"Emilio cuenta miles de anécdotas como el asesinato de Carrero Blanco
cuando estaba preso en la cárcel madrileña: “Fumarme un puro viendo el
telediario con la muerte de Carrero Blanco fue uno de los mejores
episodios que viví encerrado en Carabanchel”.
También recuerda la muerte
del dictador: “Golpeamos la pared sin descanso para que todos los internos conocieran la noticia. Parecía todo muy mágico pero la realidad era muy dura”.
Emilio García Prieto recoge el relato de su vida carcelaria en un libro que acaba de publicar Cartas desde la cárcel
(libros.com). “No quería dejar de hacer entender a la gente que aquello
de Transición tenía poco.
Eran los mismos policías, los mismos
funcionarios. Solo cambiaron el color”. Su testimonio de este período a
finales de la etapa franquista resulta más que necesario cuatro décadas
después. “¿Por qué creen que no era franquismo, que al final del
franquismo ya todo había pasado? Hay que contar a las nuevas
generaciones hasta cuando duró aquel régimen de terror”, afirma el autor
a Público.
Diez años de cárcel por llevar propaganda
El 26 de octubre de 1972 Emilio es detenido
por la policía franquista. Tenia sólo 28 años. “Estaba casado, tenía una
hija de dos años y a mi mujer Karen embarazada”. Militante del FRAP y
del PCE y responsable de propaganda del comité regional en la
clandestinidad, fue condenado a nueve años de prisión cuando comenzaba una vida familiar. “Fue el Tribunal de Orden Público (TOP) quien dictó mi condena”, apunta Emilio.
Desde el inicio de aquel período carcelario, la correspondencia con Karen era diaria.
“De eso va este libro, de la dureza de vivir separados de tus seres
queridos por culpa de una injusticia”, aclara el autor. 297 cartas
testimonian el duro trance vivido por este joven militante comunista y
su familia.
Sobre aquella cartas, Emilio recuerda que
tuvieron una pequeña etapa totalmente olvidadas. “Cuando salí en
libertad y me reincorporé a mi vida política, se ponía en marcha la
Transición. Trabajé intensamente con el objetivo de incorporar a las
organizaciones de extrema izquierda a la democracia”. Hasta hace menos
de cinco años aquel preso primero en Carabanchel y más tarde en Soria no
pudo destapar este periodo amargo. Era muy difícil abrir de nuevo
aquellos papeles que tantos recuerdos traían.
“Estoy convencido de que supe enfrentarme a
mi situación de preso y evité que me dominara la tristeza y la soledad y
tengo que reconocer que esos tres años cambiaron mi vida”. Emilio nunca
se dejó vencer por la desesperanza y supo buscar en ella lo bueno que
tenía, la rutina que hacía que el tiempo pasara más rápido.
“La cárcel
me enseñó a apreciar mucho más las pequeñas cosas. Me convirtió en una
persona muy vitalista”. La peor parte llegaría con su traslado a Soria:
“En la cárcel de Soria solo veíamos muros. Me subía a una escalerita
pequeña para vislumbrar las ramas de un árbol. Y allí me pasaba minutos,
a vece horas, tratando de imaginarme lo que no veía”.
Su detención y el interrogatorio de Billy el Niño
Aquella mañana de 1972 en la que Emilio
García dejaba a su hija en el colegio no podía imaginar que tardaría en
verla meses, hasta que su mujer fuera capaz de llevarla a la cárcel .
“Todos los que militábamos en la clandestinidad sabíamos que nos podían
detener en cualquier momento y teníamos que prepararnos pero la realidad
siempre es mas dura”.
Su entrada a la Dirección General de
Seguridad fue aterradora. “Recordaba que meses antes habían tirado desde
una ventana de esas dependencias al estudiante Enrique Ruano”. Al
llegar a aquellos pasillos de la prisión llenos de mugre y en las peores
condiciones, García reconocía sentir un fuerte escalofrío. Veía a lo lejos a su mujer y a su hermano detenidos en busca de pruebas.
A las pocas horas empezó el interrogatorio. “El que dirigía la operación era el comisario Conesa. Billy el Niño era el malo.
Me soltaba un tortazo cuando más desprevenido estaba”. Emilio aún
detalla con exactitud el “odio en sus ojos, su sadismo, su disfrute
humillando y machacando”. Aquella misma tarde, fue identificado como el
miembro principal de la célula de propaganda. Sus familiares saldrían en
libertad.
Primeras cartas a Karen
La primera carta a Karen llega 17 días
después de su detención. “La vida aquí es monótona, el tiempo se pasa
sin darte cuenta. La soledad prácticamente no la sientes pero no quiere
decir que este a gusto”. Sus primeros conocidos en Carabanchel fue un
grupo de militantes de ETA. “Eran simpatizantes de aquella organización
que en aquellos años era política, no terrorista. Aprendía euskera,
jugábamos a las cartas y nos reíamos mucho”, explicaba a Karen.
