16/9/10

Causas españolas del terrorismo

"P:Decía Muñoz Molina en el elogio a su novela que usted, como él, pertenece a una generación que vivió una época en la que "las drogas y las ideologías vinieron como promesas subyugadoras de una libertad más allá de cualquier límite" y cuyos efectos se vieron después en los ochenta. Sin embargo, en el resto de Europa todos esos radicalismos que acompañaron a ETA en su día han quedado en el olvido o reducidos a su mínima expresión ¿A qué cree que se debe particularidad del caso español?

Las promesas, ay las promesas, las recompensas, la promesa de "la tierra prometida" más allá de "la travesía del desierto", la recompensa del poder en la Ínsula Barataria... Son motivos fundamentales del vivir humano y así los ha recogido y elaborado la gran literatura, los grandes relatos desde la Biblia y el Quijote. Son útiles a veces, por qué no, pero hay que saber manejarlos, como los cuchillos, para no cortarse luego con ellos.

Dice bien Muñoz Molina que las drogas y las ideologías supusieron para nuestras generaciones una promesa subyugadora, la promesa de, vamos a decir si me permite, "la hostia" sin límites, la "caraba" del deseo sin límites como motor además de la Historia y de nuestra historia personal. El mundo podía ser "la hostia" y no esa porquería que era o contribuíamos a hacer que fuera.

Y no nos íbamos a conformar con nada que no fuese esa comunión, que creíamos política o vital y era religiosa en el peor sentido. Las ideologías duras, la droga dura también como realidad e ideología, galvanizaron y usurparon todavía para nuestra generación, con lo que llevábamos de siglo y había ya llovido en ese sentido, que no era poco ni poco terrible, las preocupaciones de mucha gente por mejorar la vida, por la justicia y la dignidad. Suplantaron, además de dar cabida a esos buenos sentimientos e intenciones, al verdadero pensamiento, al pensar y seguir pensando sin ataduras ni muletas ni comodidades y lo sustituyeron por píldoras y dogma. (...)

En España creo que hemos tenido la desgracia de que esos radicalismos en sus últimos y fanáticos coletazos se entreveraran con el nacionalismo presentándose ambos en sociedad con otro perfume más equívoco. Ese injerto de radicalismo de izquierdas y nacionalismo, de dispositivos que hacen de la democracia un uso meramente retórico e instrumental en el mejor de los casos, ha sido, en mi opinión, muy nocivo. (J.A. González Sainz, autor de 'Ojos que no ven', El País, 16/09/2010)

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