"(...) "Tendilla. De la Guerra Civil y la represión franquista”,
que así se llama el libro, documenta unos setenta casos de fusilados,
desaparecidos o represaliados en un pueblo que, actualmente, no
sobrepasa los cuatrocientos habitantes en invierno. (...)
Yo no sabía que Tendilla, el pueblo
de mi familia materna, había sufrido la barbarie fascista. Me ha
sobrecogido la cifra de asesinados y represaliados. A partir del sábado
pasado mi percepción de ese pueblo ha cambiado radicalmente. Crecí de
niño y adolescente pensando que los desastres de la Guerra Civil solo
llegaron al pueblo en forma de heridos o muertos en el frente.
Ahora,
gracias a este impagable trabajo de investigación, he sabido que los
desastres de esa guerra llegaron también en forma de odio personal y
venganzas injustificables. Todavía falta que los responsables de
crímenes y represiones tan execrables en todo el país ocupen un memorial
de culpabilidad moral con nombres y apellidos, aunque para esto harán
falta otras generaciones.
Me emocionó la presentación de este
libro porque yo conversaba mucho con mi abuela y le pedía especialmente
que me contara aquella época de la República y la Guerra Civil. Y me
contaba historias, pero nunca me habló de estos hechos represivos, no sé
si por desconocimiento, por temor o por incomprensión hacia lo que fue
una barbarie injustificable.
Me acordaba de ella el sábado pasado, y me
lamentaba de que no siguiera entre nosotros porque no sé qué cara habría
puesto al conocer tantos casos de represión franquista en su pueblo. Yo
no tengo mucho vínculo ya con Tendilla pero recuerdo en mi adolescencia
y juventud ciertas conversaciones políticas que ahora, inevitablemente,
me conducen a un hilo pasado, de décadas, donde se aprecia el odio
transmitido y heredado.
Y siento repulsa porque ahora entiendo el por
qué de algunas de esas ideas en ciertas personas, ideas no amparadas en
discrepancias políticas sino en odio visceral al adversario.
Conchi de Luz ha recopilado una de
las historias de Tendilla, la más trágica, que se ha mantenido oculta al
público, en la intimidad de algunos hogares, y a veces ni tan siquiera
eso.
Su libro, además de despertar la memoria, rescatar el olvido y
dignificar a las víctimas, será un referente acreditado en la
recuperación de la Memoria Histórica de Guadalajara y, creo, que también
será un precedente de futuros actos y textos reivindicativos de esa
Memoria Histórica de Tendilla, a la que todavía le falta mucho recorrido
y que la autora, con su libro, ha iniciado.
Desde aquí mi enhorabuena
por su esfuerzo, tesón y valentía. En realidad, el motivo de este
artículo sobre su libro fue ver el sábado cómo mi madre y mis tías, sin
tener familiares directos represaliados, lloraban al conocer la brutal
represión ejercida contra familias de las que fueron amigas en su
infancia.
Y ahí me di cuenta del cambio de percepción sobre el pueblo
que ahora tendremos muchos, una percepción más triste pero,
indudablemente, mucho más justa. Todo gracias a la recuperación de la
memoria de unos hechos que, intencionadamente, se han mantenido ocultos
durante demasiadas décadas.
Desde hace once años no puedo ya
disfrutar de aquellas conversaciones con mi abuela en las que yo
intentaba sonsacarle historias de aquel período tan trágico de la
Historia de España. Eran ratos dispersos, aprovechando algún despiste en
las tareas cotidianas, tanto en el pueblo como en Madrid, en las
temporadas que pasaba en casa.
El sábado pasado recordé cómo se perdía
su vista y se ralentizaba su voz cuando su relato, por mi insistencia,
bajaba de lo general a lo particular e intentaba, siempre sin éxito,
conocer casos concretos de represión que yo ya iba conociendo de otros
lugares. Mi abuela nunca se refirió a otros casos que no fueran el de
familias que perdieron a algunos de sus miembros en los frentes de la
guerra, como soldados.
De lo demás, o no sabía o, sabiendo, guardó un
silencio absoluto, como así han hecho cientos de miles de familias en
este país. El sábado pasado mi sorpresa fue comprobar que yo no era el
único que desconocía tantos casos de represión; personas de sesenta,
setenta u ochenta años, también los ignoraban.
Por eso, libros como
éste, al igual que los muchos que han ido escribiéndose a lo largo de
los últimos años, tienen un valor incalculable pues la mayoría se han
escrito por el esfuerzo particular de sus autores y de los testigos
herederos de aquella barbarie, sin mucha colaboración o ayuda por parte
de administraciones e instituciones públicas. (...)" (Francí Xavier Muñoz, Nueva tribuna, 29/09/2014)
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