Un año después llegaría al juicio. El 16 de
octubre de 1973 ante el Tribunal de Orden Público. La pena se quedaría
en 10 años bajo la mano del juez José Francisco Mateu que imponía duras
sentencias a aquellos militantes antifranquistas. Este magistrado del
régimen sería asesinado años más tarde por la banda ETA.
A pesar de que la condena quedó finalmente
en nueve años, Emilio siempre guardaba la esperanza de que llegara el
indulto. En una carta, con fecha de 24 de noviembre de 1973, le
explicaba a su mujer: “Hoy ha venido a verme el abogado y con esa buena
intención me ha comentado que hay un momento político extraordinariamente favorable para conceder un amplio indulto”.
La alegría duraría poco tiempo. Un mes más tarde sería asesinado el
presidente de gobierno Luis Carrero blanco y lo único que pudo conseguir
fue un obligado traslado a Soria.
Soria, Segovia, Jaén y Palencia era el mapa
carcelario que cubría el itinerario de estos presos políticos en la
época. “Según los informes de los propios carceleros, te clasificaban de
un grado a otro”. Tras un año y dos meses en Carabanchel, Emilio
pasaría su nueva etapa en Soria. “Nos obligaban a vestir un uniforme con
un doble objetivo, primero despersonalizarnos y recordarnos diariamente
que estábamos en una cárcel”. En la prisión castellana, Emilio estaba
encerrado junto a 21 presos de ETA.
“Papa ponte el abrigo que fuera hace frío”
Las visitas de familiares eran el mejor
momento de la semana. El ánimo de Emilio cambiaba al ver a sus hijas
Lina y Aida y a Karen su mujer. “Lo más duro era ver a las pequeña entre
los barrotes”. Karen relata con nostalgia una de aquellas primeras
visitas a las que fue su hija Lina con apenas tres años. Allí le diría a
su padre “Papá, ponte el abrigo, que fuera hace frío”. La fuerte
humedad de aquellos muros unido a las bajas temperaturas en invierno
hacía que la niña se sorprendiera de las circunstancias en las que vivía
su padre.
La enfermedad de Franco seguía despertando
leves esperanzas a Emilio para el ansiado indulto que no tardaría en
llegar. “20 de noviembre de 1975. Muere Franco. Estoy en mi celda
encerrado pues todavía no es la hora del desayuno. Escucho que golpean
en la pared. Es el sistema que tenemos para comunicarnos cuando estamos
chapados”.
El 25 de noviembre escribe la penúltima
carta a Karen: “Tras la coronación el nuevo rey Juan Carlos concede un
indulto: reducción de la cuarta parte para las condenas de seis a doce
años, la quinta parte de las de 12 a 20 años y la sexta a las mayores de
20. Reducción mínima no inferior a tres años. ¡¡¡Estoy en la calle!!!”.
El 4 de diciembre de 1975, Emilio García
después de tres años, un mes y seis días salía por la puerta de la
cárcel de Segovia. Karen estaba en la puerta esperándolo.
Un último atentado dos años más tarde
Emilio empezó su etapa en libertad con
bastante facilidad a pesar de los duros momentos en prisión. “Volví a mi
trabajo anterior en una editorial”, recuerda. Sin embargo las amenazas no pararon con llamadas y vigilancias de la secreta. “Eso lo tuve que vivir durante más de cinco años. No me dejaban tranquilo”.
La actividad política de Emilio continuaría
en la Organización Revolucionaria de Trabajadores. “Habíamos tenido
nuestro primer Congreso en 1977, y en él nos habíamos incorporado a la
organización un grupo de antiguos militantes del FRAP”.
El 13 de octubre de 1977 vivió el último episodio amargo de su vida política. Un intento de atentado que quedó en sus susto por parte de militantes de derechas de la Triple A.
Aquella mañana de octubre, casi dos años
después de dejar la cárcel, Emilio salía a la calle como cada mañana
para coger su coche .”De pronto, dos individuos, pistola en mano, me
abordaron. Me enzarcé con uno cuando traté de recuperar al otro que
comenzó a disparar, momento en el que salí corriendo en zigzag y noté que una de las balas me había alcanzado en la parte posterior de la cabeza”.
Karen vivía la escena desde la ventana
aterrorizada. “Ellos se fueron y un coche que pasaba por allí se paró al
verme sangrando y me dijo que me subiese para llevarme a la Paz”. Una
vez en el hospital se confirmó que la herida había sido superficial.
“Estuve un tiempo en observación y me fui a mi casa”, afirma el autor.
La noticia saldría en todos los medios
“Atentado contra un militante de la ORT en Madrid”. Emilio seguiría en
la lucha hasta dos años después cuando cumplió los 35. “Hasta 1979 seguí
en la política. Lo había pasado muy mal pero parte de mi vida era eso:
luchar y nunca lo dejé antes de tiempo por miedo”. (María Serrano, Público, 30/04/17)
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