19/11/10

El terror franquista en los pueblos

"La detención de estos vecinos se realizó en Olivares, mientras trabajaban; los responsables fueron falangistas procedentes de Peñafiel, armados, y perfectamente conocidos por la gente de la zona; el lugar de reclusión fue el ayuntamiento de Quintanilla, donde todos los detenidos fueron torturados sin piedad, tal y como refieren los testigos de los hechos, quienes recuerdan con terror que “los gritos se escuchaban perfectamente en la plaza”.

Al clarear el día 13 de septiembre, todos los detenidos fueron sacados y obligados a subir a un camión que esperaba en la puerta del ayuntamiento. Los hermanos Lázaro iban atados entre sí; Gaudencio Toribio fue arrojado al camión como si se tratara de un fardo, con las piernas colgando (“iba como un pelele, con las piernas y los brazos rotos”). Varios vecinos pudieron contemplar la lamentable escena, ocultos tras las ventanas de los edificios. A continuación, el camión enfiló la cuesta que conduce al Monte Alto, donde fueron asesinados.

El guarda del monte se llamaba Teodoro Mozo y era natural de Traspinedo. Fue el principal testigo de los hechos, los cuales contó en Quintanilla, en Olivares y en Traspinedo. Según dijo, los asesinos intentaron que las víctimas cavasen su propia fosa; las dos víctimas más fuertes eran los hermanos Lázaro, quienes se negaron en redondo, siendo apaleados y golpeados con las culatas de los fusiles y atados a un árbol. Tras el asesinato, que se produjo con las víctimas metidas ya en la fosa, los asesinos echaron sobre ellos tierra en poca cantidad, dejando los cuerpos semienterrados.

Teodoro Mozo se mantuvo escondido durante un buen rato, atemorizado por la posibilidad de que lo vieran u oyeran; por fin, escuchó quejidos provenientes de la fosa y se acercó, viendo que una de las víctimas se movía y se quejaba.

TESTIMONIO DE G.S.M., sobrina del guarda de campo Teodoro Mozo, testigo de los hechos:

“El guarda del monte era de Traspinedo, era primo carnal de mi madre. Vivía en el mismo monte, en una casa de la finca. Todo se supo por él. Dijo que vio cómo los mataban, pero que Gonzalo quedó vivo y que él lo recogió y lo cargó hasta su casa. Intentó darle curas; lo cuidó casi quince días. El chico estaba muy mal y aun así le pedía todo el tiempo que lo llevase a su casa, pero Teodoro lo tuvo guardado. Marchaba a su labor y lo dejaba trancado donde los animales, por miedo a que lo viese alguien, pues si lo encontraban allí, los matarían a los dos.

Un día volvió de dar la vuelta al monte y lo encontró muerto encima de la tapia. Se ve que quiso volver a su casa, porque estaba obsesionado con eso. Tuvo que cogerlo y llevarlo otra vez a la fosa, donde lo enterró encima de los demás.

Mi tío estaba malísimo. Siempre decía: me voy a morir por culpa de los de Olivares; los veo todos los días.

Murió muy pronto; estaba completamente estropeado de los nervios”.

En Olivares había una lista de casi ochenta personas. El veterinario, llamado don Florentino, vio la lista, la cogió y la rompió. Higinio, teniente de alcalde, también se opuso, así como don Germán Capillas, cura de Dueñas (Palencia), quien se atrevió a protestar en el ayuntamiento de Quintanilla cuando torturaban a los detenidos, y fue arrojado por las escaleras. Se marchó y no supieron más de él." (www.represionfranquistavalladolid.org, 'Olivares de Duero', 29/10/2010)

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