmente a raíz de la operación contra Bin Laden orientó de manera muy profesional nuestra mirada.

Se trataba de una instantánea del fotógrafo oficial de la institución, Pete Souza, donde veíamos al presidente Obama, el vicepresidente Biden y a la secretaria de Estado Hillary Clinton mirando con bien distinta gestualidad los monitores donde seguían vía satélite la operación de asalto.

Una ley del cine dice que siempre es más largo e importante el plano del personaje que mira, que el inserto de lo que está mirando.

Gracias a ello, desde ese momento, la opinión pública mundial se ha hecho muchas más preguntas sobre la responsabilidad del poder, lo complicado de tomar una decisión y hasta lo acertado o desacertado de la estrategia.

En resumen, el presidente Obama ha sido mucho más protagonista de la noticia que el propio Bin Laden. Porque el que mira, y no lo que mira, vuelve a ser el protagonista de una mirada.

El problema es que los medios de comunicación y sus consumidores no se conforman con la estrategia narrativa. Quieren también su dosis de morbo y curiosidad satisfecha, porque somos los que miramos los que exigimos nuestro protagonismo.

Por eso la Casa Blanca no quiere mostrar las fotos de Bin Laden muerto, pese a la demanda mundial. Hasta ahora, la ola interna de popularidad ha beneficiado a sus intereses. No quiere variar el foco ni humanizar al terrorista, porque sabe, sabemos, que la muerte lo humaniza todo."(DAVID TRUEBA: Los que miran. El País, 06/05/2011, p. 61)


"La secretaria de Estado, Hillary Clinton, pareció presenciar algo espantoso durante el visionado de la operación.

Las cámaras la retrataron cubriéndose la boca mientras sus ojos parecían saltar. En una rueda de prensa posterior en Roma lo justificó diciendo que había tapado un estornudo de tipo alérgico. " (BORIS IZAGUIRRE: La catarsis del más allá. El País, 07/05/2011, p. 51)


"A ver cómo les explicas, por ejemplo, cuándo la presunción de inocencia está vigente y cuándo no.

O cuándo el GAL es legítimo y cuándo hay que perseguir a sus autores. También la doctrina acerca de los criminales de guerra resulta muy ambigua.

Hay criminales de guerra como Bush que no son criminales de guerra, de modo que si un comando de soldados iraquíes entrara en su casa y asesinara a su mujer, a sus hijos y a él mismo, la acción no sería calificada de un acto de justicia. No se habría "hecho justicia", como en el caso de Bin Laden.

Cuando Felipe González declaró que había dudado si acabar o no de un bombazo con la cúpula de ETA, lo pusieron a parir los mismos que han celebrado el linchamiento de Bin Laden, porque el terrorismo de Estado de los GAL sí fue, durante un tiempo al menos, terrorismo de Estado." (JUAN JOSÉ MILLÁS: Pedro y Nopedro. El País, 06/05/2011., última)


"Es imposible exagerar el impacto de la destrucción de las Torres Gemelas en la psique estadounidense.

El hecho en sí fue gravísimo. Por el número de muertos, por la caída de unos edificios simbólicos, porque ni Nueva York ni el resto del país, ajeno hasta entonces a masivos ataques exteriores, habían vivido jamás una jornada de tal pánico y tal asombro.

Pero hubo algo más. Si Osama bin Laden asumió para el colectivo la condición de monstruo cruel y elusivo, los estadounidenses se pusieron en la piel del capitán Ahab: no existía otro fin que la venganza. No importaban los medios, no importaban las consecuencias. Era una cuestión moral y absoluta, sin posibilidad de matices. (...)

Fue asombroso vivir de cerca la metamorfosis de una nación que hasta el 11 de septiembre de 2001, a las 9 de la mañana, preservaba con celo determinados valores como la equidad judicial o el libre debate porque constituían la esencia de su sistema de convivencia.

Aquello se esfumó en un momento. Incluso en sus momentos más oscuros, fueran la guerra de Vietnam, la caza de brujas de los 50, la organización de golpes de Estado en otros países o la misma resistencia interna contra los derechos civiles de los negros, una parte de la sociedad estadounidense había mantenido la capacidad crítica hacia el poder y había sosegado las explosiones de furor colectivo.

Hasta entonces, el relato de la historia nacional había permanecido en el ámbito de la razón.

Con Osama bin Laden, el relato estadounidense adoptó una mística tenebrosa. No había excepciones, ni en la gran prensa liberal ni en las organizaciones progresistas ni en los hogares más sosegados. Un presidente anodino que llegó a la Casa Blanca por una carambola judicial, George W. Bush, se sintió capaz de hacer cosas impensables.

Y las hizo, con el aplauso popular. Desde las leyes de seguridad nacional hasta la creación de Guantánamo, desde las invasiones de Afganistán e Irak (que no tenía nada que ver con Bin Laden, pero tenía mucho que ver con el furor de una nación) hasta la conversión de los aeropuertos en humillantes centros de interrogatorio y registro, todo valió en la "lucha contra el terrorismo", un concepto tan vago y tan cargado de potencia semántica como "la caza de la ballena blanca".

