"(...) Dentro de esa maldad, incomprensible para una mente normal, existen
algunos ejemplos de terroristas que consiguen con sus actos, con su
mirada o sus palabras, recoger la ira no solo de sus víctimas, sino de
tantos ciudadanos que los recuerdan como monstruos.
Uno de ellos es De
Juana Chaos, que no solo asesinó a veinticinco personas, sino que desde
la cárcel se dedicó a celebrar los crímenes que llevaban a cabo sus
compañeros etarras como mejor le parecía, ya fuera pidiendo champán y
langostinos para brindar por el éxito de un atentado, o escribiendo
cartas, como en aquella ocasión en la que se jactaba desde la cárcel de
que ese era un gran día y felicitaba a los ejecutores del doble crimen
de Sevilla, por la precisión de su acción
. Decía en su misiva cosas tan
descriptivas como esta: «Me encanta ver sus caras desencajadas en los
funerales. Su llanto es mi risa y acabaré a carcajada limpia».
Tristemente, el funeral era el de mi hermano y su mujer, y supongo
que el llanto era el de mi madre y el de todos los que los queríamos. Se
pueden perdonar muchas cosas, pero que me expliquen cómo se puede
perdonar a alguien así.
Recuerdo que una vez leí que un compañero de
filas etarras había dicho «jamás perdonaré a De Juana por la carta que
escribió tras el asesinato del matrimonio sevillano». Que la crueldad no
tiene limites es algo que los terroristas debían saber mejor que nadie,
ya que la llevan dentro; pero se ve que de vez en cuando se desborda el
vaso.
En el vaso de De Juana no cabía más odio para poder escribir esa
carta, de la que solo he citado dos frases por no parecer exagerada.
Perdonen que sea tan gráfica cuando hablo de ETA, pero es que hay que
serlo, que el tiempo pasa y solo los hechos verdaderos pueden desnudar
la mentira de terroristas, cómplices y oportunistas políticos. No
podemos permitirnos el lujo del olvido. (...)" (TERESA JIMÉNEZ-BECERRIL, ABC – 26/02/15, en Fundación para la Libertad)
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