"El sometimiento de Toro por los fascistas se llevó a cabo por medio del terror. (...)
Las ejecuciones se sucedían tras la siega de los jornaleros
participantes en la misma, detenidos después de acabar el trabajo. Tras
ser encarcelados a fines de julio o en los primeros días de agosto y
permanecer algunos días en la cárcel, eran fusilados. Los matones
franquistas esperaban a que volvieran de las dehesas para detenerlos en
sus casas, en otros casos fueron a buscarlos al campo.
Cuadrillas de falangistas iban por las casas, y obligaban a los
trabajadores a subir a un camión, se les conducía al cuartel de falange,
a la cárcel, o al sótano del ayuntamiento. Allí recibían palizas, se
les obligaba a comer camisas y corbatas rojas, y se les sometían a todo
tipo de vejaciones. Muchos acababan fusilados.
Las mujeres Republicanas
sufrieron rapados, ricino y otras vejaciones. Cuando se realizaban las
sacas, se inscribía la salida de la cárcel como un traslado a la cárcel
provincial de Zamora. En realidad eran trasportados en camión hasta las
tapias del cementerio u otros lugares del término municipal donde eran
ejecutados. La mayoría no moría en el acto y debían darles el tiro de
gracia. Algunos fueron enterrados aun vivos.
La represión consistió en un rosario de acciones, que no se detenía
en los militantes de izquierdas, sino que se trasladaba a sus
familiares, que además de sufrir la pérdida de seres queridos, tuvieron
que soportar la marginación social, eran los «malos» españoles según el
constante bombardeo» de la propaganda oficial.(...)" (Tulio Riomesta, 31/03/19)
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