9/1/17

Javier Gurruchaga: «Mi abuelo pasó de jefe de estación a trabajar de portero en la casa de un fascista»

"Con cuatro años le regalaron un tren eléctrico. Un juguete muy deseado por un niño de una familia modesta de los años cincuenta. Puso las pilas y el tren comenzó a correr por los raíles. A las cuatro horas se paró, y por más que hicieron por repararlo nunca volvió a funcionar. Era un juguete de segunda mano. 

Por aquel entonces, hace 54 años, Javier Gurruchaga ya sabía el esfuerzo que había supuesto a sus padres comprar aquel tren. Era consciente de la realidad que vivía. Intuía que pertenecía a una familia muy humilde. Una familia republicana de ferroviarios que dejaron de serlo a la fuerza.

 En el año 1936, su abuelo, su padre y dos de sus tíos trabajaban en el ferrocarril del Urola hasta que, de golpe, fueron represaliados, despedidos y apresados en campos de trabajo por el régimen franquista. Por 'culpa' de sus ideas, tuvieron que dejar una vida para empezar otra de escasez y de renuncias. (...)

Como a otras, a la familia Gurruchaga la Guerra Civil le cambió la vida. 

-¿Qué recuerdos guarda de ese pasado familiar?
 
-Desde que yo era muy niño, en mi casa se hablaba del ferrocarril. Era algo muy presente en nuestras vidas. Mi abuelo, mis tíos y mi bisabuelo habían sido ferroviarios. En cualquier comida, en cualquier sobremesa los mayores hablaban con mucha pena de aquellos años de represión franquista. 

Con tres o cuatro años entré en las escuelas públicas de Amara, y recuerdo cómo teníamos que levantar el brazo en alto, cantar el 'cara al sol'... había fotos de Franco por todas partes. Tampoco se podía hablar euskera, que era el idioma de mis padres. Estaba mal visto. 

Muchos jóvenes iban a las ikastolas, sí, pero eran los hijos de familias nacionalistas y de cierta posición, como se decía entonces. ¡Y eso que yo tengo los ocho apellidos vascos...! Poco a poco fui descubriendo qué significaba todo aquello. Nosotros llevábamos una vida muy sencilla, aunque la buena comida jamás nos faltó.

-¿A su padre, abuelo y tíos los echaron del ferrocarril del Urola?
 
-Yo diría más bien que los depuraron. Ya sé que suena a lista de régimen totalitario, como el nazi, pero es que así ocurrió. En el certificado que les dieron lo ponía así: 'Depurados'. Y desde el año 1937 al 1941, mi padre y mis tíos estuvieron en un campo de concentración, creo que por la zona de Burgos. 

Cuatro años en un campo de trabajos forzosos. Les quitaron el puesto de trabajo y todos sus derechos. Antes de la guerra civil, la familia de mi padre vivía en la casa de la estación de Zumaia. Entonces los ferroviarios tenían su vivienda en la propia estación. Tenían una buena vida. Pero perdieron la casa, el trabajo... sus sueños.

-Y tuvieron que buscarse una nueva vida.
 
-No les quedó más remedio. Mi abuelo pasó de jefe de estación a trabajar de portero en la casa de un fascista en la calle Prim, sacando brillo a los dorados de las puertas... Y mi padre que trabajaba de factor meritorio en el tren -y después de cuatro años preso-, pasó de manejarse entre letras y números a descargar bidones de aceite industrial en el puerto de Pasajes. 

Mi madre en aquellos años era cocinera por horas y su padre, que era un txistulari muy del PNV, también estuvo en la cárcel. Todo por defender unas ideas y estar en otros bandos... Cuatro miembros de una familia, tan orgullosos de ser ferroviarios y, de repente, nada de nada.

 Gurruchaga no recuerda cuántas veces fue con su padre a la Diputación para ver si «le daban algo» de lo que le correspondía por indemnización. No había manera. «Solo a partir de 1977 empezaron a recibir algo, pero una porquería. Un detallito. 

Bueno, por lo menos algo más que a mis abuelos. Los pobres jamás recibieron nada», relata el cantante, que insiste en que él nunca fue ajeno a una situación tan injusta. «Un ninguneo, una ignorancia total durante cuarenta años a tantas personas. Y ahora por fin llega el homenaje», reconoce.

-¿Le parece que llega tarde este recuerdo?
 
-Nunca es tarde. Mejor tarde que nunca. Pero hoy se celebran 80 años... Ahora están todos muertos, y quizá sí es un poquito tarde. Es una pena que los afectados no lo hayan podido vivir. Por fin se les hace un reconocimiento público. ¡Tela marinera!

 Poco antes de morir mi madre, fui con ella al Museo del Ferrocarril de Azpeitia, y su director nos enseñó un libro con fechas y nombres de los que habían sido trabajadores y otra vez vi la palabra 'depurados'... es terrible. Los puestos de mi padre y mis tíos los fueron ocupando nuevos ferroviarios de otros bandos... Mi padre ahora tendría 102 años. Cuando me llamaron de la Diputación para el homenaje me emocioné de verdad.

Gurruchaga vive a caballo entre Donostia, Madrid y México. Confiesa que siempre ha tenido pasión, incluso obsesión por todo lo relacionado con el tren. Como le ocurría a su padre. Forma parte de su imaginario. Y han sido mucho los guiños que ha hecho a ese mundo a lo largo de su trayectoria. Ahí está la canción 'Viaje con nosotros', un clásico de su repertorio. O 'El maquinista de la general', un tema dedicado a su padre y un homenaje a los trenes, «como vehículo de expresión, de vivencias, de canciones», subraya.

Confiesa que siempre ha tenido «conciencia de clase». Y de pertenecer a una familia de ferroviarios a los que arrebataron su forma de vida. Recuerda a Vicente del Bosque, el exseleccionador de fútbol. «Es que tiene una vida parecía a la mía. 

No soy futbolero, pero me resulta un hombre afable. Coincidimos en un evento y tras un rato de conversación resultó que su padre y otros familiares también ferroviarios y republicanos sufrieron la misma represión que mi familia, aunque en otra zona»."                   (Elisa López, El Diario Vasco, 05/01/17)

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