"La industria del cine y el espectáculo en España, ahora especialmente
comprometida y combativa al respecto de los derechos de la mujer, guarda
paradójicamente un pasado oscuro, que hoy, en tiempos
del #MeToo y de la protección a la infancia, resultan inconcebibles.
Pero, tal como muestra el reportaje de nuestra portada de noviembre
firmado por Eva Lamarca y que se puede encontrar a
partir de l viernes 19 de noviembre en el quiosco, siguen ahí. ¿Cómo era
la industria del espectáculo en tiempos del tardofranquismo y la
incipiente democracia?, ¿cómo sufrían el machismo las jóvenes actrices
que en ocasiones se veían abocadas a convertirse en juguetes de una
industria aparentemente respetable, pero embrutecida?, ¿quiénes fueron
aquellas víctimas?
En el extenso artículo se desgranan algunas claves de
un tiempo gris y especialmente turbio, que también afectó a la que fue
la mayor estrella de la historia de España, y que nos ayuda a entender el por qué de una desaparición tan radical e irreversible de la vida pública de la que fuera la niña prodigio más idolatrada en los años 60.
Así, Vanity Fair accede al entorno cercano de la artista, ahora retirada, y para reconstruir su historia bucea en los archivos para encontrar sorprendentes testimonios de la época incluidos los de la propia Pepa Flores
que hoy serían auténticas bombas que abrirían cualquier informativo y
programa de actualidad y que por entonces pasaron desapercibidos. La
niña Marisol desde muy temprana edad fue sometida a castigos físicos,
vejaciones y un brutal machismo sobre el pocas veces se ha vuelto la
mirada.
Entre los múltiples ejemplos de las denuncias que pasaron bajo el radar en la época se encuentran las conversaciones entre Flores
y Francisco Umbral que hoy se guardan en la fundación que lleva el
nombre del escritor, y que fueron el origen de una biografía de la
estrella que, al final, nunca vio la luz, y donde Pepa Flores cuenta:
“Me llevaban a un chalet del Viso y allí había gente importante,
gente del régimen, a verme desnuda, a mí y a otras niñas. A mi madre,
cuando venía a verme, los Goyanes la ponían a comer en la cocina".
"Sigue con lo del chalet del Viso" –le conmina el periodista.
"No me atrevo" –responde ella.
Y finalmente: “No me fío de ti, Umbral”.
El exmarido de Pepa Flores Carlos Goyanes, hijo de su
descubridor Manuel Goyanes, contestó a sus denuncias para este
reportaje: “¿Si todo hubiera sido tan horrible como se dice, se habría
casado conmigo? No tiene sentido”, asegura.
Participa también el
periodista Luis García Gil, escritor de la última biografía sobre Marisol, y el gran biógrafo de las estrellas y amigo de Pepa Flores, José Aguilar. Amigos íntimos como el actor y autor teatral Chencho Ortiz, que dice “Es que la verdad no se puede contar,.
No podemos sumar más a lo que ella ya ha dicho, porque nos metemos en
un lío”. También Bárbara Rey y Joselito hablan en nuestra páginas.
Ya en democracia, en el artículo también se relata cuál fue la intrahistoria del desnudo de Pepa Flores en Interviú
que fue un shock nacional que batió récords de ventas, pero que se hizo
sin el consentimiento de la actriz. Un reportaje que nos sitúa como
sociedad frente a un doloroso espejo que Marisol nunca ha querido volver
a mirar, algo que a la lectura del reportaje de Vanity Fair nos ayuda a entender." (Vanity Fair, 18/10/18)
"(...) Gil también buceó en el pasado de Marisol para saber qué había ocurrido.
“En Málaga,
la gente, sin dar nombres, te cuenta cosas de las que le pasaron. Hablo
de gente muy fiable, desde arquitectos, escritores..., que me ha
explicado encuentros furtivos en sitios a los que la llevaban forzada.
Situaciones que yo no puedo contrastar y por eso no he incluido en mi
libro”.
“Es que la verdad no se puede contar, no se puede contar. No podemos
sumar más de lo que ella ya ha dicho, porque nos metemos en un lío...”.
El discurso del actor y autor teatral Chencho Ortiz, amigo de la
infancia de Marisol, está armado esta tarde malagueña con frases que se
encadenan en un bucle extraño.
