18/12/12

Apretamos los puños. Sólo una palabra y hubiéramos saltado. Pero no ocurrió nada, la puerta se cerró detrás de él

"( ... )  Al mismo tiempo, hay que dejar constancia del modo como las niñas reaccionaban frente a la injusticia que ya se revelaba visiblemente. Las chicas judías no podían ser miembros de la BDM, lo que, al menos en las ciudades, difícilmente podía pasar inadvertido. 

Evelyn Eigermann, judía alemana, recuerda cómo vivió los inicios de la inhumanidad: "Me hubiera gustado ser miembro de la BDM. Envidiaba a todas las chicas que podían llevar las faldas azules y las blusas blancas. Era realmente duro para mí. Algunas de mis compañeras de clase lo lamentaban, y otras permanecían indiferentes. 

Algunas dijeron: "Ahora pertenecemos a la BDM, y tú no perteneces al grupo, eres una puerca judía. No es que tenga nada personal contra tí, pero vosotros, los judíos, sois culpables de todo".

Los niños también pudieron observar en multitud de ocasiones la dimisión de profesores que habían caído en desgracia a consecuencia de la unificación en las escuelas. Gerda Zorn, nacida en 1920, se acuerda de la última lección de su apreciado profesor de clase Knief: 

"Tenía un aspecto enfermizo. Nos asombramos de que no se sentara y empezara con la clase. Entonces se abrió la puerta de golpe. 

Un hombre en uniforme de la SA entró pavoneándose. Las botas golpearon fuertemente contra el suelo y su voz ladró: "Heil Hitler". Guardamos silencio. De manera sarcástica dijo: "Bien, señor Knief, ¿se ha despedido ya de la clase? Entonces  me permitiré pedirle que se vaya, quiero empezar con las lecciones”. 

Apretamos los puños. Sólo una palabra y hubiéramos saltado. Pero no ocurrió nada, la puerta se cerró detrás de él.”            (Guido  KNOPP :  Los niños de Hitler, Ed. Planeta, 2005, pág. 129-130)

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