28/10/11

"De los aproximadamente 20.000 nama que vivían en 1904, sólo 9.800 habían sobrevivido para 1911 al hambre, la horca y el trabajo esclavo"

"La oportunidad la brindó el denominado “reparto de África”, materializado en la Conferencia de Berlín (1884) –que en Alemania se conoce significativamente como Conferencia del Congo (Kongokonferenz)– organizada por el canciller alemán Otto von Bismarck y en la que las grandes potencias europeas aparcaron sus diferencias, como hacen siempre los grandes capitanes de industria, para explotar más y mejor África –al margen y a costa de los africanos, por descontado–  en lo que supuso el disparo de salida de la fase imperialista del capitalismo.

De esta conferencia se recuerda especialmente el papel de Leopoldo II de Bélgica, quien superó a todos los demás mandatarios europeos en desfachatez adjudicándose la propiedad privada del así llamado Estado Libre del Congo, del que sacó pingües beneficios a través de la concesión de licencias para la explotación de las minas y la extracción de caucho así como de la venta de marfil.

En el país de Leopoldo II a los trabajadores que no cumplían con las exigentes cuotas de producción se les cortaba una mano y, como nadie se tomó la molestia de censar a los congoleños, aún hoy se desconoce la cifra exacta de muertos –por extenuación o ejecutados por la Force Publique–, que se estima entre los 5 y 10 millones.

En la Conferencia de Berlín Alemania se quedó con Togoland (actual Togo y Ghana), Camerún, África Oriental Alemana (hoy Burundi, Ruanda y Tanganika) y África del Sudoeste Alemana (hoy Namibia), donde tuvo lugar el genocidio.

La confiscación de tierras con el fin de entregarlas a los colonos alemanes para convertirlas en grandes extensiones de cultivo desplazó a los herero y nama de sus tierras, que aparecen invariablemente en las estampas de los libros coloniales como despobladas, aguardando la supuestamente laboriosa azada europea. 

El modo de vida de ambas tribus se basaba principalmente en un ganado que, debido la escasez de tierras para el pastoreo y fuentes de agua, comenzaba a menguar, a lo que se sumaron fatalmente las enfermedades vacunas traídas de Europa, un brote de tifus, una plaga de langostas y una temporada de sequía.

Privados de su tradicional medio de subsistencia, muchos herero se vieron forzados a trabajar como jornaleros para los colonos alemanes –subvencionados por el estado alemán a través de su oficina colonial con sede en Berlín– o alistarse en su ejército. No todos, claro.

En 1904, Samuel Maharero, un dirigente de la comunidad herero, consiguió aglutinar el descontento y organizar una columna de 8.000 hombres para combatir al ejército alemán que consiguió desbordar inicialmente en número a las tropas coloniales alemanas (Schutztruppen) y librar una efectiva guerra de guerrillas que consiguió cercar Okahandja así como bloquear las comunicaciones de los alemanes destruyendo las vías de ferrocarril en Osona y las líneas del telégrafo en Windhoek, retrasando la llegada de tropas llegadas por mar desde Swakopmund.

En la región de Waterberg los insurrectos expulsaron a los colonos, se apoderaron de armas e infligieron graves derrotas a los colonos alemanes.

Tras la dimisión del gobernador, Theodor Leutwein, Lothar von Trotha –un militar con experiencia en la supresión de las revueltas en África oriental alemana y la Rebelión de los bóxers en China (1898-1901)– asumió el cargo junto al de comandante en jefe de la región con la misión de aplastar la insurrección de los herero.

Von Trotha, que declaró a un periódico berlinés que «una guerra no puede conducirse humanamente contra quienes no son humanos», llevó a cabo una despiadada campaña cuyo fin explícito era del exterminio de los herero como pueblo, asesinando indiscriminadamente a heridos, prisioneros, mujeres y niños, aterrorizando a la población y posiblemente envenenando sus acuíferos, méritos por los que fue condecorado personalmente por el káiser Guillermo. Von Trotha llegaría a firmar tras la expulsión de los herero de la región una “orden de exterminio” (Vernichtungsbefehl) el 2 de octubre de 1904 –de la que se conserva una copia en el Archivo Nacional de Botswana– que contrasta vivamente con el comportamiento de los combatientes herero, que perdonaron la vida a mujeres, niños, africanos y blancos no alemanes. 

En la batalla de Waterberg, von Trotha consiguió rodear, gracias a un ejército moderno –con una toma de decisiones centralizada y tecnológicamente superior–, a los herero, que, superiores en número pero mal equipados, acabaron sufriendo una dura derrota. 

Aunque hoy se debate si fue un error técnico de von Trotha o una decisión deliberada, los herero pudieron huir del cerco a través del desierto de Omaheke, donde la mayoría murieron de hambre y de sed en una auténtica marcha de la muerte (Todesmarsch). Se cree que al menos 30.000 herero murieron en esta travesía, más que en cualquier otra batalla contra los alemanes. 

