“Yo lloraba y les pedía que me mataran. Ellos se reían. Eran los
dueños de nuestras vidas y de nuestras muertes”, ha contado la cineasta,
Lucía Murat, que estuvo presa durante tres años y medio. Tentó dos
veces el suicidio mientras estuvo presa. “Sufrí la peor sensación de mi
vida, la de no poder morir”.
Su cuerpo quedó parcialmente paralizado a consecuencias de las
torturas. Además de los choques eléctricos mientras estaba colgada,
colocaban cucarachas sobre su cuerpo (los agresores llegaron a poner una
en su vagina). Lucía sufrió también lo que ha calificado de “tortura
sexual científica”.
“Me colocaban desnuda con un capuchón en la cabeza, una cuerda
enrollada en el cuello pasando por la espalda hasta las manos, que
estaban atadas detrás de la cintura”. Mientras el torturador la
violentaba ella no podía defenderse. “Si intentaba mover mis brazos para
protegerme yo misma me ahorcaba”.
La cineasta ha querido señalar que aceptó relatar su experiencia no
por venganza o masoquismo, sino porque considera “fundamental contar
estas cosas y dejar de manifiesto que durante la dictadura en Brasil
fueron practicados crímenes contra la humanidad”.
Otra de las mujeres que ha hecho su confesión ante los miembros de la
Comisión de la Verdad ha sido la historiadora Dulce Pandolfi, que era
estudiante de Ciencias Sociales en la Universidad Federal de Pernambuco
cuando fue apresada. Ese mismo año, 1968, había ingresado en el grupo de
Acción Libertadora Nacional (ALN), organización de la izquierda armada.
Fue detenida el 20 de agosto de 1970. Recuerda la frase que le dijo
un militar en el momento en que entró en el cuartel de la Policía del
Ejército: “Aquí no existe Dios, ni Patria, ni familia. Sólo nosotros”.
Además de todo el ritual de torturas a las que eran sometidas las
mujeres, Dulce sufrió el miedo de sentir un cocodrilo vivo sobre cuerpo.
Durante una de las sesiones de tortura se desmayó. Llamaron al médico
que la examinó y este les dijo a los torturadores: “Aún aguanta. Pueden
continuar”.
En una ocasión la usaron como conejo de indias en una clase para
aprendices de torturadores. Oyó decir, mientras la colgaban: “esa es la
técnica más eficaz”. Al final de la clase le dijeron que la iban a
ejecutar: “Me levantaron el capuchón, me mostraron un revólver con una
sola bala y estuvieron jugando a la ruleta rusa”.
La entonces estudiante universitaria pasó por varios presidios. En
total estuvo presa y fue sistemáticamente torturada durante un año y
cuatro meses. “Es muy duro recordar aquella situación, pero es
fundamental para que podamos construir un país más justo y más humano”,
dijo al retirarse, visiblemente emocionada, ante el pleno de la Comisión
de la Verdad.
Por haber sido sancionada constitucionalmente la ley de Amnistía de
la dictadura, en Brasil no podrán ya ser condenados los torturadores aún
vivos. La Comisión tiene como finalidad arrojar luz únicamente sobre
aquellos acontecimientos, muchos de ellos desconocidos hasta hoy." (El País, 29/05/2013)
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