"(...) Las llamadas “operaciones de limpieza” han matado a cientos de rohingya en los últimos meses, obligando a unas 250.000 personas asustadas, llorosas y hambrientas a escapar para salvar sus vidas de cualquier forma posible. Cientos más han perecido en el mar , o han sido perseguidos y asesinados en las selvas.
Las
historias de asesinato y el caos recuerdan a la limpieza étnica de la
población palestina durante la Nakba de 1948. No debería ser ninguna
sorpresa que Israel sea uno de los mayores proveedores de armas a
los militares birmanos.
A pesar del embargo de armas a Birmania
decretado por muchos países, el ministro de Defensa de Israel, Avigdor
Lieberman, insiste en que su país no tiene intenciones de detener sus
envíos de armas al despreciable régimen de Rangún, que está utilizando
activamente estas armas contra sus propias minorías, no sólo contra los
musulmanes en el estado de Rakhine occidental sino también contra los
cristianos en el norte. (...)
Casi
una cuarta parte de la población rohingya ya ha sido expulsada de sus
hogares desde octubre del año pasado. El resto podría serlo en un futuro
próximo, con lo que el crimen colectivo sería casi irreversible.
Aung
San Suu Kyi ni siquiera tuvo el valor moral de decir unas palabras de
simpatía a las víctimas. En su lugar, sólo pudo hacer pública una declaración sin compromisos :
“tenemos que cuidar de todo el mundo que se encuentra en nuestro
país”. Mientras tanto, su portavoz y otros voceros han puesto en marcha
una campaña de difamación contra los rohingya, acusándolos de quemar sus
propios pueblos, fabricar sus propias historias de violaciones,
mientras se refieren a los rohingya que se atreven a resistir como ' yihadistas ',
con la esperanza de vincular el genocidio en curso con la campaña
occidental dirigido a vilipendiar a los musulmanes de todo el mundo.
Pero
informes bien documentados nos dan más de una visión de la realidad
desgarradora experimentada por los rohingya. Un reciente informe de la ONU recoge
el relato de una mujer, cuyo marido había sido asesinado por los
soldados en lo que la ONU describe como “generalizados y sistemáticos”
ataques con “muy probable comisión de delitos contra la humanidad ”.
“Cinco de ellos se quitaron la ropa y me violaron”, dijo la mujer afligida . “Mi
hijo de ocho meses de edad, estaba llorando de hambre cuando entraron
en mi casa porque quería que le diese el pecho, y lo mataron con un
cuchillo para que se callara”.
Los refugiados que han llegado a Bangladesh huyendo tras un viaje de pesadilla hablan de la muerte de niños, la violación de mujeres y la quema de aldeas. Algunos de estos relatos se han verificado mediante imágenes satelitales proporcionadas por Human Rights Watch, que muestran aldeas arrasadas en todo el estado.
Ciertamente,
el horrible destino de los rohingya no es completamente nuevo. Pero lo
que hace que sea especialmente apremiante es que Occidente está ahora
totalmente del lado del mismo gobierno que está llevando a cabo estos
actos atroces.
Y hay una razón para ello: petroleo.
Informando desde Ramree Island, Hereward Holland escribió sobre la 'caza del tesoro escondido de Myanmar (Birmania).'
Enormes
depósitos de petróleo que han permanecido sin explotar debido a décadas
de boicot occidental de la junta militar están ahora disponibles al
mejor postor. Es un gran festín petrolero, y todos están
invitados. Shell, ENI, Total, Chevron y muchas otras compañías están
invirtiendo grandes sumas para explotar los recursos naturales del país,
mientras que los chinos - que dominan la economía de Birmania desde
hace muchos años - están siendo desplazados lentamente.
De
hecho, la rivalidad por la riqueza no explotada de Birmania está en su
mayor apogeo desde hace décadas. Es esta riqueza - y la necesidad de
debilitar la condición de superpotencia de China en Asia - lo que ha
llevado a Occidente a apoyar a Aung San Suu Kyi como líder de un país
que nunca ha cambiado de manera fundamental, sino que sólo ha cambiado
de nombre para allanar el camino de retorno de las grandes petroleras.
Los rohingya están pagando el precio.
No se deje engañar por la propaganda oficial de Birmania. Los rohingya no son extranjeros, intrusos o inmigrantes en Birmania.
