29/9/14

Cómplices necesarios de la tortura franquista y del robo de niños: los médicos

"(...) En España, desde 1936 hasta 1986, durante medio siglo, primero en las zonas ocupadas por las tropas franquistas y después en todo el territorio español que gobernó a su antojo la dictadura,  y aún más tarde, ya en marcha la Transición, fueron robados miles de niños, arrancados de los brazos de su madre que acababa de darlos a luz, para entregarlos en adopción a los jerarcas del régimen y a aquellos matrimonios bien situados que pagaban por ello.

 Estos crímenes fueron ocultados con tanta eficacia que ni siquiera los que nos creíamos informados supimos de estas prácticas hasta que en los años ochenta un reportaje de la televisión catalana desveló tales horrores. Desde esa fecha hasta la actualidad algunas madres han intentado conocer el paradero de aquellos bebés y recuperar a sus hijos. 

Se han iniciado algunos procesos judiciales que siguen en el habitual limbo de la justicia española, con la inestimable ayuda de los fiscales, cuyo deber creíamos que era perseguir los delitos, sin que se sepa que se haya avanzado en las investigaciones.

Se acusa a una monja, que ya ha fallecido, y a un médico cuya declaración ignoro, de algunos de esos robos. Y con ello, tanto el sistema judicial, como los medios de comunicación, como los Colegios de Médicos, como la opinión pública –si es que tal cosa existe en España- ha clasificado los “casos” como tales. Es decir, sucesos acaecidos en tiempos pasados que no tienen más trascendencia que la de unos delitos aislados.

En España no se han llevado a cabo, ni aún iniciado, las investigaciones destinadas a acusar a todos  los responsables de semejantes atrocidades, entre los que se encuentran los médicos que atendieron a las parturientas,  entregaron los bebés a las monjas y curas que los distribuían a los buenos matrimonios ansiosos de ser padres, y después mentían a las madres diciéndoles que su hijo había nacido muerto. Incluso se atrevieron a enseñarles cadáveres inidentificados sacados del depósito en estado de congelación o a designar tumbas que se han encontrado vacías.

Durante medio siglo hubo médicos que actuaron al servicio de la policía político social explorando a los detenidos en las comisarías para controlar los efectos de la tortura. Aquel que me interrogó al llegar a la Dirección General de Seguridad de Madrid y una vez conocidas mis afecciones me entregó a las garras de los torturadores, con un informe exacto de mis puntos débiles. 

Días después, una vez, en plena sesión de “interrogatorio”, reanimada de la pérdida de conocimiento noté que el médico me quitaba del brazo el aparato de toma de tensión y decía, “déjenla descansar”. Al salir de aquella cueva me puso delante de los ojos un informe en el que declaraba que me encontraba en buen estado de salud, mientras sonreía.

Como en mi caso en el de decenas de miles de detenidos políticos, y comunes, y el de decenas de miles de presos políticos, y comunes, hubo médicos que asistieron impertérritos a las sesiones de tortura practicadas por las diversas fuerzas del orden, que reanimaron a los heridos y moribundos en las comisarías y que firmaron después certificados de “buen estado de salud” y de defunción “por causas naturales”. 

Y más tarde, cuando alguno de los detenidos se atrevió a denunciar a sus torturadores, acudieron a los juzgados a declarar a favor de la policía, asegurando que cuando ellos  exploraron al preso este se encontraba perfectamente.

Médicos que en las prisiones no atendían los requerimientos de los presos cuando se encontraban enfermos, que no suministraban las medicinas necesarias para los tratamientos, que se negaban a anestesiar a las mujeres en el momento parir y las insultaban aludiendo a los vicios que las habían conducido a ese estado.

 Psiquiatras que redactaron informes asegurando que las presas y los presos políticos  eran seres enfermos, malvados, pervertidos, y merecían ser tratados con shocks eléctricos o medicación invalidante.  (...)

Sin el concurso de esos miles de facultativos que durante decenios ayudaron a los jerifaltes y torturadores del régimen a perpetuarse no hubiera sido posible que la dictadura actuase con semejante crueldad. Pero tampoco ni uno solo de los Colegios de Médicos ha hecho declaración alguna reconociendo el infame papel que cumplieron aquellos de sus colegiados, ni ha repudiado semejante conducta ni eliminado de sus corporaciones los nombres de tales individuos.  (...)

Ninguno de los médicos que colaboraron, ayudaron y fueron cómplices necesarios de los crímenes del franquismo ha sido procesado, ni aún acusado, de sus crímenes. Jamás se han retractado y nunca nos pidieron perdón.  (...)"          (Público, 21/09/2014)

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