4/12/12

Los campos quedaron sin segar, no había brazos, estaban en la cárcel. Los sacaron a barrer las calles, a burlarse de ellos antes de matarlos

"Encarna Moreno, de Dicastillo ha muerto a los 101 años en la clínica San Juan de Dios. El apodo de Lechuguina lo heredó de su padre, pastor e hijo de pastor, de Arellano, que le enseñó el oficio desde los 7 años. Poco fue a la escuela. “Los pastores se hacen esclavos para ser libres”. Con sus cabras era la reina de Montejurra. Encarna ha sido una mujer guapa de intensos ojos azules y firmeza en la mirada.

 La noche que cumplió los 100 años le hizo un quite al miedo y rasgó la mordaza de silencio que marcó toda una vida nada fácil. Empezó a contar, como si fueran fogonazos de memoria viva, el asesinato de su marido, Fortunato Álvarez Macua en 1936. “Que se presente”, dijeron los fascistas.

 Ella fue a avisarle, estaba segando en el campo. “Me van a matar”, le dijo él a su padre. Los campos quedaron sin segar, las espigas tumbadas y no había brazos, estaban en la cárcel. Los sacaron a barrer las calles, a burlarse de ellos antes de matarlos.

 Después se los llevaron en un coche y de noche, con las manos amarradas, un tiro de gracia en el portillo de Enériz y abandonados en una fosa común. Encarna no pudo empezar a respirar hasta que salió del pueblo, dejando allí a su hija de un año al cuidado de su suegra. Sufrimiento hondo y pena negra."        (Sociología crítica, 04/12/2012)

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