26/11/10

La represión franquista en Valencia (I)

"Pero las mujeres de la República, que habían conocido la libertad y que venían de una guerra de tres años, evidentemente no iban a aceptar tan fácilmente ese papel. El franquismo diseñó para ellas una represión específica que fue impuesta con un grado máximo de perversidad. En muchos casos fue peor que la de los hombres.

Por ejemplo, raparlas, meterles un embudo en la boca y hacerlas tomar aceite de ricino -que provoca una gastroenteritis tremenda-. Luego eran expuestas en las plazas para que todo el mundo se burlara y les tiraran cosas. Muchas mujeres murieron en aquellos ‘paseos’, y muchas morían cuando les colocaban el embudo, porque les provocaban lesiones y morían ahogadas en su propio vómito de sangre.

Las mujeres que sobrevivían a aquella situación de escarnio público propio de la Inquisición, iban a la cárcel, condenadas a muerte y fusiladas, o morían en la cárcel de todo tipo de carencias... En muchos casos, sus carceleras eran de órdenes religiosas, creadas por la Iglesia Católica. Esa fue, según las sobrevivientes, su peor pesadilla.

Porque esas monjas eran de una crueldad tan extrema, que incluso el personal de la cárcel -que era de la sección femenina de la Falange-, pidió en el año 45 que las sacaran de allí, por la especial crueldad con que trataban a las presas y a sus hijos. Esa orden se llamaba Orden del Buen Pastor. Una orden religiosa a la cual ahora el gobierno socialista le dio el premio Príncipe de Asturias de la Concordia”.

Cómo trataban a los niños

Y entonces, ¿qué sucedió con los niños?
“En Argentina, el robo, secuestro y venta de criaturas fue siempre ilegal. En España no, porque el franquismo legisló en favor de que esto pudiese suceder, partiendo de las teorías de un siquiatra que decía que el marxismo, el ser rojo, era una enfermedad contagiosa. Entonces, para atajar la enfermedad, había que separar a las criaturas de sus familias.

El franquismo dictó una ley que decía que, en todas las familias que no estuvieran en condiciones de acreditar que podían criar a sus hijos de acuerdo con los principios del ‘glorioso alzamiento nacional’, es decir, del fascismo de la Falange, el Estado asumía su tutela. ¿Quiénes eran las familias que no podían acreditar eso? Las familias de la República, que habían sobrevivido a la guerra.

Entonces miles y miles de criaturas fueron separadas de sus familias, y fueron a parar a ‘colegios’ de monjas donde se las hacía pasar por un proceso de despersonalización. Eran criaturas que estaban destinadas a ir a otras familias, y no podían llevar recuerdos o llevaban la menor cantidad de recuerdos posible. A esas criaturas se las dejaba de llamar por su nombre, se les daba un número, y luego eran dadas en adopción.

Fue un inmenso negocio. Todas estas criaturas se vendían, y a las que no se vendían se las explotaba directamente en los conventos, porque allí había talleres de muchas cosas. Y todas las niñas y los niños trabajaban.

De todo este negocio nunca se ha conocido el volumen. De cifras nunca se habla, ni a la Iglesia Católica se le han pedido responsabilidades por esto.

Los únicos que podemos reclamar, en primera persona, somos los de mi generación. Cuando hayamos muerto, nadie podrá reclamar. Entonces se sabrá lo que fue el franquismo, cuando hayamos muerto nosotros” (Revolución o muerte: España bajo el franquismo, 24/11/2010)

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