"(...) Desde 1939 y hasta mediados de los 80, miles de menores — no existe
un censo general ni una investigación que detalle una cifra exacta —
pasaron largos periodos de sus vidas dentro de instituciones como
Auxilio Social, el Patronato de Protección a la Mujer o el Preventorio
Antituberculosos. Provenían de familias mutiladas por la guerra, la
represión y la miseria.
"Mi padre fue asesinado por un falangista
en agosto de 1936", explicó a VICE News José Alfonso — nacido en Medina
de Rioseco, Valladolid, en 1937 y fallecido recientemente. Mi madre
inició una búsqueda para intentar localizar a mi padre. Todos los días
encontraba cadáveres, mujeres y hombres revueltos, incluso por la calle a
veces tenía que saltarlos para pasar".
Tras la guerra, la madre
de José empezó a trabajar como asistenta en la casa de unos familiares
de Onésimo Redondo, político falangista, y Mercedes Sanz-Bachiller,
fundadora de Auxilio Social. "Allí la convencieron para deshacerse de mí
y de mi hermana con el único objetivo de explotarla aún más".
José
Alfonso vivió en internados del Auxilio Social desde los cuatro hasta
los veintiún años y sufrió malos tratos y humillaciones que le marcaron
de por vida.
"A mi hermana la internaron en un hogar de Medina de
Rioseco y a mí en Mojados. A pesar de la angustia que pasé al separarme
de mi madre, la vida allí era tranquila y pasaba entre rezar, cantar el
'Cara al Sol' y asistir a las clases".
"Lo peor llegó cuando, a
los 11 años, me trasladaron al hogar de Medina del Campo. Los castigos
verbales y físicos empezaron a ser diarios y por cualquier motivo, como
no hacer la cama correctamente. La escuela era mediocre: uno de los
profesores había sido voluntario de la División Azul y se vanagloriaba
de haber prendido fuego a montañas de cadáveres. La comida estaba en
malas condiciones y nos provocaba urticaria, pero nos lo comíamos todo
por el hambre que teníamos".
"Allí éramos 500 niños", describió.
"Muchos provenían de padres encarcelados. Algunos habían sido
secuestrados en el extranjero por la Falange exterior, siendo arrancados
de sus padres, que se encontraban en el exilio".
El testimonio
de José denuncia que su custodia no pertenecía a su madre sino a la
institución franquista. Ella lo iba a visitar cada dos meses y poco a
poco entró en una depresión profunda: "Mi madre no me daba besos, ni
abrazos, sólo me estrujaba, como si algo se le escapara de las manos",
recordaba.
"Una vez llegué a escaparme y mi madre me devolvió. Yo
le decía que me iban a matar, pero ella no me creyó. Cuando se fue, el
director me indagó sobre qué iba contando yo por ahí y me pegó una
paliza brutal. Me tiraba al suelo, yo me levantaba y él me volvía a
tirar. Como soy hemofílico me pasé la noche sangrando por la boca y la
nariz.
A la mañana siguiente escondí la almohada bañada en sangre para
que no castigaran".
Tras pasar por ese centro, José estuvo en tres
internados más, ya en Madrid. "En el último ya nos dejaban hacer lo que
fuera hasta ver si nos pegábamos con la cabeza en la pared". A los 21
años decidió poner fin a su infierno vital: "Yo no sentía ningún aprecio
por mí mismo, tenía por seguro que mi destino era acabar en la cárcel". (...)" (Aitor Fernández , Vice News, en Rebelión, 17/05/16)
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