"(...) Valdenoceda es un pequeño pueblo
burgalés a orillas del río Ebro, perteneciente a las Merindades y dentro
del partido judicial de Villarcayo, donde se levantó una fábrica de
seda. La historia negra de Valdenoceda y de la propia fábrica comienza
con el inicio de la guerra civil, cuando se habilitó unos de los penales
más inhumanos de la dictadura franquista.
Unos 3.000 presos llenaron la
prisión durante los años de su existencia, cuando la capacidad del
espacio era de 300. Penal infecto, fábrica de horror del franquismo y
lugar de represión: “De comida, un caldo aderezado con una sola alubia
se convertía en el primer y único plato del día. La alubia siempre
estaba podrida y alojaba un gorgojo en su interior. Por la tarde, media
sardina y un pequeño trozo de chocolate”.
La práctica totalidad de los
presos de los que se tiene noticia “fallecieron” de “colitis epidémica” o
“tuberculosis”. Por debajo de la prisión pasaba el río, una vez que se
constituyó en prisión las zonas inferiores del edificio se utilizaban
como celdas de castigo, cuando el agua subía el preso quedaba cubierto
hasta la cintura o el cuello. Así los tenían durante horas por “delitos”
como no cantar el Cara al Sol o no formar bien la fila.
En Valdenoceda
no fusilaban, los dejaban morir de hambre. “Valdenoceda fue una prisión
de exterminio donde mandaban a los presos de otras cárceles a morir”
dijo Isaac Arenal uno de los pocos supervivientes de aquel penal, en
Marzo de 2010, cuando entregó los restos de algunos de sus compañeros
republicanos a sus familiares.
En funcionamiento entre 1938 y 1943, en
ese periodo fallecieron y fueron enterrados por sus compañeros más de
150 presos republicanos por hambre, frío y enfermedades, hay casos de
prisioneros que fallecieron por palizas. Muchos procedían de Burgos,
pero también de Palencia, Álava, Cantabria, Madrid, Zaragoza, Ciudad
Real o Jaén.
Los condenados llegaban a Valdenoceda tras un juicio
sumarísimo, y una vez allí comenzaban sus penurias. Desde Jaén ha
acudido Juana Gutiérrez a recoger los restos de su abuelo, Pedro Blanco,
que fue detenido en su pueblo, la localidad jienense de Villanueva de
la Reina, y murió en 1941 en Valdenoceda. Además fueron asesinados el
padre y el tío de Juana, por ser republicanos, y a su madre le raparon
media cabeza y la pasearon por el pueblo mientras le tiraban piedras.
Habla Ernesto Sempere Villarrubia: “Mi
padre, era católico, liberal-conservador, amaba la libertad de
pensamiento, religión, reunión, asociación, y la necesidad de preservar
valores como la familia, la libertad de culto, la Constitución y la
soberanía e independencia de España. Presidía en Ciudad Real y su
provincia el Partido Radical Socialista.
En 1937 comandó el 36 Batallón
de Obras y Fortificaciones del Ejercito Republicano. Luchó en varios
frentes de Córdoba, Badajoz y en la defensa de las minas de Almadén. Fue
hecho prisionero al finalizar la Guerra Civil, “juzgado”, condenado a
muerte y fusilado en Ciudad Real en la madrugada del 17 de julio de
1940.
Por mi parte, en Febrero de 1940 fui juzgado por una parodia de
tribunal militar de urgencia y condenado a veinte años y un día por
“adhesión a la rebelión”. Fui trasladado a la prisión de Valdenoceda, un
penal que nunca habíamos oído nombrar y que ya nunca olvidaríamos. A
los tormentos del hambre, frío, parásitos, ratas, enfermedades
engendradas por la desnutrición y el conocimiento de los fallecimientos
que diariamente se producían, se unía el incierto porvenir." (Tulio Riomesta , Documentalismo memorialista republicano, 13/03/17)
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