"Cuenta la arqueóloga Carmen Romero Paredes cómo “las unidades militares desplegadas por Queipo
se iban expandiendo por las distintos pueblos de la provincia de
Sevilla”. Y cómo el primer pueblo en caer después de la capital andaluza
fue Écija, el mismo 18 de julio.
Sin piedad, aplicando el bando de
guerra, la represión más feroz en Écija se llevaría por delante a más de
quinientos vecinos al formar parte de una maniquea limpieza de
inocentes. Una huella que quedó para siempre en este pueblo. “Aquella
eliminación directa con ejecuciones inmediatas” en el primer verano de
la guerra civil no fue olvidada por ningún vecino.
La historiadora de la Universidad de Córdoba Carmen Jiménez Aguilera cuenta a Público cómo “el mismo día 18 se lee el bando de guerra en la plaza del Salón y allí mismo muere el primer ecijano”. Su nombre, José Pérez Jiménez, alias El Hormiguita. Jornalero de profesión. “Solo en el primer momento de la lectura, este hombre respondió con un viva la república,
a lo que los militares respondieron con un tiro certero y directo que
acabó con su vida”.
Esa fue la carta de presentación de los golpistas en
Écija nada más sublevarse. Juan Tamarit Martell, alcalde republicano
también se personaría frente a la guarnición golpista en la noche del 18
de julio. Un mes después, su cuerpo se encuentra cosido a balazos
frente a las tapias del cementerio, el 13 de agosto de 1936.
Pero la represión no solo se extendía por la
corporación local y los políticos, sino que acompañó durante toda la
dictadura a los familiares de estos. La hermana de Juan Tamarit Martell
sufrió en plena posguerra un consejo de guerra, por denuncia de un
vecino de Écija al que insultó en un autobús por haber asesinado a su
hermano. Carmen destaca a Público que, al ser su marido
falangista, el juez militar le impuso un arresto domiciliario por un
breve tiempo y finalmente fue absuelta.
Pero, ¿cómo continuaría esa represión bien entrada la guerra para los vecinos ecijanos? Carmen Jiménez apunta a Público
que hay muchas anécdotas e historias sin dar a conocer que muestran la
extrema vigilancia a la que eran sometidos cada uno de los vecinos, ya
casi acabada la guerra. Como la de María Rejano, una joven
vecina que una tarde de febrero de 1939 fue al cine a ver una película y
la Guardia Civil se dio cuenta de que no levantó el brazo cuando se
proyectaba la imagen del Generalísimo y sonaba el himno nacional en el
cine Cervantes.
“Su vacilación a la hora de levantar el brazo, pues no
sabemos si es que no lo levantó o no lo hizo con suficiente vehemencia,
fue reflejado en un informe del cuerpo de investigación”. La joven
recibió una multa de 15 pesetas, una importante fortuna para la época,
“teniendo en cuenta que un kilo de pan podía costar en aquellos años de
la posguerra entre los 50 y 90 céntimos”.
Desde el verano de 1936 hasta febrero de 1937 fueron fusiladas en Écija más de 200 personas. Jiménez destaca a Público
que “esta cifra sigue creciendo, pues hay muchas víctimas de la
represión franquista en Écija de las que no hay ningún registro
documental”. Matar a más de 200 personas, que sepamos a día de hoy,
“son muchas, demasiadas personas”. Y es que, tal y como destaca Jiménez
Aguilera, “el golpe en Écija nació matando y sólo hubo un bando, el
vencedor”.
En la cifra global de represaliados se puede hablar de 500 ecijanos como víctimas de la represión
ejercida por el franquismo. “En este conteo tenemos incluidos
fusilados, represaliados económicos (incautación de bienes y tribunal de
responsabilidades políticas), los que sufrieron la cárcel o aquellos
que fueron juzgados por tribunales militares”. Muchos de los ecijanos
que fueron condenados por consejos de guerra serían juzgados una vez
terminada la guerra civil. Otros huyeron y después de tres años
volvieron y serían encarcelados.
