7/7/10

Temporeras extranjeras denuncian abusos de sus patronos en la recogida de fresa en Huelva



"Tienes que ser buena".

Los patronos se deslizaban por la noche en los barracones de las trabajadoras marroquíes. Las casas, prefabricados llenos de literas, quedan en medio del campo, perdidas entre los invernaderos de fresas, a kilómetros del pueblo más cercano.

Levantaban las sábanas y contemplaban el cuerpo de las mujeres desnudas sobre la cama. Luego pasaban al baño. Si alguna se estaba duchando, la obligaban a continuar delante de ellos. Y después:

-O te dejas, o te quedas sin trabajo.

Dos denuncias de abusos sexuales contra cinco patronos españoles presentadas por ocho mujeres marroquíes de entre 18 y 30 años siguen su curso en juzgados de Huelva. Hasta ahora, las trabajadoras de la fresa (mayoritariamente marroquíes, rumanas y polacas) que cada año recogen 250.000 toneladas de frutos nunca habían levantado la voz contra empresarios y encargados. Contra otros extranjeros responsables de agresiones y violaciones, sí -en los andenes de las carreteras, en los campos de noche, a las puertas de las discotecas-, pero las acusaciones no tocaban a los jefes y, en los contados casos en que lo hacían, no llegaban a juicio. Todo a pesar de que hace 20 años que en Huelva se habla de visitas nocturnas a la caseta de las mujeres.

-O eres buena conmigo, o no vuelves el año que viene.

Eso es lo que presuntamente los acusados, de Palos de la Frontera y Moguer, susurraban al oído de sus víctimas. Mujeres que soportaban el acoso a cambio de no ser despedidas. El fiscal de extranjería de la Audiencia Provincial de Huelva, Miguel Ángel Arias, ha reconocido la existencia de ambos procesos.

El primero nace de la denuncia que cuatro chicas interpusieron en abril de 2009 contra el propietario de la finca en la que trabajaban, su hijo y un encargado, todos entre 30 y 55 años. Les acusan de coacción, amenazas y acoso sexual continuado. Las humillaciones se trasladaban al campo. Si no se portaban como ellos querían, les prohibían ir al baño y beber agua a 40 grados bajo el sol. "Hazme caso o te cuento menos cajas", recuerda una de las mujeres que le decía riendo el encargado. El regreso de la trabajadora al año siguiente depende siempre de los kilos recogidos.

Las víctimas permanecieron calladas durante tres meses. Fue un testigo, un trabajador rumano, quien se personó ante la Guardia Civil de Moguer. Los agentes se encontraron en la finca con un amplio relato de horrores. El juzgado de la localidad entendió que existían suficientes indicios y envió el caso a la Audiencia Provincial de Huelva, en donde se espera el juicio para el otoño.

El segundo proceso está en fase de investigación. A finales de la campaña pasada, en junio, otras cuatro marroquíes de una finca de Palos de la Frontera denunciaron acoso sexual directo bajo amenaza. Los argumentos de los agresores eran los mismos: tenían que ser "buenas". Presuntamente se consumaron actos sexuales en numerosas ocasiones. A este cuadro habrá que añadirle un delito de prostitución coactiva si llega a probarse que el jefe recibió dinero de amigos a cambio de franquearles el acceso a las chicas.

Que tras una denuncia contra los patronos se llegue a juicio es tan infrecuente que la Guardia Civil decidió grabar todos los testimonios para que no se frene el proceso si las mujeres desaparecen. Fuentes judiciales apuntan la extrema complejidad del asunto: "En muchos casos hablamos de consentimiento viciado. Los empresarios no tienen ni que forzarlas. La situación de desprotección absoluta predispone todo. No hay uso de fuerza, no les ponen un cuchillo al cuello". (...)

Pese a las suspicacias que pueda suscitar la cruzada europea, la realidad de la fresa es indiscutiblemente dura. Desde que el reportaje La rançon de la fraise (El precio a pagar por la fresa) de France5 señaló los invernaderos onubenses, Europa los observa con lupa. Una delegación de eurodiputados los visitó hace casi un mes para elaborar un informe. "No me quedan ganas de comer fresas", anunció la eurodiputada de los Verdes Hélène Flautre al fin de la inspección. La francesa calificó la situación de "trágica".

Protestó por la ausencia de agua potable, el hacinamiento y la "complicada" situación de las mujeres, "muy vulnerables y absolutamente dependientes de su empleador". Lejos de los gritos de indignación de Bruselas, en su despacho un abogado de oficio de Moguer pasa silenciosamente las páginas de una agenda: dos o tres casos de violencia de género por semana, alguna rueda de reconocimiento por violación... Un paseo por varios bufetes del pueblo deja un muestrario de historias terribles. "Tres marroquíes a una polaca", rememora un letrado: "Lo más frío que he visto. Uno de los acusados afirmó que ella le pidió que lo hiciera. Claro: dos ya la habían violado y ella quería terminar".

Todos los abogados coinciden en que les llegan muy pocos abusos por parte de patronos. Aun así, son capaces de enumerar varios. Por ejemplo, el de una chica que presentó una denuncia jurídicamente redonda después de que su jefe la subiera a un coche y la violase. Recordaba el modelo del vehículo, la matrícula, habían quedado huellas de los zapatos de él en el barro... Pero a última hora la mujer retiró la denuncia y desapareció. "Le pagó", dice el abogado. Hay más historias: "Cuatro polacas; una de ellas denunció porque un pariente suyo conocido en el pueblo tomó la iniciativa. Un chico de la finca iba allí con otros tres amigos y se aprovechaban de ellas".

El riesgo total en el que viven las braceras queda confirmado por una visita al cuartel de la Guardia Civil de Mazagón. Un agente relata llamadas de mujeres acorraladas en sus barracones por borrachos que intentan entrar.(...)

Una de las naves en terreno ilegal estaba destinada a fiestas con las inmigrantes. La sala-discoteca se iluminada con luces tenues y tenía una barra para servir bebidas. El trasiego de coches era constante, tanto que la policía llegó a sospechar que existiera una red de prostitución. Las chicas declararon que eran "novias" de los imputados.

El juicio se celebrará en los próximos meses y el fiscal solicita 20 años de prisión por cohecho, negociaciones prohibidas y omisión del deber de denunciar delitos. "Esos cargos están muy claros, pero en lo sexual no se puede demostrar nada más allá de que existía un trato de favor hacia las chicas que los guardias identificaron como sus novias", apunta una fuente de la investigación. Entre los beneficios, las mujeres trabajaban menos horas y contaban con habitaciones individuales." (El País, Domingo, 13/06/2010, p. 8/9)

No hay comentarios: