"(...) En menos de dos meses, contando desde mayo de 1944, casi medio millón de
judíos fueron trasladados a los campos e inmediatamente asesinados en
la abrumadora mayoría de los casos. Es obvio que las piezas del
engranaje debieron de funcionar con precisión. Una de esas piezas, una
de tantas piezas minúsculas imprescindibles, fue la del miembro de las
SS y administrativo en Auschwitz Óskar Gröning.
Ha
cumplido 93 años y estos días lo juzgan en Alemania. El juicio revive
viejos debates. El primero el de la prescripción del crimen: si este
anciano debe responder por aquel joven. O lo que es lo mismo, aunque más
difícil: si este anciano es aquel joven. Luego el perdón.
Aunque
Gröning ha declarado que no empleó ninguna forma de violencia contra
nadie y se limitó a ejercer su trabajo administrativo, sí ha descrito
asesinatos que vio con sus ojos y ha asumido claramente su culpa, sin
tratar de protegerse en la inexorabilidad de las órdenes recibidas. Y ha
pedido perdón a las víctimas.
La respuesta a su petición,
ejemplificada, según la crónica publicada en el diario El País, por el abogado Walter,
me parece que cierra de un modo radical todos esos debates que
cíclicamente se suceden en torno al perdón de los asesinatos. No tengo
autorización de los muertos para perdonarle, ha venido a decirle Walter.
Es fama que los grandes abogados se caracterizan por poner al lenguaje
simbólico en su sitio." (Arcadi Espada, 04/05/2015)
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