18/6/10

Mujeres... y niños rapados

"Las personas que entrevistamos del bando franquista suponen un 15% del total. Fueron muy amables y accedieron a contarnos su historia sin reparos. Lo que vimos tras entrevistar a unos y otros es que en cuanto revives el conflicto, éste pervive en la memoria. Hubo gente que se bloqueó y que fue incapaz de decirnos nada. Eso sí, todos coincidieron en el dolor que vivieron, que la represión fue cosa de los dos bandos y que un hecho tan horrible como la guerra no debería repetirse", recuerda Arcas.

Dolor y humillaciones como las que contaba rodeado de familiares y vecinos Antonio Lozano López, residente en Casabermeja. Él y muchos más niños del pueblo sufrieron la humillación pública de ser rapados al cero por el simple hecho de ser hijos de "rojos". "A los que volvían con los rojos se les pelaba... Y el domingo, a misa obligatoria. Y claro, allí nos ponían a todos juntos. Un domingo, el cacique del pueblo entró en la iglesia y le dijeron: 'Hoy están estos rojillos ahí, no hace falta preguntar quiénes son, por las cabecillas se les conoce'. Uno podía faltar a la escuela el tiempo que fuera, pero ¡ahora!, a misa los domingos....", recuerda Lozano en el documental.

Un caso parecido al que relata Francisca Lara, una "pelona" vecina de Villanueva de Tapia a la que raparon por bordar una bandera de la UGT. "Me pelaron, pero no sé cómo no me mataron. Sentí mucha pena de verme así, con 20 años que tenía..."

"A mí vinieron a buscarme los rojos a casa. Me confundieron con mi hermano mayor y me dieron el paseíllo, pero no me mataron porque el coche se averió por el camino. Dijeron que volverían a por mí al día siguiente", recuerda por parte del bando nacional Guillermo Narbona, a cuya familia se le colectivizó su fábrica de cerveza. "La fábrica de cerveza se incautó durante la República, pero siguió funcionando. La fábrica funcionó toda la guerra, pero a nosotros nada más que nos dieron arroz. Ellos consideraban que con eso éramos socios", relata Narbona en el documental.

Recuerdos que perviven en la memoria y que muchos años después aún llenan de desazón a sus depositarios. "Es una herida que nunca ha cicatrizado y que ahora con esta entrevista se me está removiendo", concluye el anciano Andrés Surís desde su casa en Miami, donde rehizo su vida este hijo del comandante de los Carabineros de la capital malagueña que, leal a la República, fue fusilado tras la caída de Málaga." (El País, Andalucía, 17/06/2010)

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