8/6/20

"La hambruna de la posguerra fue consecuencia de una política económica voluntariamente adoptada por el franquismo"

"El libro Los años del hambre. Historia y memoria de la posguerra franquista (Marcial Pons) contiene un capítulo cercano aunque vacío de datos fiables, en un intento de pasar desapercibido por la historia reciente de España. 

Durante décadas, solo han permanecido las fotos palpables de la hambruna, la estampa viva de películas como Los santos inocentes o de novelas como Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos o Si te dicen que caí de Juan Marsé. Además, quedan cifras que el régimen inventaba sobre aquella década de inanición, penurias y sufrimiento pero poco más, casi nada.

Miguel Ángel del Arco Blanco, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada, dirige una investigación colectiva que repasa vivencias de aquella etapa que marcaron un antes y un después en la vida del país, desde el final de la guerra. Capítulos desconocidos como la delincuencia de la época o la bajísima producción agrícola e industrial que no recuperaron las cifras de la preguerra hasta 1953 o "la política económica suicida adoptada por el régimen".


Del Arco relata a Público que fue una etapa muy difícil donde "los más humildes, muchos de ellos identificados con el programa político de la República, olvidaron sus sueños o su ideología y se centraron en obtener alimento". El coste de vida aumentó de manera exponencial mientras se congelaron los sueldos. Mientras tanto, "la protesta social estaba considerada como un delito a la patria", apunta el docente.

 Este investigador examina retratos conocidos como el del poeta Miguel Hernández, que falleció en las peores condiciones de hambre, higiene y enfermedad. "El caso de Hernández puede ser paradigmático de aquellos años". Fue encarcelado y condenado por un tribunal militar por sus ideas políticas, pero "la muerte lo encontró en la cárcel, donde las condiciones eran pésimas y el alimento paupérrimo". 

Su castigo no se limitó a la pérdida de libertad, sino también a "soportar unas condiciones de hacinamiento y miseria que lo llevarían a la muerte"; la pobreza, consecuencia de su compromiso político, llegó también a su familia. Así detallaría en su poema Tened presente el hambre: recordad su pasado turbio de capataces que pagaban en plomo antes de fallecer a los 32 años de edad.
El hambre no fue culpa de la guerra 

En Los años del hambre se desmontan mitos como que "el hambre no fue consecuencia de la reciente guerra o el aislamiento internacional", como Franco quería justificar. Del Arco recalca que "el hambre fue consecuencia de una política económica voluntariamente adoptada por el franquismo, la autarquía". Frente a esa situación, estar cerca de las esferas de influencia del régimen "podía suponer un pasaporte a la vida".

 Estar en el escalón más bajo de la sociedad obligaba a comer una sola vez al día, a repartir lo que se tenía entre los más pequeños y estar siempre en una situación límite. El estudio no detalla gran cantidad de cifras, pero sí aporta algunas claves como que sólo en la primera fase de la hambruna, hasta 1942, "murieron alrededor de 200.000 personas por inanición, enfermedades epidémicas o causas relacionadas con la mala alimentación".

A pesar de la grave carestía, el franquismo consiguió un éxito rotundo con su propaganda ya que "la mayoría de los testimonios hacen suya las explicaciones del régimen y esconden totalmente lo sucedido y también las responsabilidades de la dictadura en ello", afirma el historiador granadino a Público.

 En Extremadura comían durante meses enteros hierbas cocinadas con sal

Los investigadores Sergio Riesco y Francisco Rodríguez se centran en Extremadura, donde se registró un desplome de la producción agrícola, lo que llevó a pasar las peores penurias inimaginables.

Reconstruir aquel mapa de miseria y hambre también ha sido posible gracias al hallazgo de informes los servicios diplomáticos de la época. Inglaterra, Estados Unidos y Francia puntualizaban la virulencia con la que se vivía especialmente en el en el arco sur de la España aislada: "Murcia, toda Andalucía, Extremadura, provincias más al sur de Castilla-La Mancha".


El Foreign Office manejaba informes secretos de las comisiones médicas de la Dirección General de Sanidad referidos a Extremadura. "Detallaba la elevada cifra de personas afectadas por la pelagra (falta de vitamina B3 derivada de la malnutrición) y el edema del hambre". Había enfermedades que afectaron a localidades enteras como Castuera y a jóvenes de ambos sexos "entre 18 y 25 años que paralizaba sus extremidades inferiores sin ninguna posibilidad de posterior curación": se trataba de la listeriosis, originada por la ingesta de harina de almortas por parte de la población desesperada. En Trujillo, la gente llegó a tal grado de desesperación que "durante meses enteros solo comieron hierba cocinada con sal".

