"¿Quién nos ayudará cuando nos maten?". Zimbabue, bajo la bota de Mugabe, agoniza sin alimentos, maestros y médicos.
Encontrar algo para comer es una odisea diaria. No hay maestros en las escuelas ni médicos en los hospitales. La esperanza de vida ha caído de 60 a 35 años, pero se ha expulsado a las ONG. La economía se ha colapsado hasta límites nunca vistos en ningún lugar del mundo en tiempo de paz, con una inflación de 14.000.000%. Y el viernes hubo una mascarada de elecciones en las que un dictador de 84 años se hizo reelegir por aclamación tras una ola terrible de violencia que pretende hacer olvidar que la oposición ya ganó hace tres meses. Y, sin embargo, ayer amaneció soleado y nadie tomó las calles para protestar.
Esto es Zimbabue, un país que agoniza en silencio.
"¿Vendrá tu país a ayudarnos cuando nos manifestemos y nos masacren? Aquí arriesgas la vida sólo con protestar", dice Sydney, de 50 años, que malvive con su familia en South Mall, un barrio elegante de Bulawayo, la segunda ciudad del país, 400 kilómetros al oeste de la capital. "Tenemos muchos años de experiencia: el que protesta es secuestrado y su cuerpo suele aparecer mutilado. Prefiero quedarme en casa", añade.
La casa de Sydney es grande y con jardín. Disfruta de televisión y los muebles -comprados en los buenos tiempos, hace muchos años- hubieran triunfado en España hace una generación. Lo que Sydney y su familia no tienen es comida porque su salario como ferroviario se lo traga la hiperinflación. "Al final siempre encontramos alguna cosa que comer", añade su resignada esposa. (…)
Nada indicaba ayer en el centro de la ciudad, de un millón de habitantes, que la situación sea tan explosiva. La gente caminaba, se miraba y seguía pululando. "Todo está lleno de espías: no puedes hablar salvo que estés muy seguro de con quién hablas", explica Robert, vinculado a la oposición. (…)
Todo el mundo parece aceptar esta situación increíble con resignación. "Los zimbabuenses tienen todavía muy fresco el recuerdo de la guerra de liberación [acabó en 1979 y llevó a Mugabe al poder] y lo que más temen es otra guerra", explica el padre Luis, soriano que llegó a Zimbabue en los años sesenta y que ahora ejerce de párroco en Dete, 200 kilómetros al oeste de Bulawayo. Si alguien lo ha olvidado, el régimen se lo recuerda continuamente: ayer la televisión oficial reproducía imágenes de la guerra de independencia. Y la cúpula militar y el propio Mugabe han advertido que prefieren la guerra antes que abandonar el poder. (…)
Algunos confían en una intervención internacional: "Si no nos ayudan de fuera, nunca pasará nada, y ya hemos sufrido bastante", opina Jacob. (…)
Los que no agonizan en silencio han optado por marcharse: casi cuatro millones de zimbabuenses -el 25% del total- han huido del país desde 2000.” (El País, ed. Galicia, Internacional, 29/06/2008, p. 4)
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