"(...) Al
triunfar el golpe de estado fascista en Sevilla, Queipo de Llano ordenó
el apresamiento y fusilamiento de todos los que habían colaborado con la
legalidad Republicana, fundamentalmente los políticos de izquierdas.
Entre estos, figuraba Saturnino Barneto,
considerable miembro del PCE de Sevilla. Este consiguió dar el
“esquinazo” a las tropas de Queipo, fundamentalmente falangistas y
requetés, que fueron los encargados de la “limpieza”, al escaparse por
el laberinto de la desaparecida calle Andueza que estaba pegada a las
murallas de la Macarena por su parte exterior. Tras varios meses, los
fascistas seguían sin encontrar a Saturnino, según se ha sabido
posteriormente se refugió en el barrio de San Jerónimo. Finalmente
consiguió llegar al Madrid Republicano.
Como venganza hicieron prisionera a su
madre Isabel, a su esposa Rosario Toreegrosa Amil, y a Ana, hermana de
Barneto. La lucha por tener una vida digna llevó a la familia Barneto a
estar en el punto de mira. Las tuvieron toda la guerra hacinadas en la
comisaría de la calle Jesús y en la cárcel provincial en calidad de
rehenes. Rosario tenía consigo a su hija menor, Rosa, un bebe de tan
solo 6 meses, que cuando salio con su madre de la cárcel contaba ya con 6
años de vida. También fueron encarceladas la sobrina de Saturnino,
Anita Ponce, y su suegra, casi acaban con todas las mujeres de la
familia Barneto (testimonio de la biznieta de Isabel).
Las autoridades sublevadas se plantearon
canjear a la familia de Barneto, junto con un hijo de Largo caballero,
al que la guerra había sorprendido haciendo el servicio militar a las
órdenes de los sublevados, por José Antonio Primo de Rivera, preso de
los Republicanos en la cárcel de Alicante. Pero el intercambio no llegó a
materializarse.
El otro delito de la madre de Barneto,
Isabel Atienza Lucio, de 72 años había sido proteger a unas monjas del
convento de la calle Aniceto Sáenz del acoso de un grupo de jóvenes
comunistas. La mujer soportó intensos interrogatorios. Al no poder
sacarles el escondite de su hijo, pues la verdad sea dicha, no lo
sabían, decidieron cometer un crimen execrable. La noche del 8 al 9 de
octubre la llevaron a contemplar un fusilamiento ante las tapias del
cementerio y la anciana sufrió un ataque de nervios». Desde entonces, su
final se precipitó.
En tal estado la condujeron en un camión
a la plaza de Pumarejo, la hicieron bajar y le dijeron que la dejaban
libre y la mandaron a su casa. Al llegar al centro de la plaza, le
dispararon dos tiros en la nuca. Un carbonero vecino lo contempló todo
desde una ventana. Los asesinos fueron 2 elementos del lumpen sevillano,
maleantes del barrio, que justo días antes del golpe se afiliaron al
requeté; este tipo de escoria era la columna vertebral del franquismo.
No contentos con el terrible crímen, la
desnudaron y amenazaron a los vecinos con fusilar a quien se acercara a
recogerla o taparla. Así, esta “peligrosa mujer” para el bando de Queipo
permaneció durante 3 días, tendida, desnuda y muerta en mitad de la
plaza de Pumarejo ante el miedo y asombro de toda la vecindad.
Finalmente un yerno suyo llevó al juez para que levantara el cadáver. La
defunción nunca fue inscrita en el Registro Civil.
Desde hace varios años, en la Plaza del
Pumarejo existe una placa que recuerda a esta señora que había protegido
a varios monjes de una conocida orden sevillana cuando fueron
perseguidos por su barrio, porque la Sra. Isabel Atienza Lucio era una
fervorosa católica." (Alaluzdemiluna.com, 27/08/12)
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