24/10/11

El robo de niños durante el franquismo... a lo claro

"¡Pero qué niño tan guapo!". El militar franquista no dejó de piropear al bebé, Antonio, de ocho meses, en brazos de su madre, de 21 años, una de las presas republicanas que viajaba custodiada aquel día de 1937 en tren a la cárcel de San Marcos, en León, hoy parador nacional.

Dolores Cerecedo nunca lo olvidó. Murió convencida de que aquel militar le había robado a su hijo. (...)

"A los cuatro días de estar en la cárcel, una monja fue a ver a mi madre y le dijo que tenía que llevarse al niño porque las condiciones de la prisión no eran adecuadas para él.

Dos días después, la misma religiosa le comunicó que el niño había muerto. Ella pidió verlo para despedirse, pero no le dejaron. Estaba perfectamente sano".

Lo cuenta Antonio Rodríguez, de 60 años, su quinto hijo. Dolores decidió ponerle el mismo nombre que el niño que le habían quitado en prisión, aunque no tardó en arrepentirse. "Muchas veces me decía: 'No te tenía que haber llamado así.

Cada vez que te llamo, pienso en él'. Reñíamos mucho por eso. De la mañana a la noche hablaba del niño. Ella nunca creyó que se hubiera muerto. De hecho, en cuanto le quitaron al niño, la soltaron, sin juicio ni nada.

Me contó que a otras presas les habían hecho lo mismo. Antes de morir me dijo en el hospital: 'Tu hermano está vivo. Me lo quitó aquel militar franquista. Búscalo. Haz todo lo que puedas'. Me pidió eso, se dio la vuelta, y ya no volvió a hablar más".

Antonio intenta desde entonces (1993) encontrar a su hermano, que hoy tendría 74 años. (...)

"A mi padre, que había luchado en el bando republicano, le condenaron a muerte. Luego le conmutaron la pena y, cuando salió de prisión, la Guardia Civil le acosaba constantemente. Él tenía una carnicería en Petín (Ourense) y había otro en el pueblo que vendía jamones y no quería competencia, así que de vez en cuando le acusaba de cualquier cosa ante la Guardia Civil.

A mi hermano mayor, que estudiaba para cura, le echaron por ser hijo de rojos. Después fue voluntario a la infantería de guerra y le volvieron a expulsar. Terminó marchándose a Brasil. Yo me metí en la mina y en el PSUC.

En 1976, ya muerto Franco, la Guardia Civil me dio una paliza por repartir el periódico Mundo Obrero que casi me matan. Me torturaron. Me arrancaron las uñas de los pies, me rompieron varias costillas, la nariz, me reventaron los oídos... Salí de allí en ambulancia", recuerda entre lágrimas.

"Yo quiero encontrar a mi hermano para que sepa todo lo que pasó de verdad", concluye Antonio. "Quién sabe las mentiras que le habrán contado. Quiero decirle que su madre no le abandonó y que nunca dejó de pensar en él. Solamente eso". (El País, 24/10/2011)

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