12/1/11

Hijos del sida

"Ese estigma explica los silencios que rodean a estos chicos. La negativa de la mayoría a figurar en los medios con nombre y apellidos, el secretismo que les rodea y la hostilidad que despiertan las preguntas de la periodista entre algunos médicos.(...)

Pero esa normalidad social es fruto de muchos silencios. El miedo al rechazo ha obligado a familiares y tutores a criar a estos niños manteniendo en secreto su enfermedad. Cualquier indiscreción podía costarles cara.

"Ha habido niños que han tenido que cambiar de casa, de barrio y hasta de ciudad cuando se ha sabido lo que tenían", dice la doctora Mellado.

"El mensaje para la sociedad es que el VIH solo se contagia por los fluidos corporales: la sangre, el semen, el fluido vaginal, la leche materna".

Anaís, de 26 años, tiene motivos para no dar su nombre verdadero. Quiso ir con la verdad por delante cuando la contrataron en su primer empleo como auxiliar de enfermería. "En cuanto lo supieron, me dijeron que no", cuenta con la voz entrecortada por la emoción.

La taza de café descafeinado con leche que sostiene le tiembla en las manos y no consigue dominar las lágrimas cuando hace memoria. "Yo era muy ingenua, sufrí mucho ese rechazo. Era mi primer empleo y estaba feliz. Ahora, en el nuevo trabajo no he dicho nada". (...)

César, de grandes ojos castaños, ha logrado crear un espacio de sinceridad en su vida. Un círculo de afectos donde no hay disimulos. "Mis amigos más íntimos lo saben, y también lo he dicho en el trabajo". Lo más difícil es sacar el tema cuando conoce a una chica que le gusta.

"Tuve una pareja tres años, y se lo conté también, sin problemas. Rompimos por otras cosas". Lo importante es saber si esa persona te va a responder o te va a rechazar. "Tú te das cuenta de a quién se lo puedes decir y a quien no", dice. (...)

"Todos los que tenemos el virus nos hacemos la misma pregunta: ¿lo cuento o no lo cuento? Para mí es muy fácil, lo cuento; quien me quiera, que me quiera como soy, y quien no me quiera, ya sabe dónde está la puerta", dice María. Es cierto que ha tenido momentos muy malos, momentos de pánico, pensando que confesarse con los amigos le acarrearía la exclusión total.

Es cierto que ha tenido experiencias amargas. Como cuando se lo dijo a su mejor amiga, y a ella le faltó tiempo para ir a contárselo a todo el mundo. "Pero luego a ella la dieron de lado y a mí no", cuenta. María cree que el problema está en la desinformación. Lo que se cuenta en la escuela sobre el VIH es poca cosa. (...)

Teresa es una luchadora y no se esconde, pero el niño lo pasó mal en la escuela. "Lo putearon mucho. Lo sentaban en una esquina en el comedor, alejado de los otros críos", cuenta. Las cosas llegaron a tal punto que Teresa le cambió de colegio. Los problemas se reprodujeron en el instituto, "porque había muchos niños de la primera escuela".

Pero gracias a la energía de la jefa de estudios, el problema acabó. Jorge está a punto de entrar en la Universidad y forma parte de ese tercio de pacientes que viven con una sola pastilla al día." (El País, Domingo, 28/11/2010, p. 2/3)

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