El conocimiento de aquel horror y la primera exhumación en 1982
La voluntad de los familias ecijanas fue lo que
permitió conocer los cuerpos y la atrocidad de aquella represión.
“Doscientas familias ecijanas tenían un familiar en esa fosa. Son
los primeros pasos de nuestra democracia, hay lugares en los que se
estaba haciendo también, y ellos pensaron que porqué no”, apunta
la investigadora.
Se recogió dinero, los trabajos se hicieron por
suscripción popular, cada uno aportó lo que pudo. En la mayoría de los
casos fueron los familiares los que donaron el dinero.
A pesar de las escasas técnicas arqueológicas de la
época, se pudo crear un mausoleo donde recogieron y depositaron de forma
artesanal los restos de todos los fusilados. Un proyecto donde fueron
contabilizados, según los registros de la época, 635 cuerpos.
Treinta y siete años después de aquella exhumación,
se ha pedido financiación al Ministerio de Justicia para realizar un
“estudio antropológico de los huesos y análisis de ADN, es decir, una
identificación de los mismos”. A día de hoy, todavía no han dado
comienzo, e, igualmente, tampoco se ha realizado recogida de muestras de
ADN a ningún familiar, a la espera de que se ejecuten los plazos para
el inicio del proyecto en 2020.
Menores fusilados y hermanos con tan solo 14 y 16 años
Jiménez Aguilera señala que existen casos sangrantes
y documentados dentro de aquella fosa de Écija, como dos hermanos
menores en el momento de su fusilamiento. “Un familiar nos contó, en
este caso una mujer, como sus dos hermanos de 16 y 14 años fueron
fusilados. Ella era una niña de apenas 7 u 8 años. Unos falangistas
vinieron a por el hermano mayor y el otro más chico se empeñó en
acompañarlo. Ella también se fue detrás de ellos y vio cómo los ataban;
intentó continuar hasta el cementerio como pudo”.
También está la historia de los médicos Carlos Ballesteros y Juan Jiménez García,
y el hijo de este, practicante, Juan Jiménez Tovar, que fueron
detenidos juntos y fusilados posteriormente pocos días después del
golpe. El hijo fue el único que quedó vivo tras el fusilamiento y murió
aquella noche desangrado mientras llamaba a su madre. La ejecución fue
perpetrada por el jefe de Falange del municipio sevillano.
Hay muchos ejemplos de ensañamiento con otros menores. Jiménez señala el caso del cantinero de la Casa del Pueblo, detenido y fusilado
poco después. Su hijo mayor, miembro del Partido Comunista fue
detenido, pero no fusilado, a cambio de salvarle la vida. “Con sorna, le
dicen que va a enterrar él a sus compañeros. Lo ponen a cavar en la
fosa, a presenciar los fusilamientos y a enterrar, como le dijeron, a
sus compañeros”. Su otro hermano, de apenas 14 años, quedaría
traumatizado de por vida. “Aunque sabía leer y escribir, nunca más
volvió a firmar un documento”. La hermana de este, Encarna, contaba a
Carmen cómo “temblaba al ver a la Guardia Civil y sólo acertaba a firmar
con el sello y el dedo”.
Sobre los fusilamientos a mujeres jóvenes,
destaca que “muchos testimonios cuentan que hubo un fusilamiento sólo de
mujeres, todas ellas muy jóvenes, incluso puede que algunas de ellas no
fuesen más que unas niñas”. Las fuentes orales apunta cómo las mataron y
las dejaron expuestas varios días a las puertas de un convento, el de
Santa Inés, todas ellas con un escapulario sobre la boca.
En cuanto a las mujeres embarazadas, hay
testimonios que afirman que de los cuerpos exhumados en 1982 en la fosa
había mujeres embarazadas y algunos niños pequeños. “No hay ningún
rastro documental de esto, no tenemos información, no hay un documento
que lo corrobore. Con el trabajo que se va a realizar y la
identificación de los restos, podremos confirmar o desmentir este dato
en esta investigación que será definitiva”, concluye la historiadora." (María Serrano, Público, 06/12/19)
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