10/5/10

La represión franquista en Canarias... y fuga

"Según el historiador Sergio Millares alrededor de 20.000 canarios fueron encarcelados en un momento u otro de esos primeros pasos de la dictadura. Así, en Tenerife se hicieron tristemente famosas las llamadas prisiones flotantes –barcos anclados en la bahía de Santa Cruz que fueron llenados de presos- y el campo de concentración instalado en la empaquetadora de Fyffes, empresa británica que exportaba el plátano canario a Europa.

El terror presidía esos improvisados presidios. En La Isleta, los presos tenían que realizar trabajos forzados y sufrían palizas continuas a cargo de los llamados "cabos de vara",que eran presos comunes dispuestos a todo por algunas prebendas. Con menos palizas y castigos, el campo de Gando era algo más llevadero aunque el tifus y otras enfermedades minaban la salud de los presos hasta que muchos de ellos morían.

En Fyffes no había palizas ni trabajos forzados, siendo el hacinamiento el principal problema. Lo peor llegaba, sin embargo, por las noches cuando militares y, sobre todo, falangistas, llegaban con listas de presos que eran sacados y desaparecían para siempre. La incertidumbre ante la posibilidad de que dijeran su nombre era, con toda seguridad, la mayor tortura a la que podía ser sometida una persona.


Se calcula el numero de muertos y de desaparecidos a consecuencia de la represión franquista en el Archipiélago en unas 2.000 personas, mil quinientas en la provincia de Santa Cruz y quinientas en la de Las Palmas.

Con las cárceles y los campos colapsados por quienes pertenecían o simpatizaban con los partidos que se adhirieron al Frente Popular, republicanos de izquierda, socialistas, comunistas y anarquistas, el 17 de agosto se decidió deportar a 37 de los más significados repartiéndolos entre La Güera y Villa Cisneros, la actual Dakhla, en la por entonces colonia española del Sáhara Occidental.

Fueron trasladados en el vapor correo interinsular "Viera y Clavijo". Entre ellos iban médicos, maestros, obreros, y cargos electos de distintos ayuntamientos y de otras instituciones de la isla. Durante el traslado, la tripulación del buque dio muestras de afecto y simpatía hacia los detenidos Republicanos, lo que a la larga tendría sus consecuencias.

Llegados a su destino, desde el primer día fueron obligados a realizar trabajos de construcción, como zanjas, letrinas o pistas. Vigilados continuamente por la MIA -grupo de tropas nómadas locales al servicio del ejército español- fueron fraguando desde el primer momento los planes que les permitieran escapar.


De vez en cuando algunos de los presos eran trasladados a Tenerife para ser interrogados y juzgados, pero ninguno volvía y no se volvía a saber más de ellos. Esto acentuaba todavía más la obsesión por la fuga.


Más adelante la vigilancia de la MIA fue sustituida por un destacamento del Regimiento de Infantería Canarias nº 39 y entre algunos suboficiales y la tropa comenzó una gran camaradería con los prisioneros, de tal forma que los soldados participaron activamente en la conspiración para la fuga. En efecto, querían salir de allí, pero hacerlo por tierra hubiera supuesto ocho días de penosa marcha por el desierto hasta llegar a la zona francesa y las posibilidades de ser capturados antes eran muy grandes. La única salida era el mar.

En marzo de 1937 se presentó la mejor ocasión para escapar y ésta no fue desaprovechada. El capitán gobernador de la guarnición se tuvo que desplazar hacia el interior para reclutar tropas nómadas y, al mismo tiempo, se esperaba la arribada del vapor "Viera y Clavijo".


La madrugada del día 13, los conjurados se adueñaron del fuerte y del polvorín y destruyeron la antena de radio de 70 metros de altura que comunicaba la colonia con Canarias.


El siguiente paso era la captura del buque que estaba ya anclado en la bahía, para lo que se obligó al práctico del puerto a acercarse en su falúa, en la que iban 12 hombres armados, mientras que otro grupo se dirigía en camión hacia la punta de la rada con una ametralladora.

Una vez tomado el "Viera", la tripulación de éste y algunos oficiales se sumaron a la revuelta. El barco partió con 23 presos, 93 militares del regimiento de Infantería y 34 miembros de la tripulación, más dos marineros mercantes militarizados que iban en el barco como pasajeros. Un total de 152 republicanos que se dirigieron rumbo al puerto de Dakar, en la colonia francesa de Senegal.


Tres días después, el 17 de marzo de 1937, al acercarse a la costa senegalesa, los amotinados izaron una bandera republicana, a lo cual, desde el fuerte galo, respondieron izando otra idéntica. Los presos se sintieron por fin a salvo. Poco importaba que las autoridades francesas les retuvieran dos días sin bajar a tierra hasta que consiguieron el permiso para desembarcar.

La noticia de la fuga fue muy celebrada en la Zona Republicana y dio lugar a todo tipo de bromas y chascarrillos, como una muy conocida, “ Cierra la jaula, Queipo, que se te escapan los Canarios”, atribuida a la Pasionaria.


Lamentablemente, la fuga ocasionó también que las autoridades franquistas redoblaran su feroz represión en Canarias. De hecho, el propio Millares vincula esta fuga a los asesinatos de un centenar de personas en el norte de Gran Canaria entre el 18 de marzo y el 4 de abril de 1937. Muchos familiares de los tripulantes del "Viera y Clavijo" son detenidos esos días.
" (Fusilados de Torrellas, 09/05/2010)

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