8/3/13

Fue apresada embarazada. Le pegaron varias veces con un vergajo para quitarle al niño, pero ella resistió

"La vida de María, no obstante, no fue más fácil que la de su madre. Cuando estalló la guerra civil esta mujer tenía 17 años recién cumplidos. Conoció a su marido, y padre de sus ocho hijos, Joaquín Pérez Sicilia, durante la Guerra Civil , en la cárcel de Jaén, donde compartía celda con uno de sus hermanos.

 Su padre había muerto poco antes del inicio del conflicto, uno de sus hermanos fue fusilado en noviembre del 39 y el otro huyó a la sierra para no correr la misma suerte que su familiar. “Con nosotros, el régimen se encabronó sobremanera”, resume María, quien en los años de la Guerra tuvo que trabajar para poder llevar alimentos a su hermano encarcelado.

Tras “picar mucha piedra”, como ella misma señala, María y su marido deciden emigrar a Madrid, en 1947, para intentar mejorar su vida y la de los suyos. No había sabido nada de su hermano huido. Sin embargo, al poco de llegar a la capital un guardia civil de Escañuela se presentó en la casa de María y se llevaron preso a Joaquín, su marido. 

Se trataba de una acción destinada a forzar la entrega de su hermano Adriano, que seguía en la sierra. Al día siguiente, María fue a buscar a su marido con ropa y comida, iba con su hijo de 17 meses en brazos, y embarazada de otro, pero también fue apresada.

 María pasó dos días y una noche en el cuartel de Vallehermoso. En ese tiempo le pegaron varias veces con un vergajo para quitarle al niño, pero ella resistió. Al mismo tiempo, habían encarcelado en Jaén a su madre, Juliana Cortés, de 64 años, a la que pegaron y metieron en una poza con el agua hasta las rodillas para forzarla a decir dónde estaba su hijo.

 Pero nadie lo sabía. Hasta cinco familiares llegaron a estar procesados por esta causa. A María, a Joaquín -su marido- y a su madre -Juliana- les condenaron a seis años de cárcel; a su hermano Miguel, a 20. 

María recuerda, como si fuera ayer, el día del juicio: “Se celebró en una sala enorme, como un pabellón de deportes, en el que juzgaron de una vez a unas trescientas personas. Estaban unos sentados en bancos y otros de pie y levantaban la mano conforme eran nombrados. 

Entramos todos como una manada de cerdos, serían las nueve de la mañana, y a las dos de la tarde estaba todo el mundo fuera…. Todo estaba escrito ya”, recuerda hoy María, quien tras cumplir condena y dar a luz a su segundo hijo en la propia cárcel volvió a Madrid para proseguir su vida. 

Vivió durante casi 20 años en una chabola, hasta que los ahorros conseguidos, de trabajar de limpiadora en el Ejército del Aire le permitieron a ella y a su marido comprar su actual casa en un barrio obrero de Madrid."         (Público, 05/03/2013)  

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