24/7/15

Tras los forzados vivas a Franco de rigor, son obligados, niños, mujeres, ancianos, hombres a desfilar ante los cadáveres

"(...) Muchas de estas formas de asesinato son encubiertas y subrepticias, pero otras...

Otras no, otras son públicas y en algunas localidades se celebran como en un festejo patronal.  Martos (Jaén) es uno de esos terribles casos paradigmáticos de asesinatos políticos convertidos en espectáculos de masas, con un evidente propósito aleccionador, terrorista, el de amedrentar a la población y someterla al miedo a los armados, aun más si cabe. 

Sabemos de ello por un suelto publicado en el "Diario Jaén" el 12 de marzo de 1942 y por el testimonio que han aportado algunos marteños que, siendo en aquel entonces niños traumatizados, asistieron a aquella inolvidable y macabra ceremonia de muerte. 

Todos ellos recuerdan de manera indeleble aquel día, en la que entonces se llamaba Plaza José Antonio, la conocida como Plaza Nueva.

 Ante millares de personas, cientos de ellas niñ@s, se cumple la sentencia recaída sobre el anterior alcalde del pueblo, Alfonso Ruiz Aguilar, y sobre el teniente coronel del Ejército Popular de la República Antonio Vílchez Fernández, acusados --como siempre-- de todo tipo de crímenes. 

Un piquete de la Guardia Civil, al mando del teniente Juan del Castillo, ejecuta la sentencia, ante las atentas miradas del gobernador militar de la provincia Juan Pancorbo y del teniente coronel de Estado Mayor Manuel Chamorro.

 Los niñ@s y los adultos presencian el espantoso ritual: los reos son fusilados de espaldas, atados y apoyados sobre unos sacos de cisco que habrán de evitar el rebote de las esquirlas. 

Antes de morir, justo en el instante anterior a la descarga, simultáneamente a la voz de "¡fuego!", uno de ellos, el alcalde Alfonso Ruiz gira su torso y lanza hacia sus vecinos y amigos tuccitanos el grito postrero de "¡¡Viva la República!!".

Desde la cárcel de la ciudad y presos en ella, la esposa de Alfonso, Gloria Luque, que recientemente ha dado a luz a su hijo Germinal, y el padre de Alfonso, José Ruiz, escuchan espantados el tronar de los fusiles, que anuncian el asesinato de su marido e hijo. Con el paso de los días, pocos, Germinal y José morirán en prisión.

 Pero el espanto de los presentes, y de los que somos capaces de situarnos emotivamente de alguna manera en aquella época pretérita, se agudiza cuando los asistentes al asesinato presencian los tiros de gracia en el craneo de los fusilados y cuando tras los forzados vivas a Franco de rigor, son obligados, niñ@s, mujeres, ancianos, hombres a desfilar ante los cadáveres.  

(...) nadie que lo haya vivido olvidará nunca en Martos aquel ominoso día de muerte de marzo de 1942. (...)"                (Todos los rostros, 21/07/2015)

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