23/9/22

Si la presa era llamada a diligencias, para volver a ser interrogada, la tortura comenzaba de nuevo. Las violaciones no solo se llevaron a cabo en las salas de interrogatorio, entre los guardias existía la costumbre de seleccionar y sacar del recinto carcelario a reclusas de su gusto para violarlas durante días hasta que se cansaban y las devolvían a prisión

 "(...) se hace más necesario que nunca nombrarla porque al ponerle palabras cuenta episodios vergonzosos que nunca debieron suceder. Uno de ellos es el encarcelamiento de mujeres. Eso es justamente lo que hace Isabel Ruiz Ruiz con su última novela ilustrada (...)

Las violaciones estaban a la orden del día: antes de entrar en la cárcel o ya estando allí ¿Cómo se las elegía?

 Durante la guerra, el abuso sistemático de la mujer como manifestación de poder fue habitual. Numerosas mujeres, entre ellas ancianas y niñas, fueron violadas y vejadas por las tropas sublevadas en el transcurso de la contienda. Pero las violaciones no acabaron con la guerra, prosiguieron tras los muros de las comisarias, en los interrogatorios, y constituyeron otro procedimiento de tortura. Estos abusos no concluían cuando la prisionera ingresaba en la cárcel: si la presa era llamada a diligencias, para volver a ser interrogada, la tortura comenzaba de nuevo. Las violaciones no solo se llevaron a cabo en las salas de interrogatorio, entre los guardias existía la costumbre de seleccionar y sacar del recinto carcelario a reclusas de su gusto para violarlas durante días hasta que se cansaban y las devolvían a prisión. 

¿Las embarazadas que sabían cuál era su final y el de sus criaturas era un dolor mayor?

 Las condenadas a muerte que estaban embarazadas, a veces como consecuencia de las violaciones llevadas a cabo en los interrogatorios, permanecían en prisión hasta dar a luz, momento en el que eran fusiladas. Unas veces, se respetaban los meses de lactancia, y otras, su ejecución se realizaba de forma inmediata. No puedo ni imaginarme el dolor de estas mujeres, que no solo sabían que iban a morir, sino que lo hacían con la incertidumbre del destino que correría su bebé. 

 Si la fusilada tenía familia, el bebé debía pasar a manos de esta, pero era frecuente que, cuando los familiares acudían a reclamar al recién nacido, no recibiesen información sobre el mismo y terminaran marchándose con las manos vacías. El robo de bebés era una práctica generalizada. Estos niños y niñas eran acogidos por familias afines al régimen o bien eran entregados al Auxilio Social o a instituciones religiosas. De una forma o de otra, el sistema de represión franquista se encargaría de que no conocieran su verdadero origen y crecieran en la ideología de esa “nueva España” que rechazaba los ideales por los que sus madres dieron la vida. 

El relato visual de cadáveres amontonados de los niños y niñas, era un mensaje de control, humillación y vejación. ¿La psicopatía del régimen no podía ser más brutal?

 El episodio de los niños y niñas en prisión es sin duda uno de los más aterradores. Las presas que ya eran madres podían ingresar en prisión junto con sus hijos menores de tres años y estos soportaban las mismas condiciones inhumanas que padecían ellas. La escasez de agua, y por tanto la falta de higiene, unida al hacinamiento al que se vieron sometidos, provocó que las enfermedades se extendiesen con facilidad y acabasen con la vida de los más frágiles. Los testimonios de las supervivientes cuentan que, en el periodo inicial, en la cárcel de Ventas, la mortalidad infantil alcanzó tal volumen que los cadáveres se amontonaban en salas donde las madres hacían guardia para que no fueran devorados por las ratas. 

Cuando muchas de ellas logaron salir fuera vivieron en otra prisión no solo porque la vida siguió sin ellas sino porque fueron estigmatizadas hasta el punto de exiliarse. ¿Ese otro dolor cómo lo aceptaron?  

Es difícil ponerse en la piel de estas mujeres. Para ninguna fue fácil la existencia fuera de los muros, estigmatizadas por sus ideas fueron rechazadas por la sociedad y encontraron grandes dificultades para trabajar por lo que, muchas de ellas, se vieron abocadas a la pobreza. Lo que deduzco de la lectura de sus testimonios es que tuvieron tres formas de adaptarse a esta nueva realidad. Algunas se resignaron y trataron de sobrevivir pasando desapercibidas para proteger su vida y las de sus seres queridos. La persecución y el aislamiento hizo de otras se vieran obligadas a exiliarse. Pero muchas continuaron su lucha fuera de los muros, se organizaron para ayudar a las personas que continuaban en prisión, trabajaron en la clandestinidad y lucharon por sus ideas hasta el fin de la dictadura y más allá de ella. (...)"                (Nuria Coronado, La Hora Digital, 27/03/22)

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