Su reino de Arakan se
remonta al siglo octavo. En los siglos posteriores, los habitantes de
ese reino conocieron el Islam gracias a comerciantes árabes y, con el
tiempo, se convirtieron en una región de mayoría musulmana. Arakan es
hoy en día el estado de Rakhine de Myanmar, donde la mayor parte de los
aproximadamente 1,2 millones de rohingya del país todavía viven.
La
falsa idea de que los rohingya son extranjeros se originó en 1784
cuando el rey birmano conquistó Arakan y obligó a cientos de miles de
personas a huir. Muchos de los que fueron obligados a abandonar sus
hogares y escapar a Bengala, finalmente volvieron.
Los
ataques contra los rohingya, y los constantes intentos de expulsarlos
de Rakhine, se han repetido en varios períodos de la historia, por
ejemplo: después de la derrota de las fuerzas británicas estacionadas en
Birmania en 1942 a manos del ejercito japonés; en 1948; tras el golpe
militar de 1962; como resultado de la llamada 'Operación Rey Dragón' en
1977, cuando la junta militar expulsó a la fuerza a más de 200.000
rohingya de sus casas a Bangladesh, y así sucesivamente.
En 1982, el gobierno militar aprobó la Ley de ciudadanía que ha despojado de su ciudadanía a la mayoría de los rohingya, declarándoles ilegales en su propio país.
La
guerra contra los rohingya comenzó de nuevo en 2012. Cada uno de los
episodio, desde entonces, ha seguido un guión típico: 'conflictos entre
comunidades' entre nacionales budistas y rohingyas, que a menudo
conducen a decenas de miles de este último grupo perseguido a huir a la
bahía de Bengala, a las selvas y, los que sobreviven, a los campos de refugiados.
En medio del silencio internacional, sólo algunas personalidades respetadas como el Papa Francisco han mostrado su apoyo a los rohingya en una oración conmovedora en febrero pasado. (...)
Los países árabes y musulmanes han permanecido en gran medida callados, a pesar de las protestas públicas exigiendo poner fin al genocidio.
Informando desde Sittwe, la capital de Rakhine, el veterano periodista británico, Peter Oborne, describe lo que ha visto en un artículo publicado por el Daily Mail el 4 de septiembre:
“Hace
sólo cinco años, se estimaba que unas 50.000 personas de la población
de la ciudad de alrededor de 180.000 habitantes eran miembros de la
etnia rohingya, musulmanes locales. Hoy en día, hay menos de 3.000. Y no
son libres de caminar por las calles. Están hacinados en un pequeño
gueto rodeado de alambre de púas. Guardias armados impiden la entrada de
los visitantes. Y no permiten que los musulmanes rohingya puedan
salir“.
Con
el acceso a la realidad a través de sus muchos emisarios sobre el
terreno, los gobiernos occidentales, que saben lo que ocurre en el
terreno directamente gracias a sus diplomáticos, conocen perfectamente estos hechos indiscutibles, pero no han hecho nada de todos modos.
Cuando
las empresas de Estados Unidos, Europa y Japón hacían fila para
explotar los tesoros de Birmania, todo lo que necesitaban era un gesto de aprobación por
parte del gobierno de Estados Unidos. La Administración de Barack Obama
elogió la ‘apertura' birmana, incluso antes de las elecciones de 2015,
que llevaron a Aung San Suu Kyi y su Liga Nacional para la Democracia al
poder. Después de esa fecha, Birmania se ha convertido en otra
'historia de éxito' estadounidense, sin tener en cuenta, por supuesto,
el hecho de que tiene lugar un genocidio en ese país desde hace años.
Es
probable que la violencia en Birmania crezca y se extienda a otros
países de la ASEAN, simplemente porque los dos principales grupos
étnicos y religiosos en estos países están dominados y casi divididos en
mitades iguales entre budistas y musulmanes.
El
regreso triunfal de los EEUU y de Occidente para explotar la riqueza de
Birmania y la rivalidad entre Estados Unidos y China es probable que
complique aún más la situación, si la ASEAN no rompe su atroz silencio y presiona con una estrategia decidida a Birmania para poner fin al genocidio de los rohingya. (...)" (Ramzy Baroud
, Counterpunch, en Sin Permiso, 16/09/2017)
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