Los viejos valores de los derechos y las libertades individuales fueron arrojados a la hoguera en nombre del fin supremo: la venganza contra el monstruo inefable e invisible.

Viví los primeros años de la ballena blanca, los más intensos, en una calle de Washington. Todas las casas de la calle plantaron un mástil en el jardín e izaron la bandera de las barras y las estrellas. Yo fui el único en no hacerlo, por no ser de banderas y porque consideré que mi empleo de corresponsal desaconsejaba ese tipo de expresiones.

En la noche de Halloween posterior a los atentados, los niños evitaron pasar con el "treat or trick" por mi casa. Era la casa de un extranjero, un sospechoso, un enemigo potencial, un tipo que no se abrazaba a la bandera del bien.

El país más hospitalario del planeta adoptaba el ceño sombrío de un capitán ballenero sumido en una obsesión de venganza.

Recuerdo el miedo en las comunidades musulmanas de Nueva York y Nueva Jersey, que un gran amigo mío, Ricardo Ortega, se empeñaba en frecuentar en búsqueda de pistas. " (El País, 02/05/2011)


"El poco cristiano mensaje de Merkel.

“Me alegro de que hayan conseguido matar a Osama bin Laden”. Esta declaración pública, pronunciada poco después del anuncio de la ejecución del jefe de Al Qaeda por un comando estadounidense y que no casa demasiado bien con el principio del amor al prójimo, pone a Angela Merkel en un apuro.

“La canciller provoca el rechazo de los cristianos”, titula Berliner Zeitung, que informa que Merkel, que también es presidenta del Partido Demócrata Cristiano (CDU), ha recibido fuertes críticas por parte de las iglesias y de su base, según las cuales “no cabe alegrarse de la matanza intencionada de una persona”.

“La liquidación de Osama bin Laden muestra hasta qué punto los instintos más bajos y arcaicos del hombre superan la cultura cristiana”, certifica el diario en su editorial. “En efecto, las muestras de alegría [en Nueva York] eran un ritual de deslastre psicológico.

Pero no se ha hecho justicia, se ha sacrificado a un hombre por instinto de venganza”, comenta el diario, y subraya la repulsa con que Occidente habría condenado las demostraciones de alegría en Pakistán tras un posible atentado contra el antiguo presidente estadounidense George W. Bush. " (Presseurop, 04/05/2011)


"Un ciudadano escucha en las noticias que un cuerpo especializado del Ejército americano ha acabado con la vida del terrorista más buscado del mundo y se siente impelido a salir a la calle, a Times Square, a la Casa Blanca o a la Zona Cero y convierte esa noticia en un espectáculo.

Ese individuo usa el plural al dirigirse a una cámara y decir, "lo hemos vencido, al fin hemos acabado con él, ese día tenía que llegar, lo hemos derrotado". Es ese plural el que ofende a las personas serenas, que no entienden la muerte, sea de quien sea, como celebración.

Es el plural que aparecía en las primeras páginas de los periódicos gratuitos en el metro de Nueva York ayer martes: "Al fin lo hemos golpeado"; es el plural bíblico que utiliza sin miramientos el Washington Post, poniendo en boca de todos los ciudadanos americanos la siguiente frase: "Púdrete en el infierno".

Es el plural que divide al mundo en dos planetas, Oriente y Occidente; el plural que separa a los seres humanos en buenos y en malos; el plural que tras el 11 de septiembre trazó un eje, el del mal, que sembró el rencor y la desconfianza; aquel plural decisivo para sustentar lo que fuera un continuo estado de emergencia, "la guerra contra el terror", y una excusa perfecta para defender invasiones contra todo derecho.

Es un plural que marca una línea entre nosotros y ellos." (El País, 04/05/2011, última)

Comentario:

Ben Laden fue vencido por los jóvenes revolucionarios árabes, por la ola democratizadora en esos pueblos.

La movilización de la gente para exigir sus derechos tuvo que ser su mayor amargura... que el afán de venganza fuese olvidado por el afán de igualdad y de libertad entre todos los árabes.

Ésa fue su derrota. No su localización y muerte.

Crimen de Estado. La Casa Blanca protegió a grupos anticastristas cubanos que planeaban atentados terroristas en Cuba (contra aviones, contra Fidel Castro).

Algunos de los agentes cubanos que lucharon contra estos terroristas dentro de EE. UU. fueron condenados a cadena perpetua por los tribunales americanos.

Lucharon para impedir que se atentase contra aviones civiles. Por parte de ciudadanos americanos. Por eso se les encarceló.

Las autoridades francesas permitían que los etarras torturase y matasen a ciudadanos españoles dentro de Francia, por la simple sospecha de que fuesen soplones de la policía. Además...

La policía francesa dejaba que los asesinos etarras matasen en España y se refugiasen en Francia, de la misma manera que los talibanes protegieron a Ben Laden.

Así que Felipe González montó los GAL para atacar en suelo francés a los terroristas. Cómo hizo Obama, para atacar a Osama en Afganistán, en Pakistán.

Localizada la cúpula de ETA, se le pide permiso para volarla. No lo da. Los deja vivos. Siguieron matando.

No hizo como Obama, quién mató a la cúpula de Al Qaeda, a Osama Ben Laden.

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