20/12/10

La 'pedagogía negra'. Alemania saca a la luz los abusos a 50.000 niños en orfanatos


Un grupo de niñas reza en un orfanato de Lippe (Alemania), en 1946

"Con 10 años, Harald Miesem salió de un infierno para entrar en otro: alejado de su familia a causa de un padre violento que maltrató y abusó de sus hijos, fue internado en un orfanato de Baviera, en Alemania, en 1961.

Allí fue obligado a hacer trabajos forzosos, humillado y maltratado de nuevo dentro del sistema de la denominada "pedagogía negra", aquella forma de educar que se aplicó en los orfanatos alemanes de la posguerra. Hoy, Miesem sufre ataques de pánico. "En mi caso es difícil establecer cuál es la causa", dice con una lacónica sonrisa. (...)

En el informe, que consta de 40 páginas, se detallan las prácticas violentas llevadas a cabo en estas instituciones entre los años cincuenta y los sesenta: palizas, humillaciones, prácticas sádicas, aislamiento, trabajos forzosos, censura de las cartas, prohibición de contactos con los familiares, abusos sexuales. (...)

"Fui separado de mi familia a los 10 años. Nunca más vi a mi madre, que aún estaba viva. Tardé 40 años en encontrar a mis hermanos, fue gracias a Internet" (...)

Su tragedia empezó cuando tenía tres meses y entró por primera vez en el orfanato de Münster. Desde ahí pasó por varias instituciones más y padeció todo tipo de violencia.

Desde la "hermana Ilse", quien lo obligaba a enseñar frente a todos los compañeros que se había orinado encima, hasta un educador del orfanato de Werl, en el norte, que abusó sexualmente de él. Sufrió además la prohibición de ver a su madre, quien había sido declarada incapaz de mantener un hijo parido fuera del matrimonio, y la traumática separación de su hermana, que estaba en el mismo internado, a la edad de cinco años.

"A pesar de que se me podría haber devuelto a mi madre, esto no ocurrió", explica. "Me echaron fuera del orfanato, a la sociedad, como una persona traumatizada. Soy víctima de la destrucción institucional de mi infancia y de la violación sistemática de mis derechos humanos".

"No puedo viajar en autobús o tranvía, me molestan los espacios cerrados y la cercanía de la gente, me da pánico estar en habitaciones con las ventanas cerradas..." Abraham, una señora de ojos azules claros que usa bastón, enumera sus miedos fruto de los castigos padecidos en el orfanato durante su niñez. "Los repetidos castigos en aislamiento, en cuartos pequeños, oscuros y sin ventanas me traumatizaron", explica. A pesar de todo, ofrece asistencia a las otras víctimas como asesora de la Asociación de Antiguos Internos." (El País, 14/12/2010, p. 40)

" Los abusos tenían método. Aquella forma de educar, conocida en alemán como "pedagogía negra", iba todavía mucho más lejos que los castigos físicos considerados aceptables hace 60 años. Es imposible saber cuántos de los casi 800.000 niños que pasaron por orfanatos alemanes entre 1950 y 1975 sufren aún las secuelas de las palizas, los escarmientos humillantes o los largos aislamientos en cuartos sin ventanas que les infligieron sus tutores.

Les daban tranquilizantes mezclados en la comida para que no molestaran. Les obligaban a trabajar en el campo o en las lavanderías para financiarse. Un informe que ha estudiado los casos estima ahora que unos 50.000 de esos menores sufrieron palizas, humillaciones y abusos sexuales. (...)

La primera conquista de las víctimas fue el reconocimiento público de que los maltratos que sufrieron seguían una pauta. Tanto el Estado como las distintas iglesias, que debían haberse hecho cargo de su tutela y de su formación cuando eran niños, les negaron a menudo el amparo y la dedicación debidas.Los abusos en orfanatos se ocultaron durante años. (...)

En abril, una protesta en Berlín exhibió la figura enorme de una monja con un palo en una mano y un crucifijo en la otra. Sobre su hábito se leía "Nunca más". Unas 250 personas se concentraron para pedir una indemnización por los abusos "propugnados o tolerados por el Estado y las iglesias0. (...)

Cuando la comisión de Vollmer pasaba el ecuador de su trabajo, una jubilada llamada Monika Lucks relató al diario Die Welt las brutales experiencias de su internamiento en un orfanato de Westfalia. Las palizas le provocaron una anorexia nerviosa que la ha perseguido toda su vida. Recordaba cómo una joven de la lavandería, Fräulein Trost, descubrió que tenía la espalda llena de cardenales. Trost, en alemán, significa consuelo "así que creía que la llamaban así porque venía a consolarnos". (El País, 12/12/2010, p. 43)

No hay comentarios: