Caricatura de El Club Los Tumbados, fechada en enero de 1941 en la Prisión Central de Tabacalera. |
G. ROJO
"Hasta 1986 nadie sabía de la existencia de este selecto club, solo
aquellos que pertenecieron a él y que al separarse decidieron mantenerse
en el olvido. Tras la muerte de Antonio Peñil García, su mujer rescató
del desván las caricaturas de El Club Los Tumbados, fechadas el 21 en
enero de 1941 en la Prisión Central de Tabacalera de Santander. Ese
dibujo descubrió a su hija Loli una faceta de su padre que hasta ese
momento había guardado en silencio y que por ella fue detenido y
encarcelado:
"Mi padre murió con 70 años (1916-1986). Tras su
muerte fue cuando conocí al hombre luchador por un ideal y la defensa de
una República elegida por la mayoría de los españoles: él pertenecía a
las juventudes socialistas. Esa es mi pena desde entonces, no haber
sabido mientras vivió de esa parte de su vida, tan importante para él.
Nunca nos inculcó odio ni vivió odiando".
De los diez retratados
solo conocemos la identidad de Antonio, el del medio de los personajes
de la fila de arriba. De los demás lo desconocemos todo, salvo el perfil
que una mano diestra dibujó sobre el papel. La obra está firmada con la
inicial del nombre y el apellido del autor: G. Rojo. Es probable que
perteneciera al grupo y se hubiera retratado entre sus compañeros.
¿Quién de ellos podría ser?
En agosto de 1937 cayó Santander y
quedaron apresados 50.000 soldados republicanos. Los almacenes de la
Tabacalera que estaban ubicados en la zona portuaria se convirtieron en
improvisados campos de concentración, al igual que todos los edificios
de grandes dimensiones de Santander, incluidos la plaza de toros, el
campo de fútbol, las caballerizas del Palacio de La Magdalena o el
seminario de Corbán. Sus grandes dimensiones permitieron almacenar a
miles de republicanos como Honorato Gómez Iglesias a la espera de ser
juzgados:
"De Las Salesas pasé a la Tabacalera, donde estuve mes y
pico. Nos tenían en las naves en las que almacenaban los fardos de
tabaco. El número allí era indefinido, todo el que trajeran cabía.
Estábamos tumbados y los que no tenían sitio, sobre la pared de pie a
relevos. En la cárcel de Santander tenías sitio, pero tenías que dormir
de costado, lo que eran dos baldosas".
De aquí la ironía de El Club Los Tumbados. (...)
El hecho es que en ese año había más de 3.800 presos republicanos
hacinados en un espacio que no cumplía los más mínimos requisitos para
esta función. Si hay un elemento común que se repite en los testimonios
recogidos de aquella época son el miedo y el hambre.
El frío, la
enfermedad y las sacas le costaron la vida a miles de personas, mientras
la propaganda del régimen insistía en la gran tarea que era la
reeducación de los presos en los valores del nacionalsindicalismo que
propugnaba el "Glorioso Alzamiento Nacional", que no dudó en usar la
mano de obra forzada de los presos para realizar obras públicas o
cedérsela a empresas privadas.
¿Cómo pudieron sobrevivir a las
duras condiciones de vida que tenían en prisión? La respuesta la
encontramos en la propia caricatura. Se formaron grupos de apoyo mutuo
por afinidad ideológica o por paisanaje que tenían dos funciones
básicas: mantener la moral ante la dureza del medio carcelario (falta de
comida, malos tratos, hacinamiento, enfermedades, el miedo a que se
ejecutasen las penas de muerte…) y de supervivencia, ya que dentro de
los grupos compartían la comida que las familias les enviaban.
A
partir de estos grupos, más tarde, se fueron organizando los partidos en
prisión, que empezaron a desarrollar actividades políticas (realizaban
propaganda, charlas de formación política y cultural, clases de
alfabetización...) y reivindicaron la mejora de las condiciones de vida
en prisión por medio de plantes y huelgas de hambre.
En 1941,
cuando El Club Los Tumbados fue inmortalizado, en las prisiones
franquistas penaban más de 230.000 personas, de ellas 20.000 eran
mujeres." (eldiario.es, 04/02/17)
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