"Jaime Menéndez El Chato no fue un periodista desapercibido en su tiempo. El primer español que llega como periodista a la redacción del New York Times provenía
de una familia humilde y una aldea remota en el Concejo asturiano de
Salas, conocida como Sobrerriba, con apenas un centenar de habitantes. (...)
En 1919, con 18 años, emigraría a Cuba junto a sus hermanos para iniciar
una nueva vida. “No quería servir al Ejército y marchó a La Habana para
compaginar sus estudios autodidactas de lenguas extranjeras,
especialmente inglés, periodismo, política internacional, historia y
literatura”.
Dos años más tarde, pegaría el gran salto al nuevo
continente, afincándose en Nueva York. Como dependiente en una
pastelería primero y más tarde como redactor en el diario La Prensa, que
llegó a dirigir, donde conocería la oferta de trabajo en el prestigioso
Times. (...)
“Trabajó muy duro para quedarse” apunta su nieto. Una crónica sobre un
partido de béisbol lo llevó a pisar el despacho del jefe del rotativo,
Herbert Lionel Mathews. Chema recuerda como Mathews preguntó qué quién
había escrito dicha crónica. “Un español que está en deportes” le
contestaron. Mandó que le llevasen a su despacho y hablaron largo y
tendido.
Una de las cosas que le dijo fue que escribía mejor en inglés
que él mismo. Tras esa larga reunión Hebert L. Matthews le dijo: “A partir de mañana empiezas en política internacional”.
Chema apunta que “esa era la auténtica pasión de mi abuelo”. Fue en esa
sección donde el Chato empezó a escribir sobre la realidad de su país y
la Segunda República. (...)
Matthews tenía gran admiración por la figura del Chato,
a quién le propuso en 1932 la importante tarea de volver a España como
corresponsal. Sería contratado por la North American Newspaper Alliance,
(NANA) la organización sindical a la cual pertenecía el New York Times.
En aquella España moderna, llena de cambios y avances, hizo todo tipo de reportajes.
Entrevistó a los principales miembros del gobierno
para hacer llegar a los Estados Unidos todos sus planes en economía,
ciencia, educación, reforma agraria, cultura y feminismo. Chema destaca
la fuerte impresión que tuvo para el Chato “las misiones pedagógicas”. (...)
Poco después sería enviado por la Agencia
americana y el gobierno de la República a Alemania para realizar un
estudio pormenorizado sobre el nazismo. En las líneas de sus crónicas destacaba los discursos de Hitler.
“Observamos cómo la gente se volvía loca con la oratoria del Führer;
pudimos comprobar que estábamos ante el comienzo de una nueva barbarie,
la eclosión del Nazismo”. (...)
Pronto llegaría el Madrid de la guerra, de la que el Chato no partiría
más hacia América. Chema destaca que “llegó a dirigir el diario El Sol, sustituyendo a Enrique Sánchez Cabezas. (...)
“Era un hombre muy importante que se quedó hasta el último momento en
la capital, asediado por los rebeldes franquistas, soldados marroquíes,
nazis e italianos. Fue uno de los sesenta y seis periodistas que no
abandonaron su lugar de trabajo”.
De aquel grupo de corresponsales, solo seis pudieron escapar. El resto fueron encarcelados en el campo de concentración de los Almendros.
El Chato sufriría en primera persona torturas, enfermedades, hambre,
hacinamiento y hedores, en algunos lugares tenía que hacer sus
necesidades donde dormía. Aquella brutalidad nunca la pudo olvidar en
vida. Durante su cautiverio emprendió también una lucha antifranquista,
formando células clandestinas con su mejor arma: su pluma. Era
consciente que debía transmitir el horror sufrido en su libro titulado The Jail.
Esta obra en inglés la escribiría a escondidas, en una libreta que
camuflaba en el doble fondo de su boina. Su familia la pudo rescatar con
un mensaje en castellano donde le advertía “No preocuparos si os lo
encuentra un guarda civil, aunque sepa inglés, no se enterará de nada”.
En The Jail detallaba los rostros
de los presos republicanos, tras las palizas recibidas en las cárceles
“Trágica y terrible era la visión de los hombres, que llegaban a la
cárcel destrozados, en una condición tal que era difícil reconocerles.
(…) Algunos de ellos permanecían, durante horas o días, tirados en el
suelo desnudos. Otros, con la ayuda de amigos o compañeros, bajaban al
patio para que el sol ayudase a curar lentamente sus heridas y
cicatrices”.
El Chato tardaría cinco años en conseguir la liberta condicional,
el 26 de enero de 1944. A su salida fue contratado como secretario del
agregado de prensa de la Embajada de Estados Unidos en Madrid y desde
allí “formó parte de la célula antifranquista más relevante de aquellos
momentos”, como indica el profesor Fernando Hernández Sánchez en su
libro ‘Los años de Plomo’.
Sin embargo, la presión policial era muy
fuerte y decidió, junto a su familia y la connivencia del Partido
Comunista aceptar la oferta de redactor jefe del diario España en Tánger. Chema recuerda a Público que
consiguió este cambio de residencia al Norte de África gracias a sus
jefes directos del departamento de prensa: Mr. Wyse, Mr. Hughes y Mr.
Bonsal. “Entre todos le arreglaron todos los papeles para poder
exiliarse a Tánger con su familia, también intervino en el proceso
Gregorio Corrochano, director del diario España de Tánger, que lo contrató”, aclara Chema.
El historiador Fernando Hernández Sánchez destaca que muchas de las
cifras recopiladas sobre los asesinatos perpetrados en la represión
franquista “coinciden con el trabajo clandestino que hizo para el
gobierno de los Estados Unidos el Chato siendo agregado de prensa en la
embajada de Madrid Abel Plenn.
El investigador aclara que este “trabajo
aunque ha sido ignorado en España y fuera de ella, fue publicado, en
Estados Unidos y en México, en 1946. Sus cifras se guardan bajo un libro
titulado Viento en los Olivares, que describe con gran rigor y minuciosidad la verdadera cara del régimen franquista”.
En 1944 la War in Office de los Estados Unidos mandó al departamento donde estaba El Chato el encargo de hacer un informe oficial de la represión franquista.
“Mi abuelo colaboró clandestinamente. Las conclusiones fueron
paladinas.
El régimen franquista produjo desde el fin de la guerra
hasta la mitad de la década de los 40 cerca de un millón de muertos,
entre fusilados y fallecidos por las enfermedades y palizas recibidas.
Solo esperemos que algún día el gobierno de los Estados Unidos lo
desclasifique para que todo el mundo sepa realmente lo que ocurrió
aquellos años”.
De 1946 a 1947 El Chato, en su exilio de
Tánger, se incorporó a otra célula clandestina y desde su puesto de
redactor jefe y luego de subdirector del diario España mantuvo una línea pionera crítica a la dictadura franquista en la prensa española.
En 1957 regresó con su mujer, Avelina Ranz, a Madrid.
Sus tertulias antifranquistas, en diferentes cafés de Madrid,
adquirieron bastante fama, compartiendo las mismas con personajes
comprometidos en la causa como Héctor Vázquez Azpíri, Fernando García
Vela, Juan Antonio Cabezas, Goico Aguirre, escultor y dibujante y
Alfonso Tortosa, comandante médico de Carabineros en la guerra civil,
entre otros. (...)" (María Serrano, Público, 17/09/17)
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