4/3/20

Topos: la vida de cinco hombres escondidos y ocultos en la España franquista... un hombre que había estado escondido durante décadas en un pozo, fue delatado por las montas de la Caridad y cruelmente asesinado por los falangistas... que pusieron su cadáver en la carretera con un mensaje "Para que tires tachuelas en la carretera"

"Los "topos" se ocultaron durante la Guerra civil y la dictadura de Franco por miedo a las fuertes represalias del otro bando. Hubo "topos", huidos y desaparecidos por toda la geografía española. Algunos estuvieron ocultos durante pocas semanas o meses, otros hasta el final de la guerra, pero también hubo quienes continuaron recluidos en sus "toperas" hasta casi el final del régimen.

Desde Público sacamos a la luz cinco historias, narradas por los periodistas Jesús Torbado y Manuel Leguineche. En 1977, ambos autores fueron capaces de sacar testimonios inéditos de aquellos escondidos. Una realidad oculta que ha sido reeditada en su libro Los Topos (editorial capitán Swing), que trae de nuevo sus testimonios a la memoria colectiva.


Torbado y Leguineche se lanzaron en plena Transición Democrática a rescatar esta figura del huido. "Junto a los seiscientos mil muertos y a los quinientos mil que lograron escapar por las fronteras, miles y miles de españoles vivieron algún tiempo huidos por el miedo a lo que estaba ocurriendo en aquella feroz represión". 

En el libro, estos periodistas veteranos recorren historias amargas, como la de un topo encontrado en Felanitx, Mallorca, que había estado escondido durante décadas en un pozo. Delatado por las montas de la orden de la Caridad, que frecuentaban el lugar, aquel hombre fue cruelmente asesinado por los falangistas cuando encontraron su guarida. 

La atrocidad y la venganza llevaron a poner su cadáver en plena carretera con un mensaje "Para que tires tachuelas en la carretera". El topo conocido como el Torero no tenía más de 40 años de edad y llevaba años borrado del mundo.

Juan y Manuel: 28 años escondidos en Benaque, Málaga

La historia de Juan y Manuel Hidalgo comienza con la caída del frente de Málaga en febrero de 1937. En la entrevista con los periodistas Torbado y Leguineche, ambos recuerdan cómo aquellos días de terror estuvieron cubiertos de fuertes lluvias.

Manuel tenía 27 años y Juan 31 años. "Nos dijeron que Málaga había caído y que había que irse para Almería". Recordaban el camino de la carretera, la famosa Desbandá, los disparos incesantes de los barcos y la aviación hacia una población indefensa.

Tras su llegada a Almería, lograron pasar con un salvoconducto hasta Alicante, donde vivieron las peores atrocidades en campos de concentración y pasaron por brigadas militares para continuar una guerra ya perdida. Finalmente ambos hermanos volvieron a Benaque, Málaga, para vivir la mitad de su vida como topos.

Juan fue el primero en llegar al pueblo tras 16 días y 16 noches caminando sin parar. Logró alcanzar su objetivo a finales del mes de abril, poco después de acabar la guerra. No tuvo apenas descanso para comer ni dormir.  Por otro lado, Manuel Hidalgo, que se encontraba en Motilla del Palancar, Cuenca, cuando acabó la guerra, logró llegar a Benaque el 4 de mayo de 1939. Recuerda que tardó casi un mes en llegar y como en su periplo "no se atrevía uno más que a andar de noche sin ver a nadie, andando y andando…"


Estuvieron escondidos muy cerca uno del otro, sin saberlo. Solo la comunicación entre sus dos mujeres logró destapar aquella verdad. "Tengo que decirte que mi marido está en casa", le confesó Ana Cisneros, esposa de Manuel, a Ana Gutiérrez, mujer de Juan, la noche del 4 de mayo de 1939. "Pues mi marido también vino".

Ambas, primas, celebraban que los hermanos habían vuelto a casa. Estaban vivos y eso de por sí era una victoria. En aquel pequeño municipio de la Axarquía, Juan y Manuel no pudieron verse hasta 1967.


Juan Hidalgo narra que vivió su vejez sin pensión alguna, por haber sido un topo durante toda la mitad de su vida. "No quería escuchar más de la guerra. Ni la palabra. Fue mucho lo que se sufrió. Mucho lo que padecimos". Y es que Juan y Manuel pasaron 29 años de guerra, una huella que marcó para siempre sus vidas.

Manuel Serrano Ruiz: 13 años oculto en Almodóvar del Campo

Manuel acabó siendo apodado en su pueblo, Almodóvar del Campo, (Ciudad real), como el anarquista solitario, al organizar una célula del sindicato CNT, que le llevó a ser presidente del Comité Local antes de 1936. Al acabar la guerra, por miedo a las represalias, decidió esconderse en el desván de la casa de su madre, sin saber que aquella guarida iba a ser su topera demasiados años.
Esperanza, su hermana, contaría a Leguineche y Torbado como "el techo de una de las habitaciones tenía una trampilla, en medio de dos vigas, que podía llegar hasta el desván". Era tal la estrechez de aquel espacio que Manuel nunca pudo ponerse de pie y se encontró hacinado más de una década en aquel espacio, sufriendo una grave cojera.

