14/2/14

“¿Quién se acuerda del aniquilamiento de los armenios?"

"(...) De ahí el sobresalto que le provoca, ya en los años 20, saber que durante la guerra, los militares nacionalistas turcos exterminaron en Anatolia a cientos de miles de armenios. 

Para el joven Lemkin, el descubrimiento llega gracias a las declaraciones y a los documentos exhibidos en el proceso celebrado en Alemania contra un joven armenio que mató en la calle a Talaat Pashá, el ministro otomano que en abril de 1915 puso en marcha el asesinato de un pueblo.

El 22 de agosto de 1939, al dar instrucciones a sus generales para la invasión, Adolf Hitler asienta su proyecto de conquista y destrucción de Polonia sobre un antecedente bien concreto: “¿Quién se acuerda del aniquilamiento (Vernichtung) de los armenios?"

 La sensibilidad de Lemkin ante el mismo episodio histórico, su sentido de la justicia, le lleva a una conclusión opuesta: al considerar la eliminación deliberada de cientos de miles de inocentes, “me di cuenta de que una ley contra este tipo de asesinatos raciales o religiosos debía ser adoptada por el mundo”. 

Había adivinado con antelación la lógica de Hitler, expuesta en la reunión de 1939: no era su objetivo mover unas fronteras, sino aniquilar físicamente al adversario “para conquistar el espacio vital que precisamos”. Análoga voluntad de exterminio aplicará a los judíos. Hitler y Lemkin coinciden al elegir como antecedente histórico a Gengis Khan. (...)

El holocausto fue el crimen colectivo de mayor entidad en el siglo XX, la trágica prueba de esa necesidad. No el único. Por otra parte, de ceñirnos a la dimensión homicida de los crímenes contra la humanidad, será imposible percibir que los mismos resultan de unos antecedentes, de unas ideologías y de unos intereses asesinos, convergentes en el caso del nazismo, y que además el exterminio puede asumir otras dimensiones, tales como la cultura de un pueblo o la destrucción de sus elites. La gestación del concepto de genocidio requería aunar la precisión con la complejidad. (...)

Lemkin habla de “barbarie” y de “vandalismo”. Ambos conceptos se encuentran asociados. El primero remite a “acciones exterminadoras” por motivos “políticos y religiosos” de variada índole: masacres, pogromos, “acciones emprendidas para arruinar la existencia económica de los miembros de una colectividad”.

 La última frase alude de forma críptica a un genocidio concreto, el decidido por Stalin contra Ucrania en 1932-33, tema aun hoy muy vivo, donde las brutales requisas de grano provocan millones de muerte por hambre, y de paso, según la pauta leninista de 1921, tiene lugar la eliminación de los intelectuales. 

No se trata, como en el Gran Salto Adelante maoista de un monumental error, sino de un designio de aniquilamiento. Es lo que individualizará al genocidio. 

De forma complementaria, el “vandalismo” anticipa la noción de genocidio cultural.Tales delitos no son propuestos para castigar, sino para impedir que se produzcan mediante su tipificación en el Derecho Internacional, al tener conocimiento los posibles criminales de que su acción no quedaría impune. (...)

En 1944 publica El poder del Eje en la Europa ocupada, que ve nacer el término “genocidio”, presente ya en las acusaciones de Nuremberg. Los ingleses lo rechazarán, ejerciendo una oposición permanente a su aprobación y regulación. “Nuevas concepciones exigen nuevos términos”, responde Lemkin. Genocidio es “la puesta en práctica de acciones coordinadas que tienden a la destrucción de los elementos decisivos de la vida de los grupos nacionales, con la finalidad de su aniquilamiento”. (...)

Lemkin tuvo que emplearse a fondo, en una interminable serie de contactos personales, para que en 1948 la Asamblea de la ONU aprobase la Convención contra el genocidio, y luego fuera ratificado país por país.

Distribuidas en varios centros, quedan veinte mil páginas inéditas de Lemkin, incluida una historia del genocidio y de los colonialismos genocidas, con acentos lascasianos, a partir de su visión del tratamiento del Este europeo por Hitler (o por Mussolini en Etiopía) como colonia de poblamiento para los conquistadores y de despoblación forzada para los autóctonos. Había sido el patrón aplicado por Hitler para la germanización de Polonia.

Todo confluía hacia la exigencia de una jurisdicción universal, esbozada como “interestatal” ya en 1933. La Convención contra el Genocidio hizo nacer el Tribunal Internacional de Justicia, de acuerdo con la idea lemkiana de que el ataque contra un grupo humano equivale a atentar contra la humanidad, y por ello la ley contra el genocidio debiera ser adoptada “por todas las naciones del mundo”.
 El genocidio, escribió en 1946, “debe ser considerado un crimen internacional”. En definitiva, implicaba un enfrentamiento “del mundo consigo mismo”. (...)

En los años 50, apartado del puesto universitario en Yale, se consagró por entero a la lucha por su causa, hundiéndose en la pobreza. Un infarto puso fin a su vida en 1959. “Creer en una idea exige vivirla”, escribió y cumplió siguiendo a Tolstoi."             (Rafael Lemkin: la soledad del justo, de Antonio Elorza en El País, en Caffe Reggio, 14/02/2014)

No hay comentarios: