9/2/11

"Se llevaron a muchas jóvenes al ayuntamiento para raparles el pelo. Luego, las pasearon por las calles"


María Gómez, alcaldesa de A Cañiza durante la II República

"Chiña González es una de ellas. Su padre fue concejal socialista de Ponteareas durante la República. Tras el golpe de estado intentó huir a Portugal pero alguien lo delató. Lo fusilaron en octubre del 36.

Chiña todavía recuerda que se llevaron a muchas jóvenes al ayuntamiento para raparles el pelo. Luego, las pasearon por las calles. "Ellas intentaban taparse la cabeza con pañuelos pero los falangistas se los quitaban", explica.

El hijo de González, Rafael Bargiela, no conoció esta historia hasta mucho después. "Había elecciones y pasó un coche con un altavoz por delante de casa. Era propaganda electoral y de fondo sonaba La Internacional, entonces me di cuenta de que mi madre estaba llorando", explica Bargiela. Fue aquel día cuando Chiña comenzó a hablar de lo difícil que fue soportar el acoso falangista.

Sacrificio y silencio. Eso era lo que les esperaba a quienes sufrieron de forma directa la represión. Porque también hubo presas en las cárceles de Franco. Saturrarán, en Guipúzcoa, es el mejor ejemplo. A esta prisión femenina llegaron muchas gallegas, entre ellas la última alcaldesa republicana de A Cañiza, María Gómez.

"La vida de todos los presos era horrible, pero las mujeres soportaban otras cargas, como la violencia sexual. Los hombres disponían del apoyo de sus esposas, pero las presas tenían que ganarse la vida en cautividad y en muchos casos ayudar a su familia desde allí", explica la investigadora María José Bernete.

Al igual que la alcaldesa de A Cañiza, la mayoría de las supervivientes de las cárceles franquistas no volvían a sus poblaciones de origen. Algunas por un exilio forzoso, otras porque allí les esperaban las caras de quienes las habían delatado. María Gómez pasó el resto de su vida en Lugo." (El País, Galicia, 08/02/2011, p. 8)

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