Su encierro fue aterrador. Su hermana contaba cómo "estaba cansado de la vida, furioso. Estaba muy arrepentido con lo que le había pasado y gritaba constantemente a su madre", Bernardina, que le daba de comer gracias a las limosna que pedía en la calle. Ella lograba llevarse a la boca lo que le daban desde el Auxilio Social.

Su mujer Ana y sus hijos solo lo veían en una ocasión cada dos meses. Su hermana Esperanza contaría que Manuel no logró salir de su agujero hasta trace años después, en 1953 cuando ya no pudo más. A pesar del drama, le hicieron Consejo de Guerra, y estuvo en la cárcel casi una década. Logró que lo indultaran a finales de la dictadura y fue desterrado a Orihuela. Allí pudo reencontrarse de nuevo con Ana, la que fuera su mujer y sus hijos, mientras trabajaba como aparcacoches y en una sala de futbolines.

Miguel Villarejo: 30 años escondido en Bailén

Miguelico. Así le llamaban en el pueblo y le apodaron El perdiz por su profesión como cazador furtivo. Huyó hacia la sierra días antes de terminar la guerra. "Con la victoria de Franco nos van a moler las costillas". Tal y como le ocurrió a su cuñado, que pasó veinte años en prisión con dos penas de muerte.

Miguel decidió irse unos días antes de salir a la huerta y esperar a ver qué ocurría. Afiliado a UGT, nunca dejó de trabajar como cazador furtivo y tenía buen manejo de los caminos en el monte. Sus compañeros del Frente Popular iban cayendo fusilados mientras él permanecía escondido. Decidió seguir su periplo por Sierra Morena, antes que entregarse a la Guardia Civil para una muerte segura.

Sin embargo, durante toda la posguerra, los falangistas y guardias no daban tregua en su búsqueda. El Perdiz iba eligiendo al azar los refugios. En una ocasión, logró llegar a un refugio que cuenta, un lugar llamado las cárceles donde estuvo "siete días metido bajo tierra". La única comida que podía ingerir en aquel hacinamiento extremo eran garbanzos tostados.

Miguelico, como lo llevaban los suyos, estuvo en el punto de mira de la policía franquista hasta poco antes de 1950 cuando cesaron las exploraciones. El propio Miguel recordaba como después de aquellos años en la sierra pasó todo tipo de calamidades: "Tienes que acostarte una noche a dormir encima de un peñón, no puedes dejar rastro, resistir el frío, y el calor y solo a veces podías cobijarte en un cortijo donde cuentas con amistades".

¿Cómo aguantó treinta años de lástima? Rememoraba. Miguel confesó que siempre pensó que "mientras hay vida, había esperanzar porque si hubiera sabido que iba a estar así años me hubiera pegado un tiro en la cabeza".

No fue hasta el conocimiento del decreto de Franco en marzo de 1969 de la prescripción de los delitos de guerra, cuando Miguel preparó su salida y pudo respirar el aire de la libertad. El Perdiz salió a la plaza del pueblo a ver a sus amigos. Y fue el mismo cura de Bailén, Don Francisco quien fue expresamente a su casa a decir: "abra la puerta y que entre el aire y que por fin respire este hombre", recordarían siempre los hijos de Miguelico de aquellos terribles años.

Manuel Cortés Quero:  30 años escondido en Mijas

Manuel Cortés salió del agujero en el que había estado desde finales de la guerra, el 11 de abril de 1969, después de treinta años recluido. El que fuera el último alcalde republicano del municipio de Mijas, también esperó la amnistía proclamada por Franco para todos los delitos anteriores al 1 de abril de 1939.

Cortés estuvo casi cuatro décadas oculto en en su propia casa, en una habitación interior, con la única compañía de la radio y la lectura. No fue hasta el final de la guerra cuando se atrevió a volver al pueblo, viendo el fatal destino que tenían sus otros compañeros cuando eran apresados por las autoridades golpistas.
El alcalde republicano tuvo muchas reservas a la hora de esconderse en aquella pared ciega de su vivienda y quería entregarse a las autoridades, pero su mujer Juliana, sabía la suerte que corrían sus vecinos fusilados cada noche en pleno campo.

De hecho, la reciente producción de La Trinchera Infinita está inspirada en su historia y narra las terribles vivencias que tuvo que vivir como topo para pasar desapercibido por la policía. Por ejemplo narra como se vistió de anciana para cambiar de topera cuando su mujer compró una casa definitiva donde estuvo recluido 18 años.

Finalmente, aquel 11 de abril supo que era de nuevo ciudadano al inscribirse al registro. "Quedó inscrito un recién nacido de 64 años y ojos azul verdosos", los mismo ojos, tal y como cuentan Torbado y Leguineche, que veían su pueblo de Mijas, "transformado por una invasión turística, por la irrupción de los coches, los autocares los burro-taxis que desplazaban a todos los extranjeros". Una vida que Manuel había perdido entre aquellos muros y que tardó tres décadas en desenterrar y sacar de nuevo a la luz."                (María Serrano, Público, 21/02/20)

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