"Cuando Carlos Enrique Bayo Falcón trabajaba arduamente en conocer
las cloacas del Estado, en esa investigación interminable que le está
llevando hasta las calderas de Vulcano en el infierno organizado por
José Manuel Villarejo y sus sicarios, no imaginaba que la rabia que
posee a los que se han visto desenmascarados por él iba a llevarles a
acusarme a mí, su madre, y a Eliseo Bayo, su padre, de ser terroristas.
Acusación que no es ninguna novedad dado que el Juzgado nº 1 de Jefes y
Oficiales de Madrid del Ejército franquista ya lo hizo en 1974.
Lo que más lamenta Carlos Enrique es que sea Manuel Cerdán,
otro periodista a quien tiene que llamar colega, quien escriba infames
libelos contra él en defensa del tal Villarejo. Ciertamente tampoco yo
imaginé, cuando estaba apaleándome Antonio González Pacheco, más
conocido como Billy el Niño, policía de la Brigada Político Social de
Madrid que nos torturó a cientos de militantes antifranquistas durante
las decenas de años que duró su imperio en la casa del terror, que
transcurridas más de cuatro décadas desde aquel desdichado suceso
todavía seguirían inscribiéndome en el censo de terroristas.
Ciertamente en aquellos momentos no pensé en lo que sucedería en el
futuro, porque durante los nueve días que duraron los interrogatorios
estuve convencida de que yo no tenía futuro ya que me iban a matar allí.
Allí mismo, en los despachos de la Brigada Político Social de Madrid,
en el edificio de la Puerta del Sol, donde se instaló la cámara de los
horrores de la represión franquista, bajo los golpes de Antonio González
Pacheco, más conocido como Billy el Niño, y la mirada atenta del
comisario Conesa, con la participación de tres policías más cuyo nombre
nunca supe, uno con la cara torcida y todos de mirada aviesa.
Pero alguna vez en aquellos días, que fueron nueve, hundida en el in pace
del calabozo medieval del sótano de la DGS, en los momentos en que
recuperaba la consciencia y comprobaba que seguía respirando, volvía a
abrigar la esperanza de sobrevivir e imaginaba un futuro de democracia
en mi país, en el que se honrara la memoria de tantas víctimas de la
insania fascista, se hiciera justicia y se reparara el daño causado.
Lo que no podía prever es que muerto el dictador, aprobada la
Constitución y construido el Estado democrático permaneciera intacto el
aparato represivo de la dictadura y que sus servidores como José Manuel
Villarejo siguieran actuando largos años utilizando las mismas
prácticas. Y que los torturadores quedaran libres e impunes, paseando
por las calles de Madrid, como Billy el Niño, sin que yo pueda abrigar
ninguna esperanza de que se les encause y juzgue, y que miles de
víctimas de la represión fascista seguirían en las cunetas, en los
campos y en los cementerios sin que sus restos sean recuperados y
enterrados con dignidad.
Pero lo que excede de mi imaginación y capacidad de adivinación es
que incluso periodistas cuya profesión ha de estar al servicio de la
verdad, pudieran seguir utilizando medios de comunicación legales para
seguir difundiendo las mentiras que el franquismo supo construir al
estilo gebbelsiano.
Menos imaginaba que uno de ellos fuera precisamente Manuel
Cerdán, periodista que presume de demócrata y liberal y cuyas
informaciones sobre los crímenes del GAL he utilizado para documentar mi
novela El Honor de Dios. Pero ciertamente, los que no ha
denunciado han sido los crímenes franquistas.
No sé que Cerdán haya
apoyado nunca la querella contra Billy el Niño y otros criminales de la
DGS franquista que ha de dirimirse en Argentina, ya que en España no hay
juez ni fiscal que se atreva. Ni que haya recordado, aun solo a manera
de homenaje, a tantas víctimas que yacen en las cunetas, en los campos,
en los cementerios de España, sin que merezcan honrosa sepultura, en
este año en que conmemoramos los asesinatos de las 13 Rosas y los
fusilamientos de los militantes del FRAP y de ETA, el 27 de septiembre
de 1975, con cuyas muertes terminó sus crímenes el dictador.
Manuel Cerdán utiliza su ingenio para descalificar a Carlos Enrique
Bayo Falcón diciendo que tiene unos padres terroristas, que fueron
incluso organizadores del atentado de Carrero Blanco, porque le interesa
defender a ese producto del hampa más canallesca que se llama Villarejo
y que ha hundido en la ignominia al aparato represivo del Estado, que
hoy se pretende democrático.
Pero no utilizará su pluma ni su medio de
comunicación para defender la verdad de lo sucedido en aquel proceso del
atentado de la calle del Correo, en el que el régimen y el Ejército
franquista involucraron a decenas de personas y procesaron a 22
dirigentes comunistas, a sabiendas de que estaban construyendo un
proceso falso y espúreo que le interesaba a la propaganda del régimen.
Tampoco Cerdán se molestará en solicitar que se desvele el misterio
de que nunca se llevara a cabo el juicio de aquel proceso por el que 22
personas fuimos torturadas y encarceladas durante meses, y sin que ya en
la Transición y construyendo el Estado de Derecho jamás se desvelara
por qué fuimos detenidos Eliseo y yo, secuestrados y trasladados de
Barcelona a Madrid, hundidos en las cámaras de tortura de la DGS, de las
que salí para el hospital, mantenidos en prisión durante nueve meses, y
después de excarcelados por el Tribunal de Orden Público nunca se nos
volvió a interrogar ni a citar ni a enjuiciar, como en aquellos procesos
del régimen nazi, Noche y Niebla, de los que nunca se sabía nada.
No comprendo bien qué beneficio obtiene Manuel Cerdán alimentando la
calumnia franquista de que Eliseo Bayo y yo fuimos autores de los
atentados de Carrero Blanco y de la calle de Correo. No sé si cree que
con ello desprestigia a mi hijo Carlos Enrique, como si los crímenes de
los padres debieran ser purgados por los hijos, lo que resulta
totalmente ridículo cuando nadie decente en la profesión ignora que es
un prestigioso periodista con varias décadas de experiencia y éxitos
profesionales, y los y las lectoras informadas conocen su entrega y buen
hacer en desvelar los misterios de la cloacas del Estado, con los
sacrificios que le ha comportado.
Pero lo que es evidente es que además de las cloacas del Estado
también existen las cloacas del alma humana que están aposentadas en
Manuel Cerdán." (Lidia Falcón, Público, 10/08/19)
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