 Rúben Leitão Serém habla de cómo aquella "pobreza general" también estimuló el desarrollo de un mercado negro en la Sevilla de Queipo de Llano por la oligarquía. "Puede que Sevilla hubiera dejado de ser la capital administrativa de la España rebelde, pero se acabaría convirtiendo en el centro de la prostitución del país". Más de un centenar de burdeles que "se nutrían de una red de trata de personas hasta el norte de África, cebándose con las mujeres pobres de clase trabajadora".

Madrid fue considerada la "capital espectro" como la conocía el nuevo régimen, apunta la investigadora Ainhoa Campos, de la Universidad Complutense de Madrid. En la capital se utilizó el hambre como arma de guerra y posguerra. Además el "régimen franquista echaba mano de todos los recursos posibles para empeorar el abastecimiento de la ciudad que se resistía a su conquista". Paradójicamente, tras tomar la capital al final de la guerra, lo primero que hizo el régimen de Franco fue repartir panes y comida en la Puerta del Sol. "Hurtos famélicos" para soportar el hambre.

"La delincuencia fue un recurso para la supervivencia, pero también los más humildes recurrieron a la solidaridad comunitaria pre-existente para tratar de salir adelante". Lázaro Miralles Alted analiza la delincuencia de la época en barrios populares de Granada como el Albaicín o el Sacromonte. Se detallan casos reales de vecinas como el de Florentina Fernández, apodada "la divorciada". "La prostitución no le aportaba los recursos necesarios para subsistir y aprovechó la oportunidad de obtener un pequeño ingreso: hurtar un reloj de la Pensión Perales, en calle Elvira". Resultó detenida y encarcelada. Alegó entonces extrema necesidad, el abandono de sus hijos si iba a prisión, las deudas. Florentina solicitó que le concedieran la libertad condicional. La causa quedó extinguida al cumplir "dos meses y un día de arresto mayor impuestos en la sentencia mientras esperaba el juicio".

¿Cómo fueron los niveles de delincuencia a nivel nacional? Del Arco apunta a Público que fue "delincuencia muy focalizada en la sustracción de alimentos, una delincuencia por necesidad imperiosa". De ahí, los "hurtos famélicos" que llevaban a muchos a delinquir para lograr sobrevivir, lo que llevó a que ascendieran a un setenta por ciento del total de delitos cometidos en toda la década.

Las campesinas del hambre de la España rural

El libro no olvida a las "campesinas del hambre". Teresa María Ortega relata en este capítulo que "muchas se convirtieron en las cabezas de sus familias de manera forzada, pues su marido estaba en el exilio, en la cárcel, había fallecido en la guerra o había sido fusilado". Tuvieron que luchar por su hogar y ganarse la vida de cualquier manera posible", recurriendo a un pequeño comercio en el mercado negro o cualquier tipo de estrategia. Este sombrío panorama se mantuvo casi inalterado "hasta la década de los anos cincuenta", con insoportables condiciones de vida y teniendo que recurrir si era necesario a la alimentación a través de animales como perros y gatos.

La investigadora Gloria Román ha entrevistado a algunos testigos de aquella posguerra ahogada por la autarquía franquista. Francisco López era un niño de Granada cuando esperaba más de diez horas en la tahona para comprar el pan. "A lo mejor estábamos en la cola para sacar pan, y luego se había terminado ya". Explica como el pan cuando lo cogían "no se podía picar en los dientes, porque tenía mucha tierra, granillos". Matilde comía en Abrucena (Almería) aceitunas cuando le daban dolores de estómago de la necesidad. "Estábamos cogiendo aceitunas y me decían pues prueba a tragarte aceitunas, a ver si se te quita".

Del Arco concluye a Público que puede tratarse "de la peor etapa vivida por la población civil" en el siglo XX en España. Pero lo llamativo (y cruel) es que aquellos años fueron clave para la consolidación y supervivencia del franquismo que llegó hasta sus últimos días "con el supuesto aval de haber llevado a España a la modernidad en los años 60, silenciando y sepultando la hambruna y el dolor sufrido durante la posguerra por muchos españoles".                 (María Serrano , Público, 07/06/20)

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