12/12/11

La policía mató a un centenar y pico de manifestantes... Docenas de estos fueron arrojados al Sena sin que la prensa censurada de la época pudiera establecer un balance preciso de los cadáveres rescatados

"Pero vuelvo a lo sucedido el 17 de octubre. Días antes, llegó a nuestros oídos la noticia de que el FLN preparaba una respuesta pacífica masiva al toque de queda impuesto a la población argelina y que abarcaba de hecho a la de Túnez y Marruecos (en la noche colonialista todos los moros son pardos).

Alguien, no recuerdo quién, nos puso al corriente de que la fecha fijada era ese 17 de octubre cuyas imágenes de fantasmal violencia se grabaron en mi memoria con cruel nitidez.

En compañía de un corresponsal argentino de France Presse, fuimos primero a pie a la plaza de la Ópera, tomada totalmente por la policía: hileras de agentes con casco antidisturbios y armados de cachiporras canalizaban el flujo incesante de los magrebíes que subían disciplinadamente la escalera de la boca del metro y los empujaban al interior de los furgones que cortaban el tráfico en todas las avenidas circundantes.

Al poco, nos llegó el aviso de que la concentración masiva de quienes desafiaban el toque de queda sin otras armas que su dignidad y coraje se situaba en l'Étoile. Allí, en las vastas aceras de la rotonda que rodea la plaza propiamente dicha, batallones compactos de norteafricanos con los brazos cruzados tras la nuca, ofrecían un espectáculo que retrotraía a las imágenes de las redadas nazis durante la Ocupación.

Resueltos, impertérritos, barridos crudamente a brochazos por los focos giróvagos de la policía, aguardaban el momento de ser introducidos a culatazos en los coches celulares hacia un destino desconocido.

Entre los testigos de la tropelía, divisé a algunos periodistas y colaboradores de l'Express, France Observateur y Les Temps Modernes. Lo que entonces ignorábamos es que la policía, siguiendo las instrucciones del prefecto Maurice Papon, iba a entregarse a una orgía sangrienta en la que perecieron un centenar y pico de manifestantes.

Docenas de estos fueron arrojados al Sena sin que la prensa censurada de la época pudiera establecer un balance preciso de los cadáveres rescatados. La matanza permaneció enterrada en la memoria colectiva no obstante la labor de historiadores como Jean Luc Einaudi, de novelistas como el autor de Meurtres pour mémoire y de cineastas como Rachid Bouchareb, cuya película desdichadamente no he visto.

Con motivo del cincuentenario de esos atropellos, varios filmes documentales denuncian hoy la barbarie llevada a cabo en nombre de la supuesta misión civilizadora europea en África y el Magreb: apaleamiento a muerte de manifestantes inermes; ejecuciones de un balazo a quemarropa; apriscamiento de los detenidos en el Palacio de los Deportes; reedición del Vel d'Hiv...

Con 50 años de retraso, Francia recobra la memoria y bochorno de aquellas brutalidades gracias al filme Otoño en París de Jacques Panijel, cuya difusión, como la del libro de Péju, no ha sido posible hasta ahora."                (El País, 11/12/2011, p. 33 )

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