11/11/08

Encerrado con el general Stroop

"Un resistente polaco compartió celda con el liquidador nazi del gueto de Varsovia al que había tratado de matar. (...)

Durante el pormenorizado relato de Stroop de la liquidación del gueto, con el uso de lanzallamas, cuando el general habla de los niños -asesinados como todos los demás: "¡No se puede imaginar cómo gritaban mientras se freían y ahumaban!"-, Moczarski le hace callar con un grito: no puede seguir oyendo. (...)

Confrontado por el polaco a la realidad de los campos de exterminio, Stroop calla; toma un trapo y limpia la celda, sin decir una palabra. Poco a poco, mientras desgrana su vida, Stroop hace revelaciones: él personalmente se encargó de eliminar al mariscal Von Kluge, cuya muerte se hizo pasar por suicidio. A Canaris lo colgaron de un gancho por las costillas. Otto Skorzeny colaboró en la lucha en el gueto. Himmler vomitaba en los aviones.

Hay momentos que transpiran una extraña maldad en los recuerdos del nazi: una vez, supersticioso, mata a tiros a un búho tendido sobre la carretera; otra, abronca a sus subordinados porque se ha manchado las botas con la sangre de un ejecutado. Una tarde revela candorosamente en la celda el plan que urdió para eliminar a la población sobrante de Ucrania: el genocidio por vodka, habituarles a la bebida hasta exterminarlos. Lo dice completamente en serio. (...)

En la intimidad de la celda, el general revela su falta de coraje físico, su esnobismo, su tendencia al escaqueo, su misoginia, su mediocridad, su servilismo, su mezquindad (se come a escondidas los caramelos que le envían), la manera en que fue ascendiendo rastreramente en el tronco podrido del III Reich... La emoción que le produjo tener a cenar a Himmler o ver a su hijito de ocho años con mini uniforme de las SS mandando a los criados. Un día, en plan amistoso, se pone a medir los rasgos antropológicos de Moczarski ¡para evaluar su arianidad! (...)

Expresa su admiración por las mujeres judías que combaten, con una pistola en cada mano, en el levantamiento del gueto, pero explica cómo dio órdenes de acribillarlas cuando se rendían. Habla del SS ex perfumista gracias al cual rastreaban en los búnkers subterráneos la "peste judía". Y de los "paracaidistas" del gueto: así llamaban a la gente que se lanzaba desde los edificios en llamas. "Mis SS adquirieron la costumbre de dispararles al vuelo, una gran diversión", dice dando vueltas por la celda imitando a un cazador: "¡paf!, ¡paf!". A veces suspira recordando el "hermoso" broche de la Grossaktion: la voladura con su propia mano de la Gran Sinagoga de Varsovia al grito de "¡Heil Hitler!". (El País, ed. Galicia, Cultura, 09/11/2008, p. 47)

No hay comentarios: