"(...) Paquita Hernando: un exilio ibérico
“Mataron a
mi padre, apalearon a mi madre y tengo cinco hermanos a los que no
conocí”, Paquita Hernando no pudo contener la emoción y se rompió entre
lágrimas y quejíos por unos segundos. Tardó poco en recomponerse y
expuso su historia al auditorio.
Tuvo que salir sola
del país con 20 años, pero su éxodo no acabó al cruzar los Pirineos.
Tras la guerra retornó y entregó su vida al sindicalismo en España. Esta
decisión le supuso llevar a la policía secreta siempre pisándole los
talones, “a cada casa que cambiábamos nos la registraban. Siempre
sentíamos que estaba ahí”.
A comienzos de los años 60 vivía en Mieres
junto a su marido y sus dos hijas, “en el 62 comenzó una huelga de tres
meses. A los tres meses la Guardia Civil terminó la huelga metiendo a
los trabajadores en los talleres pistola en mano.
Una noche entraron a
las casas de los trabajadores y se llevaron a mi marido”. Tras
detenciones e interrogatorios a los trabajadores más implicados en la
huelga, esta llegó a su fin. Al marido de Paquita Hernando, y a toda la
familia, le reubicaron en Barcelona hacia donde tuvieron que partir.
“Mi primer pantalón me lo puse en Barcelona en los 60. En esos años la
ciudad era un referente de modernidad. Incluso en esos años pude tomar
mi primera pastilla anticonceptiva. Era algo inimaginable en otros
lugares”, explicaba Hernando de su segundo destino. A los tres años, de
nuevo reubicación: siguiente destino, Zaragoza.
Se
trajo la libertad a Zaragoza, los pantalones y su hábito de montar en
moto. Aunque añoraba la modernidad y libertad que respiró en Barcelona,
“estaba cansada de todo lo que había pasado y no quería más. Intenté
dejar la política, pero nunca pude”, explicaba. Hasta que un día
volvieron los problemas: “A mi marido no le dejaban en paz desde que nos
detuvieron juntos un primero de mayo tras la manifestación de
trabajadores.
La policía le apodó el Asturiano y le seguían allá donde
iba, hablaban con los jefes, con compañeros… Durante años tuvimos que
aguantar todo eso”, recordaba. La presión policial y la persecución
política no acabaron con Paquita Hernando, “nunca he dejado de ayudar y
de hacer cosas porque siempre he sentido que las cosas que he hecho las
he hecho por amor a los demás”. No ha dejado Zaragoza.
“Al final, ayudar a los demás es lo que me ha movido toda mi vida y no
me arrepiento de nada a pesar de todas las dificultades. Luchábamos por
la idea de que la gente viviera mejor”, y sentencia, “me parece fatal
que la juventud no se movilice ante algo tan terrible como lo que está
surgiendo, la ultraderecha. Las van a pasar muy canutas”. (Álvaro Castrillo Schneiter
- eldiario.es, 15/01/2019)
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