15/5/09

El niño que se salvó de Auschwitz

"La historia de Siegfried Mier, que residía en Francfort (Alemania), es diferente, pero en ella también tiene un papel protagónico un español. El pequeño Meier, travieso y rebelde desde su más tierna infancia, fue deportado, junto con sus padres, al campo de exterminio de Auschwitz cuando tenía sólo siete años ("me han dicho que debía tener esa edad por el número que a mí me tatuó la SS en un brazo", dice).

"Llegamos a Auschwitz-Birkenau y los hombres que desnudaban a los prisioneros le dijeron a mi madre: 'Esconda al niño porque si le ven los nazis le llevan a la muerte'. Así estuve dos meses oculto en una de aquellas literas colectivas hasta que mi madre murió a causa del tifus", rememora Mier. "Después, los demás presos me dijeron que no podían seguir ocultándome y me aconsejaron que me presentara al recuento de prisioneros. Y así lo hice. A los alemanes les caí en gracia y me convirtieron en su mascota, hasta tal punto que me hicieron un pijama de rayas a medida", cuenta hoy en Madrid, como si eso le estuviera sucediendo ahora mismo. "¡Me ocurrieron cosas surrealistas...!", añade.

"Al cumplir nueve años, me sacaron del campo de mujeres y me llevaron al de hombres, donde cogí el tifus. Me metieron en el barracón de los mellizos, en el que el doctor Mengele hacía sus experimentos. Allí me pusieron muchas inyecciones, pero Mengele no lo debía hacer tan mal porque jamás he estado enfermo", rememora el setentón Meir, entre socarrón y sarcástico. Su padre murió reventado a patadas de los nazis.

Cuando entraron las tropas rusas en Auschwitz, Meir fue subido a un convoy que fue atacado por partisanos yugoslavos, lo que obligó a él y a otros muchos prisioneros a seguir camino a pie. Sin que sepa muy bien cómo, dio con sus huesos en el campo de concentración de Mauthausen (Austria), donde de nuevo cayó en gracia a los carceleros tras presenciar la rabieta que cogió cuando pretendían raparle el pelo. Tan simpático les pareció el chico que le vistieron con un traje de bombero y le metieron en el barracón de los republicanos españoles.

"Entre ellos estaba Saturnino Navazo Tapias, que me aconsejó: 'Di que eres mi hijo. Si te preguntan, dices que vives en la calle de Don Quijote, número 49, de Cuatro Caminos, en Madrid'. En 1945, al ser liberado de Mauthausen, me fui a Toulouse con Navazo y otros. Allí, cuando tenía 14 años, aprendí el oficio de sastre. En Auschwitz sólo estaba hecho para robar. Navazo me convirtió en una buena persona y comprendió por qué yo era un ladrón. Yo siempre quise demostrarle que reconocía lo que había hecho por mí. Ese hombre, que murió a los 80 años, fue un padre para mí y jamás me pegó pese a que le hice cosas horribles", declara Meir.

Con el correr del tiempo, el niño de Auschwitz se instaló en Ibiza, donde se enriqueció con una cadena de restaurantes y varias tiendas de moda ad lib -"copiaba la ropa india de las chicas que venían de Katmandú"-; fue cantante de cierto éxito, amigo del músico Georges Moustaki, y actor frustrado porque "los directores de cine le veían triste" pese a su aspecto de galán glamuroso. "Hoy estoy arruinado", confiesa con su mirada acuosa tras las gafas." (El País, Domingo, 01/02/2009, p. 8/9)

1 comentario:

VONESAD dijo...

ES TODO UNA HAZAÑA EL HABER SOBREVIDO...