Sólo 1.000 herero, incluyendo a Maharero, consiguieron cruzar con vida el desierto y llegar a la británica Bechuanalandia (actual Botswana). 2.000 de ellos escaparon hacia Ovamboland, al norte, o a Namaland, al sur, donde informaron a los nama –hasta no hace mucho, su enemigo histórico– del trato recibido por los alemanes. Muchos habían desertado antes del ejército alemán precisamente por esa misma razón.

Los nama retomaron el testigo de la lucha anticolonial contra el dominio alemán bajo el liderazgo de Henrik Witbooi –un antiguo oficial del ejército colonial– y Jakobus Morenga –hijo de un herero y una mujer nama, por cuya cabeza el káiser Guillermo II ofreció personalmente 20.000 marcos– librando una guerra de guerrillas que, como antes la de los herero, comenzó con éxito para los insurrectos en sus ataques a propiedades privadas, edificios gubernamentales e instalaciones militares alemanas. 

Pero nuevamente la superioridad tecnológica de los alemanes decidió la suerte de los nama: Witbooi fue herido de muerte en 1905 durante un ataque a una columna de transporte alemana, Morenga murió en combate en 1907 contra los alemanes y los británicos, que entretanto habían unido sus fuerzas contra el enemigo común. 

Simon Kooper, bajo el mando del cual se reunieron los restos de las fuerzas de los nama, consiguió llevar a su gente hasta Kalahari, lejos de los alemanes, donde negoció con el gobierno colonial británico para que no se extraditase a los combatientes nama. 

Quienes no consiguieron escapar fueron hechos presos y enviados a campos de concentración –inspirados en los establecidos por los británicos en sus guerras coloniales– de Okahandja, Windhuk y Swakopmund y otros lugares, donde trabajaron como mano de obra esclava en la construcción de carreteras y vías de transporte: en Shark Island (desde donde se enviaron por cierto los veinte cráneos que ahora Alemania ha devuelto) 1.359 presos de un total de 2.014 murieron en la construcción de una carretera entre Lüderitzbucht y Keetmannshoop.

Los nama presos en los campos fueron diezmados a causa de enfermedades como el tifus, la disentería y el escorbuto, cuyo efecto se multiplicó por la falta de asistencia médica y de agua potable y el hacinamiento.

De los 17.000 herero capturados tras la guerra de 1904 y enviados a campos de trabajos forzados, 6.000 perecieron sólo en 1907. Los supervivientes fueron separados y enviados a trabajar en las granjas de los colonos alemanes con el objetivo de borrar de la faz de la tierra su cultura. De los aproximadamente 20.000 nama que vivían en 1904, sólo 9.800 habían sobrevivido para 1911 al hambre, la horca y el trabajo esclavo.

El oficial médico jefe de Swakopung describió gráficamente a los presos nama como «piel sobre huesos, literalmente», una expresión que se repetiría cuarenta años más tarde, cuando los soldados estadounidenses y soviéticos derribaron las puertas de los campos de concentración nazis.(...)

El genocidio contra los herero y los nama tuvo también repercusiones históricas poco conocidas. Como ha señalado Ben Kiernan en Blood and Soil. A World History of Genocide and Extermination from Sparta to Darfur (New Haven, Yale University Press, 2007), «Heinrich Göring, padre del futuro dirigente nazi Hermann Göring, sirvió en 1885-91 como Reichskommissar de África del Sudoeste Alemana […]

Entre los alemanes que allí participaron en el genocidio de las poblaciones herero y nama entre 1904 y 1908 se encontraba el futuro gobernador nazi de Baviera, Franz Ritter von Epp, quien durante la Segunda Guerra Mundial fue responsable de la liquidación de virtualmente todos los judíos y gitanos bávaros. En una concentración nazi en Nuremberg de 1931, von Epp y Hermann Göring aparecen juntos frente a Hitler. […]

Otro futuro nazi, Eugen Fischer, llevó a cabo su investigación racista en la África del Sudoeste Alemana […] [Fischer llegó a ser] el presidente del Instituto Alemán Káiser Guillermo para la Antropología, la Herencia Humana y la Eugenesia, denunciando a las “personas de color, los judíos y los híbridos gitanos”, y proporcionó a Hitler una copia de su obra mientras este último redactaba Mi Lucha en prisión. 

Tras tomar el poder en 1933, Hitler nombró a Fischer rector de la Universidad de Berlín, donde comenzó la depuración de profesores judíos. El instituto de Fischer más tarde instruyó y patrocinó investigaciones seudocientíficas llevadas a cabo por médicos nazis, entre los cuales el notorio Josef Mengele.»        (Sin Permiso, 08/10/2011, 'No hay “responsabilidad histórica” para los herero y los nama', de Àngel Ferrero) 
 

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