"A mi Pepa no me ha contado nada, lo he
escuchado yo. Era una queja. Era un llando. Y se arranca a recitar unos
versos sobre su amiga: "Ellos seguirán ahí, vigilantes, expectantes. El
mismo rumor los hace temblar. Parecer, aparentar, disimular, obedecer,
vivir a medias. ¡Iros a la mierda! Esclavizáis corazones. Sois el germen
que acaba con el mundo". Y añade: "Ahí está la verdad". (...)·
El gran biógrafo de las estrellas José Aguilar,
amigo personal de Marisol y escritor de sus memorias autorizadas, sonríe
felino sentado en una terraza del centro de Madrid. “Ahora ya nadie se
acuerda, pero la maravillosa Conchita Goyanes, que en paz descanse, sobrina de Manuel Goyanes, no quiso trabajar con su tío en Un rayo de luz. Por eso buscaron a Marisol. ¿Por qué sería?”.
Goyanes, hija de un cirujano y una actriz, narró en 2006 cómo se
había visto sometida a abusos y maltratos cuando era una niña prodigio:
“Fue terrible. Aquellos hombres me decían cosas como: ‘Eres una niña
mala, me miras así y me provocas para que te haga todas estas cosas”.
La sonrisa se ha borrado del rostro del periodista. “Yo sé quién era
una de las personas que abusó de ella, alguien muy famoso que estaba
trabajando en Televisión Española y sé que ella coincidía con esa persona en actos y venía a besarla... Y ella pues ahí estaba...”.
—¿Y esa persona trabajó también con Marisol? —le pregunto.
Aguilar no pronuncia palabra. Solo hace una caída de ojos y reflexiona: “Yo me digo, si alguien como Conchita Goyanes
tuvo que sufrir abusos sexuales siendo su padre un cirujano famoso y su
madre una persona del medio, ¿qué les quedará a otras? Si Pilar y
Aurora Bayona, Pili y Mili, hijas de un magistrado, contaron que, para
rendir más, les ofrecieron ‘unas pastillitas’, ¿qué podemos esperar a
otros niveles? Yo sé que Marisol, como otros niños prodigio, ha sufrido
muchísimo. Me consta que ha vivido cosas muy duras...”.
Si hubo un niño prodigio antes que Marisol, ese fue Joselito. El pequeño ruiseñor era ya una estrella cuando en 1959 llevaron a aquella niña rubia y angelical al estudio donde él rodaba El pequeño coronel para hacerle su primera prueba cinematográfica.
“Allí la conocí, y luego nos veíamos cuando podíamos, porque siempre
estábamos viajando”, me dice hoy, a sus 75 años, mientras pasea por su
pueblo, Utiel, de la mano de su mujer, Mari Fe. Le
pregunto si recuerda aquellos años, las presiones, los abusos: “Yo no lo
viví así, pero sí es verdad que casi el 95% de las artistas pasaban por
la piedra de muchos productores y directores para conseguir un papel,
porque si no, no les daban la oportunidad.
Por eso está bien que ahora
muchas actrices den la cara para decir que esto no puede ser. Pero, que
yo sepa, Marisol no pasó nada de eso, porque tanto ella como yo
estábamos muy protegidos, vivíamos en una bombonera”.
Joselito habla del 95% de las mujeres y pienso en la conversación que acabo de tener con Bárbara Rey, quien trabajó en 1973, con 21 años, en La chica del molino rojo con Marisol y me ha contado cómo un día sus compañeras le advirtieron de que el protagonista, Renaud Verley, “se entregaba mucho” en las escenas de amor.
“Era la última que tenía que actuar con él y estaba... Pero se portó
muy profesionalmente”. La actriz tenía miedo con razón. Me confiesa que
tres años antes vivió “el acoso total y absoluto de un director de
cine”. Se niega a dar el nombre: “Ya murió y está muy bien considerado”.
Rey abandonó la película. “Hice ver que estaba mala, pero vino a mi
habitación y empezó a manosearme: ‘Venga, te vas a poner buena’. No pude
soportarlo más y me marché. Fue muy difícil. Era una época en la que no
podías denunciar. No iba a ocurrir nada”.
Bárbara Rey no es la única que no quiere dar el nombre y apellido de su acosador. El intérprete Manuel de Blas, quien compartió escenas con ella y Marisol en La chica del molino rojo, habla de un “actor muy importante, muy feo y muy ligón”, que se empeñaba en repasar con su mujer, la actriz Patty Shepard, el texto de la película en su casa. (...)" (Eva Lamarca, Vanity Fair, 09/12/18)
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