25/1/08

Exilio español en campos de concentración franceses

“Un total de 597 niños, la mayoría hijos de republicanos españoles, nacieron en una maternidad de la localidad francesa de Elna entre 1939 y 1944. Una joven maestra suiza, Elisabeth Eidenbenz, creó allí una isla de humanidad en medio de una Europa en guerra. (...)

Eidenbenz habilitó para recibirlos (grandes ventanales, vista a los Pirineos, jardín frondoso, balaustradas, escalinatas…) con la ayuda de comadronas suizas, de mujeres embarazadas, de recién paridas que se afanaban en las tareas de mantenimiento. Tienen en común el haber sobrevivido cuando –meses después de la Guerra Civil– la mortalidad de los recién nacidos en los campos franceses superaba el 90%; cuando sus padres, hacinados, hambrientos, derrotados física y moralmente, esperaban aún tiempos mejores internados en condiciones precarias en Argelers, Ribesaltes, El Barcarés, St. Cebrià…

“Estábamos en un campo de concentración en la playa de Argelers, rodeados de alambrada y arena. Era febrero de 1939, hacía un frío horrible y soplaba una tramontana que no nos dejaba caminar, y menos en la arena. Había que sujetarse unos a otros para mantenerse en pie…”, recuerda María García, que parió en la maternidad a su hijo Felipe Sáez el 24 de marzo de 1940 y se quedó allí ayudando durante dos años. “Me veía capaz de pasar hambre, sed, frío y todas las vejaciones que vinieran, pero que muriese mi bebé… Me encontraba en el séptimo mes de embarazo cuando se me acercó una señora suiza y me dijo que me iba a llevar a un lugar a tenerlo…”.

“En el campo había una madre que no tenía leche, y el niño lloraba de hambre día y noche. Cuando se agotaba de tanto llorar, se dormía, y ella le protegía con su cuerpo. Las mantas estaban todas mojadas de aquellos días tan duros de febrero. Cuando salía el sol, la madre enterraba al bebé en la arena para que ésta le sirviera de abrigo. Pero al cabo de unos días, el niño murió de hambre y frío. Yo estaba embarazada, y sólo de pensar que mi hijo nacería en aquel infierno, me desesperaba… Hasta que un día me encontré a la señorita Elisabeth; mejor dicho, ella me encontró a mí. Y me propuso ir a parir en una maternidad situada en Elna, en el Rosselló. El día que nació mi hijo en la sala de partos de la maternidad no pude reprimir las lágrimas. Todos pensaban que lloraba de emoción, sólo yo sabía que lo hacía por el niño enterrado en la arena de Argelers”, cuenta Mercè Doménech..” (La cuna del exilio. EL PAIS SEMANAL - 09-10-2005)

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